Botsuana

Etapas:

13/02/2016 Tsootsha – Ghanzi (129 Km).

14/02/2016 Ghanzi – Kuke (113 Km).

15/02/2016 Kuke – Sehithwa (80 Km).

16/02/2016 Sehithwa – Maun (102 Km).

17-19/02/2016 Descanso en Maun.

20/02/2016 Maun – Makgadikgadi Pans National Park (106 Km).

21/02/2016 Makgadikgadi Pans National Park – Gwetta (115 Km).

22/02/2016 Gwetta – Nata (100 Km).

23/02/2016 Nata – Mosetse (78 Km).

24/02/2016 Mosetse – Francistown (110 Km).

25/02/2016 Descanso en Francistown.

26/02/2016 Francistown – Tsamaya (46 Km).

27/02/2016 Tsamaya – Marula (Entrada en Zimbabue) (91 Km).

Botsuana: En busca de la fauna salvaje

Mi entrada en Botsuana me acercaba más que nunca a la sabana africana. Impaciente por observar la vida salvaje avancé por la llanura para llegar a Maun. Pedaleando por las interminables rectas de asfalto me sentía como un intruso. La carretera esta rodeada por la hierba pero solo unos metros, luego comienza el dominio de la vegetación, árboles y matorral bajo que no te permiten ver con profundidad que es lo que merodea a tu alrededor.

Me daba bastante tranquilidad la presencia de vacas, caballos y burros salvajes junto a la carretera, donde se concentra el pasto más tierno. Digo tranquilidad porque al menos me sentía como el bocado menos suculento. A pesar de ser poco probable toparse con un depredador por esa zona, es imposible no sentir ese picor en la boca del estomago cuando escuchas un sonido a tu alrededor.

La primera noche en mi trigésimo séptimo país de mi vuelta al mundo, dormí camuflado junto a un árbol a pocos metros de la carretera. Fue una noche inquietante en la que una terrible pesadilla interrumpió mi placentero sueño. Me desperté tan agitado y desorientado, que no sabía que estaba en Botsuana, solo sabía que era de noche y que estaba dentro de la tienda. Amanecí fatigado y después de desayunar me dispuse a tomar la profilaxis de la malaria. Desde hace una semana empecé a medicarme para combatir tan temible enfermedad. Curiosamente durante esa semana no había descansado bien ninguna noche, me despertaba agotado después de dormir 8 horas y pedaleando no me sentía al 100%. La inquieta noche que pasé fue la última porque decidí dejar de tomar Malarone. Los efectos secundarios me estaban destrozando.

Me puse en marcha sin gozar de una ducha mañanera y rebozado en mi sudor, como de costumbre. Coincidencia, casualidad o acierto, pedalee con mejor rendimiento que cualquier día de la semana anterior. Parece que la profilaxis de la malaria me estaba robando la energía, y solo me queda tocar madera para no contraerla. Pero si ese fatídico mosquito viene a mi, tomaré medidas para superar el obstáculo, como siempre he hecho. Hasta entonces, simplemente voy a disfrutar extremando las precauciones para que no me piquen.

Finalizo la jornada en una pequeña aldea, donde acampo junto a las chozas de barro y paja. Por la mañana me da los buenos días un cielo claro y azul, pero la época de lluvias está comenzando y la climatología en África es difícil de predecir. Por la tarde me agarra una tormenta, no llueve de forma constante, se iba desplazando hacia el Sur y el cielo descarga agua cada 5 minutos de forma intermitente. Gloriosa ducha natural que me da un respiro y aclara la suciedad de mi ropa.

Diario Botsuana 1

(Acampando en un pequeña aldea de Botsuana)

Al cuarto día en Botsuana alcanzo Maun. En la embajada española de Windhoek me dieron el contacto de Edurne, cónsul honoraria. Hace 20 años creó una agencia de safaris para visitar el Delta del Okavango. Edurne me recibe con los brazos abiertos y me deja ocupar su casa de invitados. Me relajo durante varios días durmiendo en cama, con baño privado, cebándome de buena comida y por primera vez desde que dejé atrás Cape Town, lavo la ropa en una lavadora.

Su esposo es guía profesional de safaris y me da un valioso consejo. Durante sus expediciones siempre lleva un puñado de arena fina en el bolsillo, para interrumpir el ataque de un león lanzándosela a los ojos. Espero nunca tener que ponerlo en practica.

La segunda noche en Maun, Edurne organiza una cena para la reducida comunidad de españoles. Fue cuando conocí a Marcus, piloto de avionetas, que me ofreció acompañarle en un vuelo para recoger a 11 clientes de un Lodge dentro del Delta del Okavango. Por la mañana despegamos y desde el aire vemos cocodrilos e hipopótamos, aterrizamos en la pista de tierra dentro del Parque Nacional y se suben todos a bordo. En el despegue, más digno de un rally, observamos a una manada de elefantes caminando por la inmensa llanura. Una experiencia única!

Diario Botsuana 2

(Junto a Marcus dentro del Delta del Okavango)

Después de reponer fuerzas y decidido a continuar la aventura, organizo todo para continuar la marcha, pero por primera vez en África no iba a pedalear solo. Frank, uno de los guías de safaris de Edurne y aficionado a la bicicleta, decide acompañarme hasta la ciudad de Nata, a 300 kilómetros al Este.

Diario Botsuana 3

(Junto a Edurne, su marido y Frank)

El primer día volamos con el viento a favor y alcanzamos la entrada del Makgadikgadi Pans National Park. Con el atardecer encima, montamos el campamento junto a un árbol, y preparamos la hoguera para mantener a los depredadores a raya durante toda la noche. A nuestro alrededor se pueden apreciar las zonas de paso de los animales de un lado a otro de la carretera, como inmensos agujeros entre los arbustos que solo un animal de gran tamaño podía hacer. Mientras estaba recogiendo leña con los últimos rayo de luz, tuve la hermosa oportunidad de contemplar un elefante pasar a 200 metros del campamento. Fue toda una sorpresa porque no me lo esperaba, pasó andando como si nada, como si no existiéramos. Fue la primera vez en mi vida que veía un elefante salvaje desde tan cerca.

Diario Botsuana 4

(Lejana fotografía que tomé al elefante que pasó por nuestro campamento)

Encendí el fuego con una sonrisa estampada en la cara, todo me parecía tan emocionante. Frank estaba como si nada, a fin de cuentas ha crecido rodeado de esta fauna salvaje, pero yo estaba entusiasmado.

Antes de dormir Frank me advierte: Nada de comida dentro de la tienda. Si tienes cualquier alimento con olor a carne, las hienas y leones vendrán a por ti, si tienes fruta puedes atraer a los elefantes. El fuego nos protegerá durante toda la noche, pero las hienas no lo temen, es probable que vengan a oler e inspeccionar este nuevo arbusto de su territorio, es decir, la tienda de campaña. Debes estar tranquilo y no agitarte, ellas vendrán, olerán, inspeccionaran y finalmente, se alejaran.

Esa noche cerré los ojos con la ilusión de despertar por la mañana y ver las huellas de las hienas alrededor de mi campamento, pero al salir el sol solo había rastro de miles de insectos que se refugiaron bajo mi tienda.

Llegamos al primer pueblo con el fresco de la mañana, donde desayunamos judías con Fat Cakes, unos buñuelos cargados de energía. Frank hace de intérprete y simplemente me dejo llevar siguiéndole a haya donde vaya.

Atravesamos dos Parques nacionales que están separados por la carretera. Al Norte tenemos el Nxai Pan National Park con menos concentración de agua, y al Sur el Makgadikgadi Pans National Park con el Río Boteti y el Lago Nwetwe, en el que se concentra la mayoría de la vida salvaje del lugar, debido a la abundancia del preciado elemento.

Mientras pedaleamos, constantemente contamos con la presencia de los Ñandúes. En la carretera Frank reconoce las heces de una hiena, son recientes me dice, menos de dos días. Los excrementos de hiena empiezan a blanquearse pasadas 24 horas, debido al exceso de calcio procedente de los huesos que comen. Estaba ansioso por ver alguna.

Diario Botsuana 5

(Heces de una hiena)

Durante el camino mi guía personal me cuenta como hace dos años un motorista alemán, falleció en esta misma carretera a manos de un elefante. El animal se le cruzó en la carretera, y el motorista para espantarlo revoluciono el motor al máximo para asustarlo con el potente sonido, pero la respuesta del elefante fue envestirlo hasta la muerte.

En una de sus últimas expediciones como guía de safaris, Frank guiaba a un pequeño grupo de turistas a pie. Él iba 20 metros por delante cuando un elefante empezó a caminar hacia ellos, Frank se escondió detrás de un arbusto esperando la reacción del animal, mientras el grupo se ocultaba junto a un árbol. Cuando lo tuvo frente a él, decidió mostrarse con los brazos levantados para parecer más grande e intimidarlo. El elefante dudo, y ante la duda siempre envisten. Frank recibió un trompazo en la ingle y estuvo a punto de perder las joyas de la corona. Finalmente el grupo espantó al animal gritando y levantando las manos.

Estos relatos no hacen más que aumentar mi curiosidad sobre la actitud de cada animal, y cual sería el correcto comportamiento ante la situación de tenerlos frente a frente. Bombardeo a Frank con miles de preguntas, abro los oídos y memorizo todos y cada uno de sus consejos. Es una mina de información que probablemente en el futuro tenga que poner en práctica.

Con la llegada a Gwetta dejamos atrás los parques nacionales, y donde nos esperaba una recompensa con la firma de Edurne. Antes de salir de Maun nos dejó pagada una noche en el camping Planet Baobab, con cena y desayuno incluido. En las cercanías del campamento se concentran los enormes Baobab, majestuosos árboles que llegan a medir 30 metros de alto y 11 metros de diámetro, en sus más de 1000 años de vida.

Diario Botsuana 6

(Bucéfalo junto a un Baobab)

El buffet libre del desayuno nos dejo fuera de combate durante dos horas mientras hacíamos la digestión, y comenzamos a pedalear a mediodía en nuestra última jornada juntos. Antes de llegar a Nata tuvimos que buscar refugio en una granja cercana a la carretera, donde pasamos la tormenta que teníamos justo encima.

Esperamos una hora a que la lluvia cesara dentro de una cabaña de barro y paja. Aprovechamos para hablar de la conducta de los elefantes, lo unidos que están sus grupos, los sentimientos que se procesan, la memoria que los caracteriza y uno de los comportamientos más increíbles, cómo los despiden antes de abandonar la manada para alejarse y morir en soledad, para luego rendirles un particular homenaje póstumo cuando se encuentran con sus restos, tocando con sus trompas y pezuñas los enormes huesos.

(Reflexionando junto a Frank en la cabaña de barro y paja)

Nata es el último pueblo en el que acampo con Frank. Por la mañana me despido del mejor guía de safaris que he conocido y continuo mi viaje en solitario.

Francistown es la última gran ciudad que visito en Botsuana antes de llegar a la frontera con Zimbabue. Fue una parada técnica de un día para trabajar con el ordenador utilizando el wifi del aeropuerto. La primera noche cuando me disponía a dormir en la sala de espera, uno de los operarios conocido por sus compañeros como Mr T, me ofrece acampar en el jardín de su casa. Los trabajadores del aeropuerto viven en una pequeña zona residencial construida a menos de 500 metros, y era una zona segura para dormir. La segunda noche uno de los compañeros de Mr T directamente me ofrece una cama en su casa. En Botsuana hay largas extensiones de terreno salvaje y no hay mucha población, pero las pocas personas con las que me crucé en el camino, fueron sencillamente maravillosas conmigo.

Diario Botsuana 8

(Colorado On The Road junto a Mr T)

Con 30 dólares en metálico en el bolsillo para pagar las tasas de mi próxima frontera, puse rumbo a Zimbabue bajo la lluvia. No duré mucho tiempo pedaleando y a los 50 kilómetros paré en un pequeño pueblo, para buscar refugio en una zona techada de la comisaría. Pude secar la ropa y los agentes me dieron de cenar. Finalmente hice noche allí porque la tormenta no cesaba.

Atravesé el puesto fronterizo con Zimbabue con hambre de más. Me hubiera gustado hacer un Safari salvaje por el Delta del Okavango, pero claro está, los elevados precios me dejan fuera de toda expedición. La bicicleta te limita mucho, pero a la vez ha sido la que me ha dado alas. De no ser por ella jamás hubiera compartido esta experiencia junto a Frank, y sobre todo, jamás hubiera aprendido tanto de él. Hay una frase que me dijo que se me quedó grabada en la memoria:

“Si te sientes como un intruso en un entorno salvaje, es porque lo eres”

 

Uruguay

Etapas:

27/07/2015 Buenos Aires – Carmelo (Entrada en Uruguay) (43 Km).

28/07/2015 Carmelo – Colonia del Sacramento (86 Km).

29/07/2015 Colonia del Sacramento – Nueva Helvecia (73 Km).

30/07/2015 Nueva Helvecia – Ecilda Paullier (20 Km).

31/07/2015 Ecilda Paullier – Canelones (92 Km).

01/08/2015 Descanso en Canelones.

02/08/2015 Descanso en Canelones.

03/08/2015 Canelones – Montevideo (61 Km).

04/08/2015 Descanso en Montevideo.

05/08/2015 Descanso en Montevideo.

06/08/2015 Descanso en Montevideo.

07/08/2015 Descanso en Montevideo.

08/08/2015 Descanso en Montevideo.

09/08/2015 Descanso en Montevideo (57 Km).

10/08/2015 Montevideo – Las Flores (94 Km).

11/08/2015 Las Flores – San Carlos (83 Km).

12/08/2015 Descanso en San Carlos (10 Km).

13/08/2015 San Carlos – Rocha (71 Km).

14/08/2015 Rocha – Castillos (61 Km).

15/08/2015 Castillos – Barra do Chuí (Entrada en Brasil) (95 Km).

Uruguay

Después de hacer tierra en el puerto de Carmelo, todos los pasajeros esperamos a pasar el control de aduanas y yo me puse en último lugar con Bucéfalo.

Por primera vez había alguien que me estaba esperando para recibirme, un follower uruguayo con quien mantenía el contacto desde que estaba por Perú. En Buenos Aires ya coordinamos nuestro encuentro y decidió venirse pedaleando 220 kilómetros desde Canelones, su ciudad natal, hasta el puerto para darme la bienvenida a su país. Antes de pasar el control de aduanas José Fernando Pou se abalanzo para abrazarme y entregarme una bandera de su querido Uruguay. El policía aduanero se sumo a la bienvenida sellándome el pasaporte con una sonrisa de oreja a oreja.

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(José Pou recibiendo a Colorado On The Road en el puerto de Carmelo)

En ese momento viajaba con un exceso de peso por el tremendo cansancio acumulado y el sueño atrasado. Ya era de noche y Pou me guió a un Hostel que pago hospitalariamente, feliz de que por fin nos conociéramos. Coincidimos en nuestra habitación con un viajero alemán, Dennes, quien se unió a un viajecito rápido al supermercado para comprar algo de cena y una cervecita de la victoria. A pesar del buen ambiente mis parpados no duraron mucho abiertos y me fui al sobre antes de que marcaran las 22:00 pm.

Por la mañana me sentía algo mas descansado, pero mis baterías estaban lejos de estar al 100%. Después de meterme entre pecho y espalda un desayuno equiparable al de un elefante, nos pusimos en marcha para hacer una entrevista en Radio Carmelo.

José Pou estaba profundamente motivado a dar presencia al cicloviaje en Uruguay, y ya llevaba mas de 3000 kilómetros rodados en su tierra. A través de la difusión mediática juntos lucharíamos por tan positiva iniciativa.

La entrevista en directo duró a penas una hora, y sin perder tiempo nos pusimos en marcha para recortar distancias hasta Canelones. Pronto me di cuenta del impresionante ritmo de este atleta de 40 años, al que prácticamente le saco una cabeza de estatura y que viaja sin una alforja en la bicicleta, todo su equipaje lo lleva en un remolque que arrastra como si estuviera hecho de papel. En vez de un corazón parecía que tenia un motor de 12 válvulas.

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(José Pou y Colorado On The Road pedaleando por Uruguay)

La carretera atravesaba un mar de colinas sin una sola recta en todo el trayecto. Mi ritmo era lento pero constante, pero el eléctrico Pou me adelantaba para sacarme fotografías en movimiento, lo rebasaba cuando paraba pero enseguida volvía a sobrepasarme para realizar nuevas fotografías. Viajaba con un atento anfitrión que además se convirtió en mi fotógrafo personal, dejando unas imágenes que para mi son imposibles de realizar con el temporizador de mi cámara.

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(Fotografía de José Pou)

En la primera parada de descanso nos tiramos a reposar las piernas en el césped de una gasolinera. Teníamos el viento a favor pero el cansancio acumulado y las constantes colinas me estaban destrozando. Parecía que la juventud se estaba evaporando de mi cuerpo. Entonces vimos a lo lejos a una solitaria ciclista escalando una colina, portaba ligero equipaje y el viento le venia de cara. Nos vio y se acerco para charlar.

Noelia, una joven uruguaya de 21 años que viajaba sola desde Montevideo hasta el pueblo de sus padres. Se sentó a mi lado anonadada con la experiencia que estaba viviendo desde hacia casi dos años, ilusionada de conocer a un aventurero. Mi rostro reflejaba fatiga mientras que el suyo brillaba con el sol. Me fue imposible no abrirla la puerta de mis frustraciones, de cómo este viaje me estaba aplastando emocionalmente en ese momento. No todo es alegría y felicidad, rodar en la carretera al ritmo del Reggae y cantar el Cumbayá. Es raro que pase, pero cuando te vienes abajo es un regalo del cielo tener a alguien que te escuche. La cercanía con mi madre y mis tres hermanas, siempre me ha hecho sentir seguridad a la hora de abrirme como un libro y volver visibles mis inquietudes a una mujer. Noelia me dio el rayo de luz que necesitaba.

Diario Uruguay 4

(Noelia y Colorado On The Road)

Después de despedirnos y con la promesa de reencontrarnos en Montevideo, seguimos pedaleando cada uno con la mirada fija en su meta. Me sentía mucho mejor y eso se notó en mi forma de pedalear y bromear con José Pou. Llegamos a buen ritmo hasta Colonia del Sacramento donde Pou había conseguido una noche gratis en un hostel del centro. Compramos una buena cena, cocine para los dos y después de estar bien alimentados disfrutamos de la compañia de otros viajeros.

Por la mañana, después de haber dormido casi 12 revitalizantes horas, hicimos una nota de prensa para la televisión y nos pusimos en marcha. Al final de la jornada llegamos a Nueva Helvecia, donde nos hospedó un amigo de Pou al que todos conocen como “El Comba”. Un personaje que nos deleito con un buen asado y unas conversaciones que nos arrancaron mas de una carcajada. Hasta el momento mi viaje por Uruguay tuvo un inmejorable comienzo, pero el desarrollo de cada día lo estaba volviendo perfecto.

Diario Uruguay 5

(El Comba)

Al amanecer el cielo nos despertó con lluvia, pero aun así decidimos avanzar. A unos escasos 20 kilómetros de etapa nos vimos obligados a parar en una estación de servicio. La lluvia no cesaba y la visibilidad en la carretera era preocupante. El propietario de la gasolinera nos invito a pasar la noche en la zona techada del garaje, al cobijo de la tormenta. Cuando una persona ayuda a un viajero, hay veces que se embala cuando la puerta de la hospitalidad se queda abierta. Esto lo he vivido muchísimas veces y esta fue una de esas situaciones.

El señor empezó con la invitación a dormir en el garaje, luego nos trajo unas sillas para que estuviéramos mas cómodos hasta que llegara la noche, después vino la contraseña del wifi seguida de una merienda. La faena la remato con una cena que te hace bailar los jugos gástricos antes de dar el primer bocado, acompañada de una cervezaza para pasar el chorizo. Al amanecer una taza de café tan grande que puedes nadar en ella seguida de unos dulces, y un tierno abrazo de despedida que le calienta a uno el corazón. Jamás he estado tan agradecido de que lloviera.

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(Durmiendo en el garaje de la vía de servicio)

La tormenta nos dio una tregua y pedaleamos los 92 kilómetros que nos separaban de Canelones. A la llegada hicimos una nota en el programa de televisión “El Surtidor” que llamó mucho la atención a los canarios. Ya en la casa familiar de José Pou, su padre nos preparó un asado de bienvenida, y en la sobremesa me cuenta las proezas de los uruguayos. El histórico partido del Maracaná en el que Uruguay ganó la final del Mundial de futbol en 1950 o más conocido como el Maracanazo, y me mostró el autógrafo del autor del gol de la victoria Alcides Edgardo Ghiggia. Me habló de la famosa historia del accidente aéreo en Los Andes en el que un equipo de rugby uruguayo junto a familia y amigos llevaron acabo una de las mas extremas historias de supervivencia, y como cada año de un país de 3 millones de habitantes salen jugadores de futbol de categoría mundial.

La verdad es que ya había escuchado hablar de todo esto, pero jamás con la pasión con la que lo narra un uruguayo. Le hace a uno pensar ¿Qué tendrán los uruguayos para ser tan guerreros? El misterio sigue abierto.

El sábado lo pasamos visitando el mercadillo por la mañana, y tomando mates por la tarde en el monumento a la bandera junto a otros ciclistas. El domingo aproveché para repartir postales y recaudar algo de fondos para continuar el viaje, la respuesta fue cálida y cercana.

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(Paseando por el mercadillo el Sábado y repartiendo postales en el Monumento a la Bandera de Canelones el Domingo)

El lunes pedalee hasta Montevideo con José Pou, donde nos estaba esperando Noelia para recibirnos en casa de sus tíos. Pase una semana tranquila en la capital en la que hubo tiempo para todo. Trabajar con el ordenador, salir a caminar por la ciudad, despedirme de Dennes el viajero alemán que conocí en Carmelo, un par de salidas nocturnas con las amigas de Noelia y rematé la visita pedaleando con Masa Critica por todo Montevideo.

Seguir adelante en el viaje suponía volver a mi rutinaria vida de nómada, y esta vez se me juntarían muchas despedidas. En poco tiempo había creado un fuerte lazo de amistad con José Pou, Noelia y Dennes, pero la vida del viajero es así. Siempre es mejor no pensarlo en el momento, ser alegre y agradecido con el destino que unió los caminos y avanzar mirando hacia delante.

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(Dennes, José Pou, Colorado On The Road y Noelia en Montevideo)

Salí de Montevideo pedaleando por la costa y la primera noche acampé frente al mar. El sol no brillaba al amanecer, la lluvia y el viento hicieron que cambiara de estrategia y me alejara de la costa buscando mejores condiciones para pedalear. Con la noche ya encima y la tormenta acercándose, instalé mi campamento a un lado de la carretera a las afueras de San Carlos. Cuando ya estaba dentro de la tienda de campaña empezó a llover y ya no paró.

Llovía, llovía y llovía hasta que se hizo de día y aun seguía lloviendo. Por la mañana espere despierto cuatro horas a que el tiempo me diera un respiro, aunque solo fuera para recoger la tienda de campaña, pero nada.

Al final levante el campamento mientras todo se mojaba. No estaba siendo un buen comienzo, así que decidí cederle la batalla al clima y retroceder hasta San Carlos donde busqué la estación de bomberos para que me hospedaran una noche. Tras una ducha caliente, una buena comida y la ropa secándose, me senté a descansar hasta el día siguiente.

Por la mañana todo estaba más calmado, aunque los accesos a la ciudad estaban inundados. El primer tramo de carretera que atravesé estaba totalmente cubierto por el agua, pero fue fácil salir y continuar la marcha. Había ganas de avanzar.

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(Colorado On The Road con los bomberos de San Carlos)

Llegué a Rocha a muy buena hora de la tarde. Bruno y su pareja Yeyo, uno de mis primeros followers de mi canal de YouTube, me estaban esperando para recibirme. Me invitaron a su casa donde preparamos un asado para cenar, tomamos una cerveza mientras hablaba del viaje y contaba historias, aunque la verdad es que se las sabían todas. Por la mañana me llenaron las alforjas de bocadillos y fruta para todo el día, y continué restando distancia hasta la frontera con Brasil.

Diario Uruguay 11

(En casa de Bruno y Yeyo)

Apenas duro una hora el buen tiempo hasta que empezó a llover a mares, no estaba teniendo ni un día de tregua. Constantemente estas atravesando colinas y nunca vas en plano, o estas subiendo o bajando. Llueve y hace frio, la bicicleta pesa mucho más porque todo esta empapado y el viento te acaba dando la ultima alegría. En esos momentos uno intenta visualizar como sería el día perfecto para viajar, que condiciones se darían y cuando se darían todas a la vez. Es absurdo esperar a que se de un día así, porque cuando estas viviendo un sueño tan grande, todos los días son perfectos para pedalear. Esta es una de las razones por las que siempre he sido capaz de enfrentarme a tantas situaciones difíciles.

A la tarde siguiente alcancé la frontera con Brasil en el paso de Chuy. Ya solo me quedaba un país para completar todo mi recorrido por el continente americano. Me despedía de hablar español y era hora de ver como me las arreglaría con el portugués. Después de un año de viaje por Latinoamérica ya era momento de cambiar de aires. Mucho he pedaleado desde Vancouver y pronto tendría que solucionar una difícil situación, cómo cruzar el Océano Atlántico para llegar a África. Es difícil saber la respuesta cuando apenas llevas dinero para comer, aunque la opción de viajar en barco parece la más esperanzadora. Pase lo que pase, de una forma o de otra, siempre hay que seguir hacia delante y jamás dejar de luchar!

“Pregúntate si lo que estás haciendo hoy,

te acerca al lugar en el que quieres estar mañana”

Diario Uruguay 12

Chile

Etapas

18/04/2015 Ollagüe – Ascotan Viejo (70 Km).

19/04/2015 Ascotan Viejo – Calama (137 Km).

20/04/2015 Descanso en Calama.

21/04/2015 Calama – Alto Carmen (84 Km).

22/04/2015 Alto Carmen – Antofagasta (117 Km).

23/04/2015 Descanso en Antofagasta.

24/04/2015 Descanso en Antofagasta.

25/04/2015 Descanso en Antofagasta.

26/04/2015 Antofagasta – Desierto de Atacama (113 Km).

27/04/2015 Desierto de Atacama – Taltal (132 Km).

28/04/2015 Taltal – Desierto de Atacama (85 Km).

29/04/2015 Desierto de Atacama – Chañaral (64 Km).

30/04/2015 Chañaral – Caldera (99 Km).

01/05/2015 Caldera – Copiapó (100 Km).

02/05/2015 Copiapó – Vallenar (126 Km).

03/05/2015 Vallenar – Domeyko (52 Km).

04/05/2015 Domeyco – Inchawasi (43 Km).

05/05/2015 Inchawasi – La Serena (109 Km).

06/05/2015 La Serena – Socos (101 Km).

07/05/2015 Socos – Huentelauquén (114 Km).

08/05/2015 Huentelauquén – Pichidangui (74 Km).

09/05/2015 Pichidangui – Catapilco (67 Km).

10/05/2015 Catapilco – El Molino (48 Km).

11/05/2015 El Molino – Santiago de Chile (29 Km).

12-26/05/2015 Descanso en Santiago.

27/05/2015 Santiago – Rancagua (109 Km).

28/05/2015 Rancagua – Curicó (103 Km).

29/05/2015 Curicó – Linares (113 Km).

30/05/2015 Linares – Chillán (104 Km).

31/05/2015 Chillán – Monte Águila (73 Km).

01/06/2015 Monte Águila – Los Ángeles (64 Km).

02/06/2015 Los Ángeles – Cuesta La Esperanza (42 Km).

03/06/2015 Cuesta La Esperanza – Lautaro (92 Km).

04/06/2015 Lautaro – Loncoche (110 Km).

05/06/2015 Loncoche – Los Lagos (89 Km).

06/06/2015 Los Lagos – La Unión (60 Km).

07/06/2015 La Unión – Agua Buena (60 Km).

08/06/2015 Agua Buena – Entre Lagos (35 Km).

09/06/2015 Entre Lagos – Paso de Samoré (62 Km).

10/06/2015 Paso de Samoré – Villa Angostura (Entrada en Argentina) (45 Km).

Chile

Conseguí llegar al paso fronterizo de Ollagüe con la escasa luz del atardecer, y entré en Chile con el frío y la oscuridad de la noche. Caminé por las solitarias calles de la ciudad buscando cambiar el poco dinero boliviano que me quedaba y algo de comida que comprar. Encuentro una tienda, con el cambio de moneda y los elevados precios chilenos en comparación a los bolivianos, me da para unas galletas y un litro de leche.

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(Entrada en Chile por el Paso de Ollagüe)

El dueño de la tienda me ofrece acampar en un cobertizo de su casa, mas protegido del viento, el frío y las nocturnas heladas de las montañas andinas. Recibí la invitación como un rayo de esperanza. A 3660 msnm las noches invernales consiguen que duerma hecho una pelotita dentro de mi tienda.

Por la mañana caliento mis entumecidos músculos y me pongo en marcha. Busco un cajero inexistente que esperaba encontrar, y sin cajero no hay dinero, sin dinero no hay comida. Por delante 200 kilómetros inhabitados a través de las montañas hasta llegar a Calama donde resolvería este problema. Me recomiendan que me deje remolcar por un camión pero no logran convencerme, soy así de cabezón.

Empiezo a pedalear con el estomago llego de esperanzas e ilusiones, pongo un cartel detrás de la bicicleta en el que escribo: ¨Sin Comida¨. Avanzo 50 kilómetros y encuentro una minera donde la cantina tiene mucho movimiento, es la hora de la comida y me acerco a ver si consigo algo. Cuando me planto en la puerta de la cocina, esta se abre antes de que llegue a tocarla saliendo un minero tocándose el estomago completamente lleno de deliciosa comida. Lo saludo, me presento y voy directamente al grano: “¿Os sobra algo de comer?” Llaman al cocinero y cuando se acerca solo pude decir: “Colega, tengo más hambre que el perro de un ciego”. Todos ríen, dos de ellos me agarran del hombro… “Entra amigo, aquí tenemos comida de sobra para todos”. Acabo comiendo dos platos de arroz, ensalada, sopa, pescado, carne, un litro de zumo y plátanos para el camino, casi me como hasta el mantel!!!

Me despido con un tierno y agradecido abrazo para seguir pedaleando. El viento empieza a soplar con mucha fuerza, el frío que arrastra me hiela la cara y las manos a medida que impacta mi cuerpo, avanzo lento y las horas de luz son cortas. A cada minuto la idea de dormir en un refugio y de conseguir cena se desvanece, pero los últimos esfuerzos de la jornada me llevan a encontrar otra minera. Muchos dirían que fue un golpe de suerte, y coincido. La suerte es de todos, pero la buena suerte es solo del que sigue adelante, del que la busca y del que lucha por encontrarla.

Me acerque a la cantina donde me dieron de cenar, acampé al cobijo del viento entre los muros de una iglesia clausurada y me dormí con el estomago lleno de comida calentita.

Con el alba me pongo en pie y equipo a Bucéfalo lo antes posible, el viento tiene su horario y tengo que utilizarlo a mi favor. Desde el amanecer hasta las 12:00 del medio día, sopla en dirección Oeste, hacia donde va mi camino, pero pasada esta franja horaria cambia drásticamente de sentido para soplar en dirección Este.

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(Colorado On The Road camino a Calama)

Cuando estoy a tan solo 50 kilómetros de Calama las energías vuelven a fallarme. Desde La Paz no he parado de avanzar y atravesar el Salar de Uyuni fue una dura prueba. Me paro a descansar, pero simplemente sentir el viento me desanima, es como pedalear contra un muro. Saboreo el último plátano que me queda de la cantina, y una furgoneta se detiene, me saluda mientras saca una bolsa por la ventanilla. Me acerco corriendo, converso con ellos mientras abro la bolsa y la veo llena de comida. Resulta que me adelantaron dos horas atrás, leyeron el cartel de “Sin Comida” de la bici, y cuando volvían de la ciudad esperaban encontrarme para regalarme la bolsa.

El litro de zumo, las galletas y manzanas alimentaron mi cuerpo, pero ese solidario acto fue lo que me lleno de ánimo. Conseguí llegar a Calama, saque parte del dinero que me quedaba y busque un hostel. Durante dos días comí, dormí, volvía a comer y volvía a dormir, estaba agotado.

Antes de retomar la marcha tenia que cuidar de Bucéfalo, el pobre también necesitaba cuidados. Empecé limpiándolo cuidadosamente para quitarle toda la sal y el barro que tenía acumulado. Pero haciéndole el mantenimiento encontré una fisura en la llanta de la rueda trasera. No tenía muy buena pinta.

La llanta la compré en Washington hacia ya 22.000 kilómetros. Las pistas de tierra y roca atravesando Los Andes Centrales la habían llevado a su fin. La solución mas lógica hubiera sido comprar una nueva, pero solo en Santiago de Chile encontraría el repuesto necesario. Mientras seguía examinando la fisura solo pude susurrarla: “Aguanta guerrera, aguanta 1600 kilómetros más”.

Vuelvo a la carretera algo mas descansado, necesito ver mar y cambiar de paisaje durante unos días. El trayecto hasta la ciudad costera de Antofagasta fue bastante tenso en muchos tramos, la carretera era muy estrecha y no había espacio para el ciclista. Los camiones que transportaban acido sulfúrico para la industria minera, en varios de sus numerosos adelantamientos estuvieron a punto de llevarme por delante. No frenaban, no se desviaban ni un milímetro, simplemente les daba igual.

Finalmente consigo llegar a Antofagasta y me instalo en un tranquilo camping en la zona Sur de la ciudad, donde me preparo para pasar unos días durmiendo con el sonido de las olas, relajándome con la brisa marina y trabajando con el ordenador.

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(Llegada a Antofagasta)

Veo una señal en repetidas ocasiones y que despierta mi inquietud: “Peligro de Tsunami”. Con el campamento ya en orden, me acerco a una tienda a comprar la cena, le pregunto al encargado y me da las instrucciones precisas en caso de haber un temblor de tierra. Las sirenas de emergencia empezarían a sonar, hay un margen de 20 minutos para dejarlo todo y subir a la colina mas cercana para sobrevivir a la inminente ola que arrasaría la costa.

Esa misma noche mientras dormía, sentí la tierra moverse violentamente, sacudir mi cuerpo tumbado sobre la arena de la playa mientras escuchaba la tierra crujir. Abrí los ojos, exaltado salí de la tienda de campaña y observé la tranquilidad de la noche. Ha sido una pesadilla me dije, de haber sido real estarías escuchando las sirenas. Bufff!!!! Resople mientras miraba al cielo, olí el mar, escuche las gaviotas y me volví a dormir.

Después de varios días descansado y las visitas a la universidad para utilizar su internet, llegó la hora de afrontar el siguiente asalto con Atacama.

Cargado de comida y agua para dos días, escalo la colina que separa la costa del desierto, para volver a la ruta 5 que atraviesa la infinita planicie. Para mi sorpresa paso enfrente de una penitenciaria, era el día de visitas y había un puesto de bocadillos, así que fiel a mis reglas de viajero seguí la numero #5. “No pierdas nunca la oportunidad de abastecerte”.

Paré a comprar dos bocadillos, uno para el momento y otro para el camino. Fue entonces cuando un ciclista colombiano llegó preguntando por una estación de camioneros, llamada La Negra, para hacer autostop hasta Santiago de Chile. Estaba a 12 kilómetros y compartíamos dirección así que le ofrecí acompañarle. Pedaleamos juntos charlando tranquilamente, a los pocos minutos me pregunto si tenia marihuana, “No” le dije. Seguimos hablando y hasta que llegamos a La Negra me insistió 7 veces más, ¿Seguro que no tienes marihuana? Repetía constantemente. Cuando llegamos le pregunté si tenia hambre y si había desayunado, no le hizo falta contestar, había visto esa expresión decenas de veces en mi. Venga ven conmigo le dije, te invito a desayunar.

Mientras degustaba mi tercer desayuno de la mañana, contemplaba como mi compañero disfrutaba el suyo. Me hizo muy feliz poder ayudarle, yo había pasado por lo mismo miles de veces. Mientras tomábamos el café me contó que no se encontraba muy bien del estomago desde hacia varios días, le entendía perfectamente. Le dije que resistiera, que se le acabaría pasando.

A la hora de despedirnos me pidió que le dejara acompañarme. La idea no me hacia ninguna gracia, le faltaba mucho al pobre muchacho para poder seguirme el ritmo, pero quería ayudarle por lo que fui totalmente sincero: “No estas preparado amigo, me he cruzado desiertos muy duros en este viaje y no lo estas. No es por que estés desesperado por fumar marihuana, ni porque estés malo del estomago, es porque lo primero que me dijiste al conocerte es donde esta la estación de camiones para que te remolquen hasta Santiago. Antes de empezar ya estabas vencido, nunca quisiste meterte en este desierto. Aunque sea sáltate los primeros 500 kilómetros que son los mas duros y si coincidimos nuevamente por la ruta, pedalearemos juntos pero por zonas mas fáciles”. Nos despedimos y cada uno siguió su camino.

Los primeros kilómetros pedaleando por el Desierto de Atacama no pude evitar acordarme de Lucho, el ciclista colombiano con quien compartí ruta desde Trujillo hasta Lima. Juntos atravesamos el desierto mas duro de toda Sudamérica. El si que era un guerrero, un hermano, un luchador, un valiente!!!

Antes de que caiga la noche me interno en el desierto abandonando la carretera, instalo mi campamento, cocino la cena con mi hornillo fabricado con media lata de Coca-Cola y alcohol de quemar, miro las estrellas y cierro los ojos hasta que el sol vuelve a salir por el horizonte.

Por la mañana me racionalizo el agua para llegar hasta Paposo, y en los últimos 30 kilómetros hasta la costa me esperaba una tremenda bajada que desciendo a 88 km/h, mi nuevo récord de velocidad.

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(La bajada del desierto hasta la costa)

Bordee 50 kilómetro por la costa para llegar a Taltal, donde pasé la noche en la playa junto a una hoguera escribiendo mi diario. En el desierto los días son calurosos y soleados, pero las noches son frías. Después de la dura jornada del día siguiente, escribí una nueva hoja en mi diario:

“Ha merecido la pena… madrugar en Taltal, cargar la bicicleta con comida y 7 litros de agua, pedalear 20 kilómetros cuesta arriba para adentrarme nuevamente en el desierto, luchar contra el calor, el sol y el viento hasta el atardecer, dejar la carretera para adentrarme 500 metros en las arenas de Atacama, recorrer durante una hora la orilla del asfalto recogiendo trozos de madera para calentarme por la noche, cocinar la cena, instalar el campamento…después de todo el esfuerzo y de no parar en todo el día, por fin me siento junto al fuego bajo la luna y las estrellas, rodeado de oscuridad y calma. No es fácil construir estos momentos y el trabajo que lleva es muy duro, pero merece la pena”.

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(Colorado On The Road en el Desierto de Atacama)

Amanezco en el desierto, continuo lidiando con las cuestas de 20 km y llego a Chañaral. En cuanto entro en la ciudad pregunto por la playa para acampar, pero ya no hay playa. Unas semanas antes cayó una riada después de décadas sin llover, arrasando la ciudad y cambiando totalmente la geografía. Me acerco a la zona cero y contemplo la destrucción total. Casas derruidas, furgonetas encima de tejados, escombros por todas partes y la playa sustituida por un agujero lleno de restos de la catástrofe.

Terremotos, inundaciones, volcanes, sequias, diluvios, Chile es un país de extremos y es justamente por lo que son tan duros los chilenos, y a la vez tan solidarios. Termino acampando con los voluntarios que llegaron de todo el país para ayudar a sus compatriotas, comparten conmigo su comida y sus experiencias. Se sentían frustrados porque ya no llegaba tanta ayuda. En el Sur de Chile el volcán Chalbuco había entrado en erupción y toda la atención de la prensa estaba enfocada en él. Por la mañana me despedí de todos los voluntarios y atravesé de nuevo la zona cero de la ciudad.

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(Destrucción en Chañaral)

Continuo mi viaje por el desierto pedaleando como una bestia, los días pasan tranquilos y cada vez estoy más cerca de la capital. Pero la llanta trasera va a peor y la fisura es más grande. La mañana que amanezco en el pequeño pueblo de Domeyco, vuelvo a revisar su estado y decido tomar medidas, sino no lo lograríamos. Busco un taller de coches y les pido que me dejen utilizar algunas herramientas y hurgar en una montaña de metales inservibles. Acceden encantados y encuentro una vieja cadena, corto un eslabón y lo deformo hasta darle forma de pinza, con la medida perfecta de la llanta. El invento resulta pero a los pocos kilómetros la pinza se suelta, la llanta se abre y la rueda explota.

Avanzo un poco más hasta llegar al siguiente pueblo e instalo el campamento. Trabajo para hacer una nueva adaptación a mi arreglo y que la llanta aguante hasta Santiago. Fijo un radio extra para reafirmar la sujeción, fabrico lengüetas con una botella de plástico para cubrir la fisura por el interior, y suavizar el contacto con la cámara.

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(Estado y reparación de la llanta trasera)

Amanece y la hora de poner a prueba el apaño había llegado. Cada 15 minutos me detenía para revisar la rueda pero siempre estaba bien. Seguí avanzando hasta que llegué a un descenso de varios kilómetros. Bajo lento, quemando las pastillas de freno hasta que me digo, “Que carajo!!!” Dejé de frenar y empecé a tomar velocidad hasta que me puse a 60 km/h durante varios minutos. La pinza lo aguanto sin inmutarse y lo más importante, resistió los 600 kilómetros hasta Santiago.

Después de una semana veo la capital y a sus puertas aparece una nueva fisura en la llanta. Intento arreglarla para que aguante con un pasador de resorte pero acabo empujando a Bucéfalo. Con la rueda de atrás machaca me recibe en su casa Jaime, un gran amigo español. Estaba rendido y agotado, pero me espabilé en cuanto me empezó a dar jamón serrano. Jaime también ha viajado por todo el mundo y siempre ha sido una inspiración para llevar a cabo mi aventura. Los días en Santiago me hizo sentir en familia junto a su pareja y sus compañeros de casa.

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(Grandes momentos en Santiago de Chile)

Me quedaban 20 euros y Bucéfalo estaba destrozado. Intenté que alguna tienda chilena de ciclismo me apoyara, pero nada. No podía esperar a que la nueva llanta viniera a mi, tenia que salir ahí fuera a luchar por encontrarla. Diseñe 10 postales e invertí todo lo que me quedaba en imprimir 10 de cada una. Mi estrategia era simple, buscar ayuda en los ciudadanos de a pie.

Durante 8 horas estuve en la Plaza de Armas con toda mi equipación, un pequeño mapa con toda mi ruta, las 100 postales en un álbum y un cartel en el que escribí: “Vuelta al Mundo”. No tenía ni idea de que iba a pasar, pero poco a poco fui atrayendo la atención de los chilenos que se acercaban en pequeños grupos.

Primero les exponía en que consiste mi proyecto, la ruta que había llevado hasta el momento y que me quedaba por delante. Enseñaba las postales y contaba la divertida historia que había detrás de cada una, después siempre me preguntaban por su precio, yo simplemente decía que las regalaba a colaboración para poder arreglar a Bucéfalo. En mi opinión, creo que hubo dos factores que determinaron el éxito de la campaña: 1º La solidaridad chilena. 2º Una explicación de mi forma de ver el viaje que me salía del corazón: “A mi no me importa pasar frío, calor, que me llueva o nieve, soportar el hambre, atravesar montañas, selvas o desiertos, pedalear contra el viento, dormir durante semanas en la tienda de campaña y prescindir de la higiene personal que conlleva el viaje, siempre que pueda despertarme por la mañana y seguir pedaleando, seguir luchando por este sueño. Ver así a Bucéfalo me esta matando”.

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(En la Plaza de Armas repartiendo postales)

La respuesta de los chilenos fue excepcional. Al día siguiente volví al mismo lugar y recaude el doble que el primer día. Conocí a Carlos Carballo, propietario del Taller Chicle, y me proporcionó el último empujón que necesitaba: Repuestos de primera calidad a precio de coste y mano de obra gratuita. Durante dos días Carlos se dedicó a Bucéfalo, le cambió las dos llantas, el eje delantero y volvió a enradiar las dos ruedas, pusimos neumáticos y cámaras nuevas, cadena, juego de piñones, sistema de cableado y frenos nuevos. Mi Potro había vuelto!!!

Después estuve trabajando con el ordenador en casa de Jaime. Cada vez que me levantaba a estirar las piernas iba al establo a ver a mi Potro, me quedaba embobado observándolo. Es sencillamente único en su especie.

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(Colorado On The Road levantando a Bucéfalo totalmente reparado en el Taller Chicle)

El resto del tiempo en Santiago lo dedique a pasarlo ociosamente, a reencontrarme con Andrea Camacho (Proyecto El Sur es el Norte), con mis colegas españoles Jaime y Henry, conociendo otros viajeros, riendo, bromeando, disfrutando del momento de alivio y paz.

Antes de continuar y despedirme de la ciudad, la cadena de televisión Chile Visión me hizo un reportaje que grabamos durante día y medio, en el que un mensaje quise dejar claro: “Gracias Chile, estáis siendo mi talismán!!!

El momento de seguir adelante siempre llega, aunque había hecho la parada mas larga de todo el viaje, 14 días. Tenía las piernas que me pedaleaban sonámbulas por las noches, los músculos pidiéndome guerra y Bucéfalo inquieto por devorar kilómetros. Era hora de volver a la aventura.

Seguí rumbo hacia el Sur para llegar hasta Osorno, de ahí viraría al Este para alcanzar el Paso de Samoré y entrar en Argentina. Los primeros días fueron fáciles, el paisaje cambió del desierto a los bosques y praderas. Dormía en las vías de servicio COPEC, eran como un hotel 5 estrellas en las que encontraba césped para acampar, luz, seguridad, baños, duchas, agua y tranquilidad. Todos los días me paraba gente en la carretera, me había convertido en el famoso ciclista español que había salido en Chile Visión. Nos sacábamos fotos, me daban donativos, me invitaban a comer y firmaba postales.

El clima cambio y la lluvia empezó leve, pero a medida que continuaba mi camino hacia el Sur era cada vez más intensa. Terminó derivando en tormentas descomunales, la opción de acampar en campo abierto dejó de ser viable. Varios días me hospedaron, otros acampaba en cobertizos o zonas techadas para protegerme de la lluvia, secar la ropa y despreocuparme de las inundaciones. Cada noche siempre tuve a alguien que me ayudaba a encontrar refugio.

El clima no lo puso fácil pero finalmente llegué al Paso de Samoré. Era momento de despedirme de Chile y enfocarme en Argentina. Los policías fronterizos estaban esperando a que llegara para sacarse una foto conmigo, un país encantador desde el principio hasta el final.

El Paso de Samoré es una camino de 40 kilómetros a través de Los Andes que conecta los dos países vecinos. Un puerto de montaña de 1305 msnm que desde hacía dos días estaba cubierto por la nieve. El frío era intenso y el sol estaba cerca de ocultarse, pero decidí pedalear 15 kilómetros y dormir en el paso entre los dos países. La nevada empezó débil pero a medida que escalaba cobró mucha más fuerzas. Conseguí llegar con el último rayo de luz a los carpones donde guardan las máquinas quitanieves, y pasé la noche en su interior. Encendí un pequeño fuego con madera húmeda que marco la diferencia entre la desesperación y la ilusión. Fue una noche muy autentica.

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(Durmiendo en el Paso de Samoré)

Por la mañana el operario de las quitanieves, antes de empezar su turno me dejo un termo de 1,5 litros lleno de café caliente junto a la tienda. Mientras escuchaba sus pasos alejarse, a medida que me despertaba creo que pude gritar “Gracias” unas 20 veces.

Con el cuerpo lleno de cafeína me puse en marcha, el último asalto con Los Andes estaba listo. Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y ahora para cruzar a Argentina. Con esta impresionante cordillera he vivido mil y una batallas. Era hora de encarar la última.

Nevó durante toda la noche y pedalear no era posible cuesta arriba, solo podía empujar. En muchas ocasiones por cada 3 pasos retrocedía 2, resbalándome en el hielo. Los camiones se quedaban atascados, los coches paraban a poner las cadenas, mi ropa se mojó y si me paraba me congelaba, si me movía entraba en calor. Solo me detuve en dos ocasiones para ayudar a poner las cadenas a dos vehículos.

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(La última batalla con Los Andes)

La última batalla la mejor!!! Me repetía constantemente cuando coroné la cima del Paso de Samoré. Luego descendí hasta la frontera y entré en Argentina.

Uno nunca sabe lo que se va a encontrar, que ocurrirá o que problemas tendrá que superar. Lo que siempre me ha movido en los momentos difíciles es:

“Las soluciones no se encuentran quedándose quieto o mirando atrás.

La respuesta siempre esta adelante, nunca hay que dejar de avanzar.”

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Vídeo del trayecto en el Sur de Chile hasta el Paso de Samoré:

Bolivia

Etapas

03/04/2015 Copacabana – Huarina (82 Km).

04/04/2015 Huarina – La Paz (78 Km).

05/04/2015 Descanso en La Paz.

06/04/2015 Descanso en La Paz.

07/04/2015 Descanso en La Paz.

08/04/2015 Descanso en La Paz.

09/04/2015 La Paz – Patacamaya (103 Km).

10/04/2015 Patacamaya – Colpapucho (50 Km).

11/04/2015 Colpapucho – Pazña (165 Km).

12/04/2015 Pazña – Sevaruyo (94 Km).

13/04/2015 Sevaruyo – Keluyo (94 Km).

14/04/2015 Keluyo – Uyuni (70 Km).

15/04/2015 Uyuni – Isla Inkawasi (95 Km).

16/04/2015 Isla Inkawasi – San Juan (82 Km).

17/04/2015 San Juan – Ollagüe (Entrada en Chile) (77 Km).

Bolivia

Entrar en Bolivia significaba que entraba en mi país número 31, pero la geografía no dejaba marguen de diferencia, aun seguía en el Altiplano de los Andes Centrales y no descendería de los 3600 msnm hasta llegar a la frontera chilena.

Donde pasar mi primera noche fue una decisión fácil. Pedalee con las últimas horas de luz hasta la costa del Lago Titicaca en la ciudad de Copacabana. Encontrar un lugar tranquilo donde acampar fue algo mas complicado de lo que imaginaba. Debido a la cercanía de la Semana Santa, las orillas del lago estaban repletas de campistas nacionales que habían llegado para pasar las fiestas.

A medida que me alejaba de la costa de la ciudad, iba encontrando cada vez menos bullicio y era exactamente lo que necesitaba, tranquilidad. Finalmente acampé a unos 20 metros de un grupo de viajeros.

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(Acampando a orillas del Lago Titicaca)

Una vez instalé mi campamento a orillas del lago, me acerqué a conocer a mis vecinos de procedencia francesa y colombiana, a calentarme con el fuego de su hoguera y compartir unas cervezas. No tardé en irme a dormir, las duras pedaladas del día no te dejan marguen para la vida nocturna. Pero acercándose el reloj a las 23:00 pm, una patrulla de la policía vino a mi solitario campamento, me despertaron a voces para que saliera de mi calentito saco de dormir y presentara mi documentación. En cuanto me puse en pie y mostré mi pasaporte me preguntaron: Huele usted a alcohol ¿Ha estado bebiendo? Un par de cervezas contesté. ¿Sabe que esta prohibido beber en la vía pública? Me quedé pensando que carajo me estaban echando en cara cuando estaba en una zona arbolada alejada de la ciudad, mientras en la verdadera vía pública estaban decenas de bolivianos bebiendo junto a la orilla, y yo llevaba durmiendo hacia ya varias horas.

Fueron muy severos con su decisión, ¨Recoge todo, súbelo a la furgoneta que nos vamos a la comisaría¨ me dijeron. No daba crédito a lo que me estaba pasando, pero desde el principio sabía perfectamente lo que querían, y sus bromas y risas los delataron con claridad. Lamentablemente para ellos soy un terco cabezón que ni de broma iba a estar por la labor de aflojar la billetera y darles la propina que andaban buscando, así que decidí mi estrategia en cuestión de segundos y la lleve a cabo: ¨De acuerdo señor policía, no se preocupe que cooperare en todo lo que usted requiera, necesito 40 minutos para recoger todo mi campamento y subirlo a su furgoneta. Pero primero notifíqueme a que comisaría me van a trasladar, ya que esta es una situación nueva para mi, y quisiera llamar a un amigo de la Embajada Española para informarle de este suceso¨.

Mientras tecleaba en mi teléfono móvil números aleatorios, se miraron entre los 6 policías las caras de imbécil que se les había quedado, y rápidamente me dijeron que por esta vez iban a hacer la vista gorda. Así que volví a entrar en mi querida tienda de campaña disfrutando del farol que se habían comido, y continuar planchando la oreja en mi mullidito saco de dormir, un tiempo al menos.

Cuando estaba inmerso en un profundo sueño, a las 03:00 am el sonido de unas voces y de la música me despertaron. Salí a descubrir de donde procedía tal escandalo y para mi sorpresa, de entre todas las zonas libre que había a decenas de metros de mi campamento, tres jóvenes bolivianos habían decidido instalar su tienda de campaña justo al lado de la mía, para emborracharse y escuchar música a todo volumen. Me acerqué a ellos para pedirles que aunque fuera quitaran la música, ya que estaban tan borrachos que seguro no iban a tardar en perder el conocimiento, pero uno de ellos me sorprendió con una pregunta: ¿Pero tú de donde eres? Yo soy Español le contesté. Entonces este impresentable me dijo algo que me dejo atónito: ¨Gringo de mierda, vete a tu puto país¨. No pude moverme, no pude decir nada, solo pude permanecer de pie frente a ellos durante un par de minutos, mientras me hervía la sangre. Los primeros instantes solo intenté no dar rienda suelta a mi frustración, lo cual me hubiera llevado a dormir el resto de la noche, y a despertarme con la visión de sus cuerpos aun flotando en el Lago Titicaca. Ellos se miraban sin entender que se me estaba pasando por la cabeza. Los últimos segundos, cuando entre en razón, pensé en una salida razonable, ¿Pero que iba a hacer? ¿Llamar a la policía corrupta? Así que tomé la decisión mas inteligente y que menos problemas me iba a dar, pedirles que intentaran hacer el menor ruido posible y volver a dormir. Por supuesto la reacción de ellos fue subir aun mas la música y continuar bebiendo a voces, pero por suerte pasada media hora la borrachera los silencio en un profundo sueño.

A las 07:00 am mi despertador sonó, halla pasado lo que halla pasado por la noche, yo me levanto con la luz del alba y continuo mi viaje, no hay excusas para seguir durmiendo, sino razones para seguir adelante.

Antes de irme de Copacabana, fui a desayunar al mercado con el viajero colombiano que conocí la noche anterior. Me enseño un poco la ciudad y compartimos unas cuantas aventuras. Nos despedimos, crucé el cerro para embarcarme en un pequeño bote que me llevaría al otro lado del estrecho de Tiquina y puse rumbo a La Paz.

Con dos etapas llegue a la capital, y desde el barrio llamado El Alto accedí a la autopista que desciende serpenteando el valle, para llevarme al centro de la ciudad. Tenía claro donde iba a hospedarme, en la Casa Ciclista de Cristian. Ya le había avisado de mi llegada vía email y él me estaba esperando. Ya instalado y con el ordenador conectado, escribí a la viajera colombiana del proyecto ¨El Sur es el Norte¨, Andrea, a quien había conocido subiendo el Machu Picchu. Desde que nos conocimos no perdimos el contacto y nos esforzamos en coordinar nuestra llegada a La Paz, para ir juntos a conocer Las Peleas de Cholitas. Tampoco me olvidé de mi gran amigo Luis Carlos, ciclista colombiano con el que compartí las pedaladas para llegar a Lima, con quien coincidí en Cuzco y también había planificado coincidir en La Paz.

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(Llegada a La Paz)

Andrea fue rápida en su respuesta y quedamos en vernos al día siguiente en la Iglesia de San Francisco, para ir a conocer el espectáculo de las Cholitas. Pero Lucho no dio respuesta.

A la mañana siguiente, decidido a domar mi alocada melena fui directo a una peluquería del centro. Cuando pasé en frente de la Iglesia de San Francisco me topé con un improvisado puesto que Lucho había montado. Estaba con su bicicleta apoyada en la pared y sobre una bandera de Colombia que tenia en el suelo, mostraba los laberintos que el mismo fabricaba con cables de metal, en un intento de recaudar fondos para salir de la dura situación económica que atravesaba.

Nos fundimos en un fuerte abrazo que duro un año, le pregunté que carajo estaba haciendo y nos pusimos al día. Yo acababa de ganar un buen dinero por un trabajo que realice para la Editorial Santillana, así que le pedí que recogiera su puesto porque sus problemas económicos ya estaban solucionados. Decidió esperar a que volviera de cortarme el pelo, así que intente ser lo más rápido posible.

Ya de vuelta fuimos juntos a la casa ciclista y de camino compramos comida en abundancia en un supermercado. Nadie mejor que yo sabe el desgaste acumulado que se alcanza tras duras jornadas de pedaleo, y quería cuidar de mi hermano colombiano. Con el estomago lleno de arroz, pollo y patatas, salí a comprar una botella de ron para brindar con mi compañero. De camino hice una parada en el cajero para darle una ayuda a mi querido amigo.

El reloj marco el inicio de la tarde y era hora de acudir a la Iglesia de San Francisco para reencontrarme con Andrea, e ir a conocer Las Peleas de Cholitas. Por supuesto invite a Lucho a que nos acompañara, como una familia de viajeros.

La verdad que esperaba una pelea aburrida de Pressing Catch, pero fue un espectáculo ver volar por los aires a las pequeñas luchadoras dentro del cuadrilátero, además el ron lo animó mucho más. Disfrutamos de esos momentos juntos, la vida de los viajeros de diferentes nacionalidades siempre hacen las coincidencias mas emocionantes, ya que no sabemos cuando nos volveremos a reencontrar.

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(Colorado On The Road recibiendo una paliza de las Cholitas)

Pasados unos días, la primera en partir fue Andrea hacia el interior de Bolivia. Después fui yo quien puso rumbo hacia Uyuni, despidiéndome para siempre en esta aventura de mi hermanito pequeño. Lucho había tomado la decisión de regresar a Colombia, lo que hacia imposible que nuestras pedaladas nos volvieran a unir.

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(Colorado On the Road y Luis Carlos, alias Lucho, alias Colombia)

Para salir de La Paz, podía optar por la autopista de 12 kilómetros con una pendiente muy moderada, o salir en línea recta por la cara mas empinada de la montaña y hacer solo 3 kilómetros para regresar a El Alto. Durante este viaje siempre he tenido una inquietud que no he sabido resolver. Cada vez que estoy triste y retomo la carretera, tengo la necesidad de sufrir haciendo marchas de grandes distancias y hasta altas horas de la noche. Es como si quisiera consumir mis lamentos.

Tomé la salida mas dura de la ciudad. Encaré directamente la montaña perdiendo la capacidad de pedalear, la pendiente era tan pronunciada que mientras empujaba a mi potro tenia que parar a respirar cada poco tiempo. La altura hacia que el oxígeno escaseara y la elevada polución provocaba que el aire que inhalaba ardiera en mis pulmones. Con un gran esfuerzo coroné la cima del valle, miré atrás y me despedí de la ultima visión de La Paz.

Mi primera noche fuera de la capital boliviana la pasé en un económico hostel, regentado por una encantadora señora que me dejó su mejor habitación, al precio de la mas barata. Por la mañana me regaló la bandera de Bolivia y me acompaño hasta la calle junto a su marido para despedirme y desearme buena suerte, eran simplemente encantadores.

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(Bucéfalo recibiendo la bandera de Bolivia)

A medida que avanzaba por el interior del país, la gente se volvió cada vez mas cercana. Cuando paraba a comer siempre me daban doble ración, me hacían preguntas sobre mi viaje, me hospedaron en unas termas y me daban las gracias por llevar su bandera. Una valoración que tuve hace ya mucho, es que la actitud de unos pocos no puede ser la imagen de muchos. A pesar de mi desafortunada primera noche en Copacabana, un cretino es un cretino, y lamentablemente hay muchos en este mundo. Pero eso no quiere decir que por cruzarme con uno vaya a catalogar a las personas de su misma nacionalidad con la misma sombra. Esos prejuicios solo ciegan la verdadera imagen de una sociedad.

Los últimos 250 kilómetros hasta Uyuni la carretera dejó de existir. La pista de tierra era mi nueva carretera, el barro, los baches y las rocas mis nuevos compañeros. Por el día el viento pega duro pero al atardecer se relaja, así que apuro mis pedaladas bajo la luz de mi linterna. A la hora de acampar me cuesta irme a dormir, sin ningún rastro de luz, el cielo brilla con miles de estrellas. Las noches son frías pero los días cálidos. Los obreros que construyen la carretera que unirá Santiago de Huari con Uyuni, duermen en grandes campamentos que cada medio día visito para conocer sus cantinas, y almorzar bajo su invitación.

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(Colorado On The Road atravesando Bolivia)

Finalmente alcanzo la ciudad de Uyuni, una de las paradas del Dakar. Con tan solo una noche de descanso me preparo para la aventura que mas deseaba vivir en Bolivia, cruzar el Salar de Uyuni.

Desde el pueblo de Colchani pongo rumbo a la entrada del mayor desierto de sal y a mayor altitud del mundo. A medida que me aproximo al primer acceso, me doy cuenta de que esta totalmente inundado. Los todoterrenos que transportan a los turistas superan el obstáculo con facilidad, pero yo no puedo cometer ningún error o sino mi potro podría ahogarse en las aguas saladas, y con él perder todo mi equipo electrónico.

Esperé pacientemente para observar que ruta escogían los experimentados guías bolivianos al volante de sus todoterrenos, hasta que encontré una ruta que no era tan profunda. Cogí aire y comencé a pedalear con firmeza sobre el agua a medida que esta ganaba profundidad. En varios tramos pedaleaba con el agua por las espinillas, pero Bucéfalo cumplió y juntos superamos el obstáculo, ya estábamos dentro del salar.

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(Colorado On The Road después de atravesar la entrada inundada)

Había invertido demasiadas horas de luz en llegar hasta ese punto, y aun tenia 75 kilómetros hasta la Isla de Inkawasi situada en el centro del desierto salado. La llanura era eterna, el suelo firme y la sal crujía bajo las ruedas. El sol se reflejaba en la sal, a mas de 3660 msnm y próximos al ecuador, la radiación solar era intensa por lo que cubrí cada centímetro de la piel de mi cuerpo para evitar abrasarme. Pero mi mayor enemigo fue el fuerte viento en contra que soplaba constantemente, y arrastraba temperaturas de 10 ºC.

Con las horas de luz pedalee contento y emocionado, disfrutando de la experiencia y en ocasiones cerraba los ojos durante largos instantes, total, no había nada contra lo que pudiera chocar. Pero no presté atención a lo lento que avanzaba por causa del viento, ya que no disponía de ninguna referencia geográfica a mi alrededor.

Hipnotizado por el apasionante atardecer, me escudé en la esperanza de que el viento dejara de soplar con la oscuridad y poder abarcar con rapidez los últimos 20 kilómetros hasta la rocosa Isla de Inkawasi. Pero no fue así.

En pocos minutos estaba rodeado por la mas profunda oscuridad, la temperatura cayó en picado, el viento sopló con mas fuerza y avanzaba lento bajo la débil iluminación de mi linterna. El verdadero reto había comenzado.

Avanzaba a una media de 7 Km/h y necesitaba pararme a descansar cada 30 minutos, a ese ritmo tardaría tres horas y media en llegar a la isla. Cuando estaba a menos de 10 kilómetros de llegar a mi objetivo, me detuve totalmente agotado. Deje tumbado a Bucéfalo sobre la sal y me senté junto a él para que me protegiera del helado viento. Abrí una de sus alforjas y saque una lata de cerveza que había comprado para celebrar una victoria que aun no había llegado. Apagué la luz de mi linterna y dejé que la oscuridad me envolviera por completo, estaba desesperado. Cuando di el primer trago de cerveza alcé la cabeza y me quedé embobado con un espectáculo irrepetible, millones de estrellas, polvo cósmico y constelaciones saludándome. Entonces viví una de las más extrañas emociones que solo en este viaje he vivido. Comencé a reírme a carcajada limpia, me levanté emocionado gritando al infinito mientras saboreaba la cerveza de la victoria. En ocasiones olvido la gran aventura que estoy viviendo debido a la responsabilidad que me impongo de alcanzar cada objetivo, pero cuando recuerdo porque estoy aquí, porque lo hago, la adrenalina explota en mi y no puedo dejar de sonreír.

Cuando levanté a Bucéfalo del suelo, lo hice convencido de mis dos opciones, llegar a la Isla de Inkawasi o llegar a la Isla de Inkawasi. A pesar del cansancio de la dura jornada, pedalee los últimos kilómetros con mas fuerza que cualquier otro del día. Una inmensa roca se alzaba en la planicie salada, y con ella un refugio que frenaba el viento y me proporcionó el campamento perfecto para dormir sin congelarme.

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(Amaneciendo en la Isla de Inkawasi)

A la mañana siguiente miraba el Salar de Uyuni desde otra perspectiva. Brújula en mano tenía que pedalear hacia el sur para alcanzar el pueblo de Chuvica, ya en tierra firme, y el viento lo tenia de espaldas convirtiéndose hoy en un aliado.

Con energías renovadas, invertí parte de la experiencia en inmortalizar el momento con numerosas fotografías y llevar acabo una hermosa tradición del salar, pedalear desnudo.

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(Colorado On The Road y Bucéfalo en el Salar de Uyuni)

Cuando abandoné el implacable desierto miré atrás, y di por concluido el mayor reto en tierras bolivianas. Desde Chuvica hasta San Juan pedalee duro por pistas de tierra y nuevamente la noche me dio caza, pero complete la etapa con éxito. Éxito que merecía la recompensa de dormir bajo techo y sobre un colchón. De todos los hostel que hay en San Juan, justo el primero en el que entré me deparó una sorpresa.

Mientras hablaba con la encargada y me daba la mala noticia de que no había ni un hueco libre, Andrea cruzo la habitación para abrazarme con fuerza, tremenda casualidad. El hostel estaba dividido en habitaciones compartidas, designadas para cada vehículo de agencias privadas que hacen tours de varios días por el salar. Después de hablar con las compañeras de Andrea y con la encargada, me dejaron dormir en el suelo de su habitación con un colchón. Las chicas no habían acabado con la cena que les sirvieron, así que di rienda suelta a mi apetito devorando una ensalada, una sopa y 4 pechugas de pollo.

Cuando todos se fueron a dormir, Andrea y yo estuvimos hablando hasta tarde, poniéndonos al día de todo lo que vivimos desde La Paz. Lo que mas me marco fue cuando me contó que a Lucho le robaron la bicicleta, dejándole la única opción de volver a Colombia en autobús. Malditos Bastardos!

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(Colorado On The Road y Andrea en San Juan)

Por la mañana nos despedimos con la esperanza de que ambos viajes se volvieran a unir en Santiago de Chile. Yo tenía casi 80 kilómetros cruzando el Salar de Chiguana hasta el paso de Ollagüe, y despedirme así de Bolivia.

Cruzaría a Chile desde el volcán Ollagüe y comenzaría a descender hasta la costa, dejando atrás el Altiplano. Nunca hay excusas para detenerse, sino razones para seguir adelante.

¨Creyendo en los sueños es como los creamos.

Sigue creyendo,

sigue soñando,

sigue creando.¨

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Peleas de Cholitas Cholitas:

Salar de Uyuni:

Perú

Etapas

06/02/2015 Tumbes – Zorritos (35 Km).

07/02/2015 Descanso en Zorritos.

08/02/2015 Descanso en Zorritos.

09/02/2015 Descanso en Zorritos.

10/02/2015 Descanso en Zorritos.

11/02/2015 Zorritos – El Alto (97 Km).

12/02/2015 El Alto – Sullana (118 Km).

13/02/2015 Sullana – Km 912 de la 1N (119 Km).

14/02/2015 Km 912 de la 1N – Mórrope (94 Km).

15/02/2015 Mórrope – Pacanguilla (91 Km).

16/02/2015 Pacanguilla – Paiján (104 Km).

17/02/2015 Paiján – Trujillo (52 Km).

18/02/2015 Descanso en Trujillo.

19/02/2015 Descanso en Trujillo.

20/02/2015 Descanso en Trujillo.

21/02/2015 Trujillo – Santa (121 Km).

22/02/2015 Santa – Km 347 de la 1N (105 Km).

23/02/2015 Km 347 de la 1N – Huarmey (61 Km).

24/02/2015 Huarmey – Km 250 de la 1N (47 Km).

25/02/2015 Km 250 de la 1N – Huancho (104 Km).

26/02/2015 Huancho – Chacra y Mar (80 Km).

27/02/2015 Chacra y Mar – Lima (82 Km).

28/02/2015 Descanso en Lima.

01/03/2015 Descanso en Lima.

02/03/2015 Descanso en Lima.

03/03/2015 Descanso en Lima.

04/03/2015 Descanso en Lima.

05/03/2015 Descanso en Lima.

06/03/2015 Lima – Trébol (158 Km).

07/03/2015 Trébol – Paracas (85 Km).

08/03/2015 Paracas – Santiago (96 Km).

09/03/2015 Santiago – El Ingenio (88 Km).

10/03/2015 El Ingenio – Nazca (39 Km).

11/03/2015 Nazca – Villatambo (40 Km).

12/03/2015 Villatambo – Puquio (100 Km).

13/03/2015 Puquio – Km 190 (34 Km).

14/03/2015 Km 190 – Negro Mayo (41 Km).

15/03/2015 Negro Mayo – Promesa (80 Km).

16/03/2015 Promesa – Santa Rosa (80 Km).

17/03/2015 Santa Rosa – Abancay (50 Km).

18/03/2015 Abancay – Cuzco (Remolcado) (200 Km).

19/03/2015 Descanso en Cuzco.

20/03/2015 Descanso en Cuzco.

21/03/2015 Descanso en Cuzco.

22/03/2015 Descanso en Cuzco.

23/03/2015 Descanso en Cuzco.

24/03/2015 Ruta mochilero hasta Aguas Calientes.

25/03/2015 Visita al Santuario Histórico de Machu Picchu.

26/03/2015 Descanso en Cuzco.

27/03/2015 Cuzco – Cusipata (85 Km).

28/03/2015 Cusipata – Marangani (89 Km).

29/03/2015 Marangani – Pukara (117 Km).

30/03/2015 Pukara – Juliaca (67 Km).

31/03/2015 Descanso en Juliaca.

01/04/2015 Juliaca – Ilave (102 Km).

02/04/2015 Ilave – Copacabana (Entrada en Bolivia) (91 Km).

Perú

Mis últimos metros en Ecuador me llevaron hasta el puente de la Paz y con ello a la entrada fronteriza peruana. Perú pasa a ser el país 29º de esta gran aventura, y me iba a deparar varias de las experiencias mas duras que he vivido desde que me subí en la bicicleta en España.

Mi primera noche acampé en Tumbes, pendiente de una llamada que llevaba semanas esperando a realizar. Con la salida del sol fui a una cabina telefónica, marque un numero peruano y en cuanto contestaron salió de mi boca: Que pasa Nachooo!!!

Desde varias semanas atrás estábamos cuadrando esta reunión, mi camino hacia el Sur me llevó a reunirme con un viajero español que iba al Norte, Nacho Dean. Ambos coincidíamos en un mismo objetivo, dar la vuelta al mundo, pero Nacho la estaba llevando a cabo andando y llevaba ya mas de 25.000 km.

Pedalee 35 kilómetros hasta Zorritos donde quedamos en reunirnos. Después de un fuerte abrazo almorzamos y decidimos acampar en el Hostel Ecológico de unos españoles, Grillo Tres Puntas. En ningún momento pudimos dejar de contar todas nuestras experiencias hasta el momento, fue como hablar con un espejo en el que ambos nos veíamos reflejados.

Por la mañana Nacho debía continuar hacia Ecuador y yo me quedaría unos días mas, aceptando la invitación de Ana y León, los propietarios del Hostel, de quedarme ha descansar sin coste alguno. En poco tiempo Nacho y yo construimos una amistad que normalmente tardaría meses en crearse. Con un gran abrazo nos despedimos y le acompañe hasta la puerta para darle el último adiós.

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(Nacho Dean & Colorado On The Road) 

Durante varios días pude descansar y trabajar con el ordenador. Cada mañana me despertaba en la playa y empezaba el día con un baño en el mar. Comencé a trabajar en un proyecto que me propuso la Editorial Santillana y di rienda suelta a mi creatividad. Cada tarde me relajaba con el sonido de las olas, contemplando la puesta de sol mientras me calentaba con una pequeña hoguera y dormía con un sueño ininterrumpido.

Durante mis días en la playa de Zorritos hice buenas migas con otro español, Marc. Un joven catalán que después de trabajar durante año y medio en Lima, decidió dejarlo todo para viajar por Latinoamérica. Por lo general suelo hacer mis paradas de descanso durante el tiempo suficiente para reponer fuerzas y conocer el lugar, pero no lo suficientemente larga como para echar raíces y que la despedida sea mas dura de lo necesario. Esta vez me salte mi norma.

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 (Primeras etapas en Perú)

Pasada una semana deje atrás Zorritos y continué mi marcha sin un céntimo en el bolsillo, podría haberme esperado a recibir un dinero que tenia pendiente de cobro por un artículo que escribí, pero el cuerpo me pedía volver a la carretera. El primer día me alimente con 4 plátanos y 2 magdalenas. Conseguí llegar al pueblo de El Alto tras pasar mi primer choque con el viento del desierto peruano. Instalé mi tienda de campaña en una gasolinera y la dependienta me pregunto que si había cenado, antes de terminar de contestar ya me estaba sacando un plato de pescado con arroz. Ya había asumido que dormiría con el estomago vacío.

Continuando mi camino hacia Trujillo, sobreviví con unas bolsas de patatas fritas que me encontré en la carretera junto a 8 latas de leche evaporada. En un restaurante fui a preguntar si me podían llenar las botellas con agua del grifo y me acabaron ofreciendo un almuerzo. En la carretera pasé junto a un camión volcado lleno de cebollas, tampoco desaproveché la oportunidad y llene mis alforjas con 5 de ellas. En un peaje paré para ir al baño y el guarda me ofreció nuevamente comida mientras me decía: Estas muy delgado hijo!! Al final del día llegué a Sullana, donde acampe y pude sacar el dinero que ya había recibido. Fue una suerte ya que debía cruzar el desierto de Sechura, y tener algo de dinero me ayudo a hacerlo con los vivieres necesarios.

Después de atravesar la ciudad de Piura me dispuse a adentrarme en el desierto. Mientras abandonaba la ciudad una señora que vendía refrescos a los vehículos, me detuvo para avisarme de que un mototaxi me estaba siguiendo. Te van a asaltar me decía, en cuanto te adentres en el desierto te estarán esperando. Llegué a las casetas del peaje y fui a un policía a decirle lo que me había sucedido. En 5 minutos tenia un coche de policía para escoltarme los primeros 20 kilómetros.

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(Entrando en el desierto de Sechura escoltado por la policía)

Finalizada la escolta me adentre en solitario en la planicie desértica inundada por las dunas. El día fue largo y el viento lo prolongó mas de lo necesario. Luchando a contracorriente conseguí llegar a un pequeño restaurante en mitad de la nada, donde me dejaron dormir en el suelo. Aún tenia 94 kilómetros a través del desierto para llegar al Distrito de Mórrope, y mi mayor enemigo fue nuevamente el viento. Después de 10 horas de batalla y concluyendo el día con una pletórica cena, escribí en mi diario:

Cuando el sol seca tu piel,

la sed pega tus labios,

y el viento te empuja hacia atrás.

Solo tu corazón te mantiene pie,

para luchar hacia delante.

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 (Atravesando el desierto de Sechura)

Durante dos etapas mas añadí un nuevo enemigo en el frente, los mosquitos. Cada noche devoraban el repelente y a mínimo que entrara y saliera de mi tienda de campaña, ellos estaban esperando para invadirla. A pesar de lo mucho que hablo de los obstáculos del camino, disfruté de cada instante porque sabia que al final tendría mi victoria, y no hay nada que sepa mejor que una sufrida victoria.

Mi ultima noche antes de llegar a Trujillo dormí junto a una comisaría de policía, bien protegido y cuidado. Por la mañana se despidieron de mi haciéndome un original regalo, una sandia de 5 kilos. Habilite el trasportín para poder portarla y llegué a la casa ciclista de Trujillo, una de las mas importantes de todo Latinoamérica, donde Lucho me recibió y me otorgó una inmejorable cama. Antes de la necesaria ducha, tenia más necesidad de terminar la historia de la sandia, compartiéndola con todos los cicloviajeros que había en la casa. Era una buena sandia, con un delicioso sabor y escondía un toque especial… el sabor de la sufrida victoria.

Pasé mis días en Trujillo junto a Luis Carlos, un ciclista colombiano, y tres ciclistas franceses. Aprovecho el tiempo trabajando con el ordenador y logro finalizar el proyecto para la Editorial Santillana en el que edité un video motivacional para sus vendedores. Las tardes pasaron tranquilas junto a Lucho, su mujer Araceli y sus hijos, el hiperactivo Lance y su encantadora hija Ángela.

Luis Carlos y yo hicimos muy buena amistad, se acostumbro a que en vez de llamarle por su nombre le llamara Colombia, y el me llamaba a mi España. Todas las mañanas íbamos a desayunar juntos al mismo puesto de bocatas donde llenábamos el buche por solo un dólar, y por la noche cenábamos un menú en el mercado y volvíamos a casa rodando. Si algo puedo decir de la comida peruana, es que es buena, abundante y barata. El ultimo día mientras ayudábamos a Lucho a hacer la mudanza de su casa, Colombia y yo decidimos compartir pedaladas hasta Lima.

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 (Casa ciclista de Trujillo)

A la mañana siguiente nos pusimos en marcha, Colombia tiene muy buena pierna para la bicicleta y avanzamos 121 kilómetros bastante tranquilos. Acampamos y cenamos unos espaguetis antes de aniquilar a los mil y un mosquitos que se metieron en nuestras tiendas de campaña. La segunda jornada fue mucho mas intensa, luchando contra las tormentas de arena y pedaleando las eternas colinas. Agotados dejamos de pedalear en el kilometro 347 de la 1N, donde encontramos un restaurante cerrado y dormimos al raso en sus puertas.

Con la luz del sol nos despertó una amable voz, era Don Clemente el propietario del restaurante. Pasar amigos, por favor poneros cómodos nos dijo. Nos invito a un desayuno que nos devolvió a la vida mientras nos enseñaba un libro de visitas de todos los viajeros que pasaron por su local, y a los cuales había ayudado. Fue un honor firmar y formar parte de el. Al despedirnos remato la faena dándonos a cada uno 20 soles (moneda peruana, 3 soles = 1 dólares) para que comiéramos el resto del día. Son momentos en los que sé, que lo mejor de este viaje son las personas que conozco por el camino y sus apasionantes historias.

Despidiéndonos de la generosidad de Don Clemente comenzamos la tercera etapa en nuestra travesía hasta Lima. Colombia gozaba de una formidable condición física y sobretodo la indestructible motivación del que inicia un nuevo viaje. Yo en cambio sentía las piernas mas cansadas por las miles de pedaladas acumuladas. Nuevamente el desierto nos machacó y en Huarmey mis baterías se acabaron, apenas eran las 16:00 pm pero mi cuerpo dijo basta. Pasamos la noche en la iglesia del pueblo y pude reponer algo de fuerzas.

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(Colorado On The Road pedaleando junto a Luis Carlos, Colombia)

Me desperté con buenas vibraciones y entre bromas le decía a Colombia: Hoy lo damos todo en el desierto!!! Pero el desierto siempre tiene la última palabra. Avanzamos lo que el desierto nos deja avanzar, y probablemente ese fue uno de los días mas duros que pase pedaleando en Perú.

En cuanto dejamos atrás Huarmey, el viento nos dio los buenos días. La arena se levantaba y nos golpeaba todo el cuerpo, en mas de una ocasión solo podíamos andar empujando las bicicletas luchando por no ser derribados. En una parada de descanso junto a unas rocas que nos protegían parcialmente de las sacudidas de la arena, le dije a Colombia mientras bebíamos agua: Si algún día me caso estas invitado a mi boda hermano, y si alguien te pregunta de que me conoces, debes decir que nos conocimos cuando atravesamos juntos el infierno!!!

Fueron palabras que nos hicieron reír y bromear, mientras olvidábamos momentáneamente la batalla que estábamos librando y que pronto nos tocaría retomar. Terminamos llegando a un pequeño restaurante en mitad de la nada, donde pudimos cenar algo y recuperar la sonrisa. Colombia agotado se durmió sobre sus brazos apoyándolos en la mesa. Fue un alivio saber que era humano y que también se cansaba, porque hasta el momento había pedaleado como un animal. Pregunte a la propietaria del establecimiento si nos dejaba dormir en el suelo y nos acabo dejando un cobertizo. Vamos Colombia, vámonos a dormir le decía levantándole de la mesa.

A lo largo de toda esa jornada solo habíamos avanzado 47 kilómetros, caímos rendidos en el saco de dormir a las 20:00 pm y no nos movimos en 10 horas. Esa noche solo pude describir la sensación de luchar contra la nada, escribiendo en mi diario: Hoy el viento era tan fuerte que teníamos que pedalear hasta para ir cuesta abajo, en los llanos sentíamos que pedaleábamos cuesta arriba, y avanzar cuesta arriba, era el infierno.

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(Amaneciendo en mitad del desierto)

Para ahorrar dinero Colombia y yo bebíamos agua del grifo, lo cual nos provocaba ciertas incomodidades que hacia que nuestras necesidades matutinas llegaran puntualmente. A las 06:00 am me desperté para ir corriendo al desierto a echar una buena liberación de peso, cuando termine la tapé echándole arena con los pies, y Colombia cogió el relevo. Cuando regreso le pregunte: ¿Has tapado tu caca con arena como si fueras un gato? Si, me contesto.

Nuestras bromas mañaneras parece que también pusieron de buen humor al desierto y nos concedió una tregua. Con buenas energías pedaleamos hasta cumplir dos jornadas de 104 y 80 kilómetros. Colombia siempre iba delante mío y me sacaba buena distancia. Cuando el paraba compraba galletas y refrescos, se echaba a un lado de la carretera y esperaba a que llegara para que descansáramos juntos.

El ultimo día antes de llegar a Lima conocimos a un Veda que nos ofreció dormir bajo el techo de un devoto del Hare Krishna. Era una casa hecha de adobe y barro, sin agua corriente ni electricidad. Nos brindaron un cuarto para nosotros solos y nos enseñaron a usar un baño seco. Básicamente es un retrete que no funciona con agua y que tiene serrín en el fondo, haces tus necesidades, te limpias el trasero con agua y frotándote con la mano y al acabar echas mas serrín sobre tus desechos. Cuando este lleno el serrín con todo lo que viene se entierra y sirve como abono. Colombia estaba muy sorprendido y fue el primero en usarlo, pero nuestra puntual diarrea llamo a los dos a la vez. Mientras esperaba en la puerta oía a Colombia al otro lado decir lo extraño e inusitado que le parecía. A mi realmente me daba igual, en países musulmanes y en la India hice lo mismo solo que sin serrín, y en ese momento solo quería que Colombia terminara rápido.

Más aliviados fuimos con nuestro anfitrión a dar una paseo por la playa y practicar sandboard en las dunas. Después pasamos una buena noche matando mosquitos y madrugamos para por fin coronar Lima.

A 10 kilómetros de llegar a la capital peruana nos separamos, Colombia iba a la casa de una voluntaria de la ONG Techo con la que colaboraba desde hacia años, y yo iba directo a la casa de un español que me estaba esperando para recibirme, Andrés. Nos dimos tremendo abrazo para despedirnos y con la promesa de volver a coincidir. La dureza de las etapas nos habían unido como hermanos, y juntos fuimos mas fuertes.

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(Últimas pedaladas para llegar a Lima)

El trafico de la capital me hizo pasar instantes muy peligrosos y en un momento un camión casi me lleva por delante. El trafico era muy agresivo y no había lugar para una bicicleta. Llegar al centro fue duro he hice una parada para comer un ceviche en un puesto de la calle. La amable señora no me dejo pagar los 5 soles y me invito al almuerzo. Una vez cerca del barrio de Miraflores la situación se calmo y los carriles para bicicletas aparecieron.

Cuando llegué a la casa de Andrés sentí que las puertas del cielo se abrían. Disfruté de una larga ducha, la gloriosa cena, las cervecitas que nos tomamos riendo mientras compartíamos historias, para después envolverme en las suaves sábanas y dormir como un bebe. Me gustaría decir que tuve un agradable despertar, pero el ceviche que me tomé llegando al centro de Lima me produjo una de las mas terribles diarreas de todo el viaje, dejándome fuera de combate durante dos días.

Pasada la tormenta y los continuos viajes al baño, conocí el centro histórico de la ciudad, pasee por sus calles, visité una exposición de fotografías de la India y caminé por el malecón. Luche por crear una nueva relación con una revista peruana y solucionar mis problemas económicos, pero el barco no llego a ningún puerto. Durante una semana me alimente como un legionario devorando la despensa de Andrés, y repuestas las energías era momento de continuar.

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(Despidiéndome de Andrés en Lima)

Tan prolongado descanso dio sus frutos marcándome una etapa de 158 kilómetros, alimentándome solo a base de plátanos. Por el camino me encontré 5 soles y los invertí en unos paquetes de macarrones para completar el segundo día. El sol apretaba fuerte en mi avance hacia Nazca, pero las noches eran frías. Acampando en medio del desierto me dormí destapado y acalorado, el sueño fue tan profundo que no me di cuenta de la bajada de temperatura y me desperté de madrugada temblando de frío. Un error que pagaría muy pronto.

El tercer amanecer decidí poner en la parte trasera de la bicicleta un cartel en el que escribí ¨Sin Plata¨, con la esperanza de que alguien me brindara algo de comida. A media mañana me encontré una llave inglesa y un destornillador entre la arena del desierto, estaban en buen estado, así que los guarde y unos kilómetros mas adelante los cambie por algo de comer en un taller mecánico. Con la panza llena llegue a un peaje, donde mi cartel llamo la atención a los operarios y me regalaron una bolsa de comida, y un encanto de mujer me dio 10 soles. El día parecía que empezaba mal, pero la ayuda de los peruanos se hizo notar. Terminé acampando en una gasolinera de un pequeño pueblo llamado Santiago, cocine los espaguetis que pude comprar con el dinero que me dieron y antes de irme a dormir dos coches interrumpieron en la estación de servicio. Se había producido un robo en un hogar, los ladrones se dieron a la fuga pero los propietarios dispuestos a imponer su propia justicia habían salido a su captura, interceptándolos en la gasolinera donde estaba descansando. Lo único que impidió que se liaran a tiros fue la aparición casi instantánea de un coche de policía, poniendo nuevamente a los delincuentes en fuga.

Me aconsejaron que moviera todo mi campamento a otro lugar por si volvían, pero las fuerzas me abandonaron y la gélida noche anterior venia a cobrarse su factura. Entre temblores entré en mi tienda, me puse el termómetro y pasados unos minutos leí 38,5ºC. En ese momento lo único que me importaba era entrar en mi saco de dormir, tomarme el antibiótico y descansar.

Por la mañana la fiebre cedió terreno y el calor del sol hizo que sintiera de nuevo la fuerza de mis músculos. Cargue el potro de agua, desayune unas galletas y volví a internarme en el desierto. Cuanto mas calor hacia mejor me sentía, la temperatura subió hasta los 43ºC y avance a buen ritmo. Concentrado en mis pensamientos y en la carretera, no me percate de que dos ciclistas que estaban llevando a cabo su entrenamiento se acercaban por mi espalda. No me di cuenta hasta que se pusieron al lado mío y uno de ellos dijo: Colorado on the road!!!

Resulta que era un follower de mi proyecto, y después de compartir unas palabras quedamos en vernos en un restaurante próximo. Fue agradable hacer el descanso con dos compañeros. Me ofrecieron refrescos, comida y dado el descaro de mi cartel de ¨Sin Plata¨, me dieron 20 soles para continuar. Uno de ellos me pregunto que si estaba tan mal porque continuaba, mi respuesta no fue preparada, solo salió de mi: ¨Haga frío o calor, si nieva o llueve, tenga o no dinero, aun con 38,5 ºC de fiebre siempre seguiré adelante. Si paro me rindo, si avanzo sigo luchando, ese es mi concepto¨.

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(Pedaleando por el desierto con 38,5 ºC de fiebre)

Al final del día acampé cerca de Nazca y dormí con tan solo unas décimas, parecía como si el calor hubiera fundido la fiebre, pero aun no estaba al 100%. Antes de llegar a Nazca contemplé dos líneas desde un mirador, Las Manos y El Árbol. El encargado me dejo subir gratis, ahí no sabría diferenciar si por admiración a mi proyecto o por pena.

Nazca es una ciudad plagada de turistas que vienen de todas partes del mundo para sobrevolar las milenarias Líneas de Nazca. No tenia suficiente plata para darme ninguno de los lujos que me ofrecían, así que salí de la ciudad y acampe al inicio de la carretera que me llevarías a escalar las montañas andinas hasta llegar a Cuzco. Aproveche mi ultimo día de aire seco porque en cuanto comenzara el ascenso el clima comenzaría a castigarme de nuevo.

Tanto tiempo pedaleando por el desierto te anima a cambiar de paisaje y conocer algo nuevo, pero sabia que el reto que se me venia encima iba a ser duro. El inicio fue leve, hasta cómodo podría decir, muy poca pendiente y agradable, hasta que empecé a pedalear por la interminable serpiente asfaltada que reptaba por la ladera de Los Andes. Todo un día exprimiendo mis fuerzas para avanzar solo 40 kilómetros a lo largo, pero mas de 2000 metros a lo alto, un buen comienzo. En Villatambo me dispuse a dormir en la fría y húmeda montaña, y hablando con un camionero tuvo el gran gesto de invitarme a una cena calentita. Tenia mi vista puesta en Puquio pero 100 kilómetrazos que me lo iban a poner muy duro, en la cima de la montaña estaba la Pampa, una verde planicie donde las Llamas pastaban, y pasado el alto llegué a la bajada al valle donde la ciudad de Puquio me esperaba.

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(Subiendo Los Andes desde Nazca)

El desgaste del día anterior no me favoreció para escalar de nuevo y salir del valle, pero finalmente ascendí a 4000 msnm, donde me dejaron dormir en el suelo de un restaurante al cobijo de la lluvia y la niebla. No fue una buena noche, el frío me atravesaba el cuerpo pero aun así al salir el sol retome con motivación mi escalada. Las pedaladas eran largas y termine empujando un buen trecho hasta que alcance la Pampa, la auténtica Pampa a 4541 msnm. El oxigeno era escaso y cada poco tenia que parar a descansar para respirar por muy leve que fuera la subida. Las Llamas me ignoraban mientras se alimentaban en rebaños de cientos, pero las Vicuñas eran diferentes, mas desconfiadas siempre soltaban un grito desde la lejanía para advertir a sus amigas de mi presencia.

Estaba totalmente agotado y entumecido por el frío cuando llegue al casi deshabitado pueblo de Negro Mayo. Una tormenta dejó caer aguanieve justo cuando entraba en un restaurante, para comprar algo de comida y pedir si me dejaban un rincón para dormir. Muy amablemente me brindaron un cobertizo con un montón de gruesas mantas, era un millón de veces mejor que estar ahí afuera luchando con mi tienda de campaña contra la tormenta.

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(Pedaleando a 4541 msnm en la Pampa peruana)

A la una de la madrugada me despertó un intenso dolor de cabeza, la altura me estaba dando un aviso, el cual no pude dejar de escuchar hasta que salió el sol y me ofrecieron en la casa un té de hoja de coca. No fue un remedio milagroso, pero me alivio. Tenia claro que no quería pasar otra noche mas en la altura andina, así que decidido me subí a mi potro con las montañas nevadas de escaparate. En teoría decir Pampa se refiere a una planicie, pero esto no es exactamente así. Por muy fácil que parezca subir una colina al nivel del mar, a 4541 msnm es como escalar una montaña. Fue una jornada especialmente exigente y enigmática a la vez. El deseado descenso llegó rozando el ocaso y pude dormir a 3600 msnm, olvidando el desagradable dolor de cabeza.

Los días siguientes me deslice por la carretera que atraviesa el cañón formado por el caudaloso río Pachachaca. Fueron momentos tranquilos en los que el riesgo de desprendimiento no alteró mi calma, ni aun cuando la roca cubría la carretera y tenia que escalar los montículos para llegar al otro lado. La ciudad de Abancay estaba cada vez mas cerca y con ella la promesa de restar distancia hasta Cuzco.

Pero hubo algo que si perturbo mis tranquilos días, y que agitaría mis mas temidos miedos. Pedaleando con total normalidad y enfrascado en mis pensamientos, un bocinazo de un autobús que estaba a punto de rebasarme me despertó de mi parsimonia. Me aparte de su trayectoria arrimándome cuanto pude al borde del asfalto, entonces fue cuando un tranquilo perro negro decidió cruzar la carretera, inconsciente del peligro que se avecinaba. No se inmuto hasta que el conductor volvió a dar un nuevo aviso con la bocina, el canino desorientado empezó a correr hacia delante, yo comencé a frenar y el autobús me rebaso, pero el perro solo corría hacia delante. El pánico me hizo gritar con todas mis fuerzas, ¨¡Apártate!¨, pero el conductor no hizo ni siquiera un amago de frenar ni de girar, simplemente lo paso por encima a escasos metros de mi. Vi como lo destrozo, como se le salían las tripas, escuché el crujido de todos sus huesos rompiéndose y como lo descuartizaba entre las ruedas. Me detuve junto al pobre animal mientras estiraba la única pata que le quedaba en su sitio, retorció el cuello de dolor y murió.

Hacia mucho tiempo que no lloraba, la última vez fue en Washington cuando hablé con mi hermana después de que diera a luz. Pero esta vez no lloraba de alegría, lloraba de rabia mientras dejaba atrás el aun caliente cadáver del perro. No podía dejar de pensar en partirle la cara al conductor, me hervía la sangre y durante 30 minutos retumbo por todo el cañón un grito que no pude detener: HIJODEP***!!!!!

Conseguí dejar de gritar, conseguí calmarme, pero nunca conseguiré olvidar lo que vi. Me sentía identificado con el pobre perro, y reconozco que tengo miedo de sufrir el mismo final, pero ese miedo no podrá elegir como finalizará este viaje, porque yo ya lo he elegido, volver a casa sano y a salvo.

A medida que me acercaba a Abancay empecé a toparme con rocas en la carretera pero que no parecían haberse caído de la montaña, sino puestas por el hombre. En mi breve desconexión del mundo, parece que en Abancay y Andahuaylas se había desatado una batalla campal en contra de las excesivas facturas de electricidad. Las ciudades eran una zona de batalla.

Tarde poco tiempo en llegar a una barricada a 30 kilómetros de Abancay, donde la caravana de autobuses, coches y camiones permanecía inmóvil desde hacia 2 días. Miles de personas se agolpaban para conseguir algo de comida y la desesperación se apoderaba de todos. Numerosos vigías hacían guardia en lo alto de la montaña para lanzar piedras a cualquiera que se atreviera a transitar la carretera. No había mas opción que sentarse y esperar.

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(Izquierda: Barricada entrando a Abancay. Derecha: Vigías en la montaña)

Junto a la barricada conocí a dos hermanos turcos que viajaban en una furgoneta hacia Cuzco, con la ilusión de montar un puesto de Kebabs. Nos hicimos amigos muy rápidamente y les conté un sin fin de anécdotas que viví en su país, eran buena gente.

Por fortuna el problema de las revueltas fue expuesto en el parlamento y llegaron a un acuerdo, dando así por finalizado el asedio de la ciudad. Levantaron la barricada y dejaron que los vehículos avanzaran. Mis nuevos amigos turcos me ofrecieron llevarme hasta Abancay, y no lo dude ni un solo instante, tenia que alejarme lo antes posible de ahí. Cuando llegamos a la ciudad, nuevamente los protestantes impidieron el paso quemando neumáticos para cortar la carretera. Esto aun no había terminado.

Durante una hora esperamos a que la revuelta finalizara, y por fortuna así fue. Los turcos y yo acampamos en una gasolinera, y rematamos la faena bebiéndonos unos tragos de ron que tenían escondido en la furgoneta. A fin de cuentas teníamos razones para celebrar.

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(En Abancay junto a mis amigos turcos)

Por la mañana nos despertó el sonido de la lluvia y la incertidumbre de que las revueltas volvieran a comenzar, así que cuando mis nuevos amigos me ofrecieron llevarme hasta Cuzco no lo dude, cargue todo el equipo y a mirar hacia delante. Mientras iba en la parte trasera de la Volkswagen no dejaba de pensar que estaba cometiendo un error, pero en situaciones difíciles hay que tomar decisiones difíciles.

Todo apuntaba a que seria un trayecto tranquilo, pero en una curva traicionera una de las ruedas delanteras estalló. Mis amigos turcos habían comprado el coche en Perú, y hasta que la rueda falló no se dieron cuenta de que la furgoneta no contaba con rueda de repuesto, ni gato, ni herramientas. Echados a un lado de la carretera y analizando el problema, me di cuenta de que había una cámara en el interior del neumático. Es la misma idea que en mi bicicleta, pero a mayor escala. Solo pude decirme una cosa a mi mismo, acepto el reto.

Primero detuve a un coche para pedirle prestado el gato, elevé la furgoneta y la sostuve con varias rocas. No pudimos sacar la rueda entera porque las herramientas del coche no eran de la misma medida. Con mucha paciencia conseguí sacar la cámara por el pequeño espacio que quedaba entre la llanta y el neumático. Una vez la tuve en mi mano fui haciendo autostop hasta un pueblo con uno de los turcos, mientras el otro se quedaba vigilando. Ya frente al taller fue sencillo encontrar un repuesto de las mismas medidas, y volver de nuevo hasta la furgoneta haciendo autostop. Ahora venia lo complicado. Introduje la nueva cámara ayudándome de unas herramientas de mi bicicleta, para ir empujándola pacientemente hasta su posición. Una vez instalada comencé a inflarla con el hinchador de mi potro, y 30 minutos después quedo lo suficientemente bien como para llegar a la próxima gasolinera y terminar de hincharla. Justo cuando me dispuse a parar nuevamente a un coche para utilizar su gato y volver a bajar la furgoneta, una grúa se detuvo y nos ayudo a terminar la faena sin coste alguno.

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(Hinchando la rueda con el inflador de mi bicicleta)

Terminamos llegando de noche a Cuzco, pero llegamos!!!. Una amiga me estaba esperando para recibirme, y también invitó a mis nuevos colegas a pasar la noche en casa. Al día siguiente nos despedimos y fueron a visitar a un amigo en el centro de la ciudad. Colombia había llegado un día después que yo y fue una grata sorpresa poder abrazar de nuevo a mi compañero.

Pero tenia que dejar de lado todas las complicaciones que supere para llegar a Cuzco desde Lima, era momento de concentrarse en el presente objetivo, ir al Machu Picchu. Con timidez accedí en mi cuenta bancaria desde el ordenador, para comprobar si me había llegado el pago de la Editorial Santillana, pero en vez de eso encontré un regalo de mis primas para que continuara luchando por este gran sueño. El regalo fue suficiente para cubrir los gastos del transporte, la entrada y la alimentación hasta el Machu Picchu.

Ir en bicicleta hasta el santuario histórico era un reto que no ofrecía viabilidad, no estaba en mi ruta y tenía la complicación de que en vez de ahorrar dinero, la excursión me iba a salir mas cara. La mejor opción era dejar la bicicleta en Cuzco y hacer la ruta como un mochilero, y así dar un buen descanso a Bucéfalo.

Contrate por 80 soles los servicios de una agencia, que me llevaría en autobús hasta la hidroeléctrica y me traería de vuelta. Desde la hidroeléctrica haría una caminata de 14 kilómetros hasta el pueblo de Aguascalientes, situado en la base de la montaña donde se encuentra el Machu Picchu.

Con mi macuto ya preparado me subí en un minibús a las 08:00 am para dejarme llevar durante 7 horas. El viaje fue mucho mas ameno de lo que pensaba gracias a la compañía de una vieja colombiana llamada Andrea, y también porque las dos últimas horas las hicimos cruzando ríos y bordeando precipicios por caminos de tierra. En cuanto mis botas tocaron de nuevo la tierra, me puse en marcha junto a otros viajeros para caminar hasta Aguascalientes.

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(Llegando a la Hidroeléctrica bordeando los acantilados)

El camino consiste en seguir unas vías de tren paralelas al río Vilcanota, evitando así pagar 12 dólares por el pasaje. La mayoría de los guías dicen que es solo un paseo, y lo comparto, a fin de cuentas tengo 28 años y unas piernas de acero. Pero el camino es mas difícil de lo que parece.

Mientras caminábamos serpenteando el cañón, maravillados por la fuerza del río, abrigados del sol por las montañas y la naturaleza, nos topamos con una señora que viajaba junto a su hija, y que estaba teniendo dificultades por la fatiga. Un grupo de israelís llego antes que nosotros y la transportaban en brazos. La señora no podía respirar bien, le costaba andar y tenia la tensión muy baja. Avanzamos unos metros más pero necesitábamos asistencia para transportar a la señora en un vehículo a cualquier centro de salud cercano. Conseguimos llevarla hasta una estación de tren, donde los israelís la dejaron en el suelo para descansar. Aguascalientes estaba a 2 kilómetros, la presté mi sudadera y les pedí que me esperaran, iría corriendo a Aguascalientes a buscar un coche. Fue una buena trotada que me llevo a las puertas del pueblo donde me tope con una patrulla de policía nada mas llegar, antes de que terminara de explicar la situación ellos me dijeron que ya lo sabían. Mientras yo corría un peruano que pasaba por la zona consiguió contactar con la comisaría y pedir ayuda. Pasé unos minutos esperando hasta que los trajeron a todos, busqué un hostal por 20 soles, compré la entrada por 45 dólares y me fui pronto a dormir para reponer fuerzas, las iba a necesitar.

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(Iniciando el camino a Aguascalientes junto a Andrea, viajera colombiana)

Había que hacer el esfuerzo de subir hasta el Machu Picchu, desde Aguas Calientes hay un sin fin de escaleras para llegar a la entrada, y no estaba por la labor de pagar 12 dólares por el autobús. Me levanté a las 03:45 am y a las 04:30 am ya estaba saliendo del hostal bajo la lluvia y rodeado por la niebla. Llendo hacia el primer control de acceso me crucé con dos chilenos con los que terminaría compartiendo la escalada. Llevaba todo el peso del macuto a la espalda ya que al finalizar la visita volvería directamente a la hidroeléctrica para volver a Cuzco. Los primeros pasos fueron fáciles y emocionantes, pero a los 30 minutos el cansancio apareció. Varios fueron los que intentaron parar algún autobús, arrepentidos de no haberse subido desde un primer momento, pero todos iban completamente llenos. Poco a poco, escalón a escalón, fuimos subiendo lentamente. En cuanto salió el sol, la lluvia se calmo y la niebla era cada vez menos densa. Cuando estábamos a escasos metros de coronar me di la vuelta y le dije a uno de los chilenos, ¨Esto es de nivel militar¨. Fue un gran momento finalizar la escalada de mas de 1000 metros en vertical.

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(En la cima, después de subir todas las escaleras hasta la entrada)

Ya en la cima dejamos los macutos en unas taquillas, entramos con ansia por ver la maravilla del mundo, pero la niebla no nos permitió tener la primera impresión que buscábamos. Decidimos subir a un mirador situado a mayor altitud. La mejor opción es subir la montaña de Huayna Picchu, pero la entrada es más cara. Después de una hora llegamos al mirador situado junto a un templo, la niebla aun estaba presente pero unos minutos mas de espera y por fin llegó la claridad. Fue una sensación única, parecía que brillaba el Santuario Histórico de Machu Picchu. Son momentos en los que valoras todo el esfuerzo de haber llegado hasta ese momento. Nuestra siguiente decisión fue bajar para recorrer sus calles y conocerlo más de cerca. Situado a una altitud media de 2500 msnm, el Santuario fue construido en el año 1450 bajo el gobierno del Inka Pachacuti, para que fuera el centro religioso, político y administrativo de la región. Caminar entre sus centenarias rocas fue como darse un baño de historia.

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(Colorado On The Road en el Santuario histórico de Machu Picchu)

Pero el reloj no perdona y la agencia de transportes nos habían dejado un margen muy pequeño. Teníamos que regresar a la Hidroeléctrica antes de las 14:00 pm para regresar a Cuzco. Por delante teníamos 1 hora bajando las resbaladizas escaleras, 14 kilómetros de caminata y 7 horas de minibús. Mientras regresaba valoré toda la experiencia que había vivido, y sin duda alguna lo que mas me gustó, fue la aventura de llegar hasta la cima.

De vuelta a Cuzco no hubo nadie que pudiera moverme de la cama durante todo un día, tenia que descansar. Volví a encontrarme con Colombia, comimos juntos y quedamos de vernos en La Paz. Repare la suela de mis botas, organice todo mi equipo, actualice mi web y cuando volví a consultar el saldo de mi cuenta me llevé la alegría de haber recibido ya el pago de Santillana. Con dinero suficiente para vivir dos meses mas de pedaleo, me dispuse a continuar y poner rumbo a la frontera con Bolivia.

Bucéfalo y yo volvíamos al ruedo, solo que esta fue una de las extrañas ocasiones que pedaleaba con agujetas. Las jornadas fueron agradables, tranquilas y sobre todo sentía la profunda tranquilidad de tener algo de dinero en la cuenta. Un día apure las pedaladas hasta altas horas de la noche, la carretera estaba poco transitada y mi potro cuenta con muchas luces de posición. Un camión me quería adelantar, así que me eche a un lado, me detuve y me rebaso con mucha seguridad. Hubiera sido algo monótono e incluso rutinario, pero nada mas me adelantó vi como un motorista ebrio avanzaba en dirección contraria. El camionero intento esquivarle mientras frenaba al mismo tiempo, pero el motero se estampo de lleno contra el.

Me quede inmóvil, no quería pasar por ahí, no quería verlo, pero tenia que hacerlo. Me aproxime y vi al hombre tirado en el suelo con las dos piernas destrozadas, fui a dejar la bicicleta para ayudar en lo que pudiera, pero un coche de policía llegó en ese momento y decidí dejar el lugar.

Avance lento, afectado por lo que había vivido, avanzaba como un espectro. Mas adelante me cruce con una manada de perros que andaban por la carretera, yo estaba tranquilo y ellos también, parecían buenos chicos. Nos cruzamos la mirada y cada uno siguió su rumbo, todos menos uno. A los 30 segundos paso un coche que no le dio valor a sus vidas y atropello a uno de ellos. Joder estaba ya hasta los huevos.

Termine mis últimos días en Perú escalando hasta el paso de Abra la Raya (4338 msnm) y entrando en el Altiplano de Los Andes Centrales. Mi última comida antes de cruzar la frontera fue una trucha del lago Titicaca. Era momento de empezar un nuevo reto, perseguir nuevos objetivos, conocer mi país numero 30 y continuar mi camino hacia el Sur.

¨La felicidad reside en la libertad,

y la libertad se alcanza con el coraje¨.

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Vídeo Nacho Dean:

Desierto de Sechura:

Desde Nazca hasta Cuzco:

Machu Picchu:

Video para Santillana:

México: De Mazatlán a Guatemala

Etapas:

01/09/2014 Llegada a Mazatlán (9 Km).

02/09/2014 Descanso en Mazatlán.

03/09/2014 Descanso en Mazatlán.

04/09/2014 Descanso en Mazatlán.

05/09/2014 Descanso en Mazatlán.

06/09/2014 Mazatlán – El Rosario (73 Km).

07/09/2014 El Rosario –Acaponeta (91 Km).

08/09/2014 Acaponeta – Tepic (95 Km).

09/09/2014 Descanso en Tepic.

10/09/2014 Tepic – Ixtlán del Río (80 Km).

11/09/2014 Ixtlán del Río – Guadalajara (125 Km).

12/09/2014 Descanso en Guadalajara.

13/09/2014 Descanso en Guadalajara.

14/09/2014 Descanso en Guadalajara.

15/09/2014 Descanso en Guadalajara.

16/09/2014 Descanso en Guadalajara.

17/09/2014 Descanso en Guadalajara.

18/09/2014 Guadalajara – La Barca (110 Km).

19/09/2014 La Barca – Penindicuaro (100 Km).

20/09/2014 Penindicuaro – Araró (104 Km).

21/09/2014 Araró – Vía de Servicio (70 Km).

22/09/2014 Vía de Servicio – Toluca (113 Km).

23/09/2014 Toluca – México DF (50 Km).

24/09/2014 Descanso México DF.

25/09/2014 México DF – Llano Grande (80 Km).

26/09/2014 Llano Grande – Puebla (78 Km).

27/09/2014 Descanso en Puebla.

28/09/2014 Puebla – Tehuacán (126 Km).

29/09/2014 Tehuacán – Tepelmené (83 Km).

30/09/2014 Tepelmené – Oaxaca (124 Km).

01/10/2014 Oaxaca – Vado (75 Km).

02/10/2014 Vado – San Pedro de Juchatengo (73 Km).

03/10/2014 San Pedro de Juchatengo – Puerto Escondido (110 Km).

04/10/2014 Descanso en Puerto Escondido.

05/10/2014 Descanso en Puerto Escondido.

06/10/2014 Descanso en Puerto Escondido.

07/10/2014 Descanso en Puerto Escondido.

08/10/2014 Puerto Escondido – Zipolite (79 Km).

09/10/2014 Zipolite – Morro Ayuntla (96 Km).

10/10/2014 Morro Ayuntla – Tehuantepec (114 Km).

11/10/2014 Tehuantepec – Zanatepec (106 Km).

12/10/2014 Zanatepec – Tonada (95 Km).

13/10/2014 Tonada – Mapastepec (134 Km).

14/10/2014 Mapastepec – Huixtla (63 Km).

15/10/2014 Huixtla – Ciudad Tecún Umán (81 Km) (Entrada en Guatemala).

México (De Mazatlán a Guatemala)

Estaba ya cansado del desierto y quería salir cuanto antes de Baja California para alejarme de la amenaza del Huracán Marie. Por fortuna la compañía Baja Ferries decidió apoyar mi proyecto patrocinándome el billete, el transporte de la bicicleta con el equipaje y concediéndome una cabina con una confortable cama y baño propio.

Durante el trayecto pude disfrutar de la terraza, cenar con calma, dormir tranquilo y desayunar como un campeón. Además me invitaron a subir al puente de mando para conocer al capitán, y sentir por unos instantes el poder que significa estar en lo mas alto de la nave. Durante el trayecto conocí a tres jóvenes franceses que viajaban desde Canadá hasta Brasil haciendo autostop, que se hacen llamar Thesharingbros.

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(Izquierda: Colorado On The Road en el puente de mando junto al capitán. Derecha: Colorado On The Road junto a Thesahingbros.com)

A medio día llegamos a Mazatlán donde me esperaba Marchi, la hija de un follower mexicano que me ofreció una pequeña casa que tenia en venta para que me hospedara allí el tiempo que quisiera. Marchi me guio hasta la casa, me dio las llaves y su teléfono por si necesitaba ayuda en algún momento, era el lugar ideal para abrir el ordenador y trabajar durante varios días. La primera noche me escribieron Vanajeros para que me pasara por su hostal a tomar unas cervezas. No lo dude y me subí a la bicicleta sin perder ni un instante. A pesar de mi primer gran día en Mazatlán, el segundo no me dejo muy buenos recuerdos, es mas, borro todos los que tenia del viaje hasta el momento.

Después de una jornada poniéndome al día tecleando sin parar, deje el ordenador en el suelo de la desamueblada habitación con la cámara de fotos, el móvil y mi segunda GoPro conectados para que se cargaran toda la noche. A las 23:00 pm empezó a llover mientras yo me regodeaba en la cama escuchando caer la lluvia, disfrutando de no estar en la tienda de campaña, sino bajo techo.

La lluvia fue constante toda la noche e hizo que creciera demasiado un arroyo cercano hasta que se desbordo, inundando las calles y la casa en la que me hospedaba. A las 05:00 am me desperté para ir al baño y no daba crédito, el agua me llegaba por encima de los tobillos y mi portátil flotaba por la habitación.

Tarde varias horas en digerir la gran perdida mientras achicaba el agua de toda la casa. El portátil en el que tenia toda la información del viaje hasta el momento, con imágenes y videos inéditos que no había publicado, junto mi móvil, cámara de fotos y de video, se habían perdido en el naufragio.

Conserve el portátil para intentar recuperar y salvar el disco duro, la GoPro porque dio algún parpadeo de luz, y mi querida cámara de fotos que sin mas rodeos digo claramente que era cojonuda, la conserve porque aun puede llevar a cabo la ultima gran misión. Siempre la llevare en las alforjas en un espacio de rápido acceso acompañándome en todo momento, para si llegado el caso de sufrir un violento asalto, entregarla para saciar al atracador y salvar la situación. Este inerte objeto que en su día hizo unas fotos cojonudas por medio mundo, a partir de hoy ha pasado a llamarse, “La cámara del Titanic”.

Durante el viaje hay que aguantar momentos duros, pero eso no significa que sea escusa para dejar de mirar hacia delante. Durante varios días estuve trabajando en un cibercafé cercano hasta que tuve todo preparado para ponerme en marcha y llegar a Guadalajara.

Empezar a pedalear fue una gozada, había dejado atrás el desierto y a medida que salía de Mazatlán solo veía frondosa vegetación, todo era verde y había arboles, ¡Arboles! Llevaba semanas sin ver un árbol junto a la carretera con el que ocultarme del sol unos segundos, y beber agua al refugio de su sombra.

Poco a poco me fui adentrando en la estrecha carretera libre, tan estrecha que no había vehículo que me adelantara sin cortarme el pelo. Por lo que a la mañana siguiente fui convencido a la carretera de cuota, mas amplia y con arcén, pensando que tendría que montar una escena para que me dejaran pasar, pero en vez de ello me levantaron la barrera, me dejaron pasar sin pagar ni un peso y me desearon buen día… eso es tener autentico buen rollo con los turistas.

A un día de llegar a Guadalajara hice una parada en Tepic, donde me recibieron Pablo y Gabriela, dos moteros inscritos en Warmshower para apoyar a cualquier viajero. Al día siguiente aparecieron André y Karla, la pareja brasileña que conocí en San Ignacio (Baja California), al parecer ellos tomaron el Ferry un par de días después que yo. El Huracán Marie finalmente se adentro en el océano y perdió fuerza, pero otro de la misma categoría se formo días después, el Huracán Odile, agitando el mar y propinándoles a mis compañeros brasileños el peor viaje en barco de sus vidas. Días mas tarde, el huracán hizo tierra en Baja California Sur y la devasto.

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(Colorado On The Road junto a Gabriela, André y Karla)

Finalmente respire tranquilo cuando llegue a Guadalajara, era momento de hacer una larga, confortable y productiva parada en la casa del ciclista. Desde hace años hospedan a cicloviajeros de todo el mundo ofreciéndonos un lugar donde dormir, cocina, baño y todas las herramientas que podamos imaginar. André y Karla no tardaron mucho en llegar y durante varios días formamos una gran familia junto los mecánicos del taller.

La campaña de crowdfunding que monte en Los Ángeles estaba en pleno auge, y decenas de followers contribuían con sus donaciones a diario. Gracias a ello pude comprarme una nueva cámara de fotos para seguir documentando el viaje, y una follower mexicana me envió un portátil en perfectas condiciones para así poder seguir trabajando en cada una de mis publicaciones.

Lo mas importante fue poder sustituir las machacadas cubiertas de las dos ruedas por unas totalmente nuevas. En un humilde gesto de agradecimiento escribí los nombres de todas las personas que realizaron una donación en las nuevas cubiertas, y lo documente en un emotivo video.

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 (Izquierda: Casa del ciclista. Derecha: Recibiendo las cubiertas nuevas)

En los días que pase en Guadalajara, tuve la oportunidad de reunirme con una vieja amiga mexicana a la cual hacia casi 6 años que no veía, Karen. Disfrute de la vida nocturna de la ciudad y viví la fiesta del Grito de Dolores, con la que se conmemora la independencia de México, y tuve la oportunidad de conocer a Salvador y Lorenzo Rojo, dos viajeros españoles con años de trayectoria por todo el mundo.

Pero para alcanzar México DF y reencontrarme con mi gran amigo Gerardo Arche tenia que cruzar la región de Michoacán. Durante años los carteles de la droga han mantenido una sangrienta guerra con el estado mexicano, y mi única posibilidad para cruzar Michoacán era hacerlo por la militarizada carretera de cuota.

Cada 30 minutos un convoy de militares me adelantaba por la carretera 15D y en cada control de pago había un fuerte retén de la policía federal. Cada noche pedía permiso a los federales para acampar por las inmediaciones de los controles, en los lugares que ellos convenían mas seguros para mi. Finalmente llegué a la capital, lo cual marco una nueva marca en mi viaje al superar el Puerto las Cruces, con 3035 msnm.

Mi amigo Gerardo Arche a quien no veía desde hace años me estaba esperando para recibirme. Durante 3 noches gocé del hospedaje 5 estrellas que la familia Arche me brindó y antes de partir Raúl Arche, padre de Gerardo, me obsequio con unas botas nuevas, un kilo de barritas energéticas y un antiestaminico para picaduras de alacranes. Uno nunca sabe lo que se va a encontrar en el camino, así que mejor ir preparado.

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(Izquierda: Gerardo Arche, Colorado On The Road y Sergio Arche. Derecha: Calzando botas nuevas)

A la hora de cruzar la capital sufrí durante horas un trafico horrible, en muchos momentos pensé que no saldría del valle hasta el atardecer, pero finalmente corone Llano Grande y dormí al fresco a mas de 3000 de altura. Con la calma de la mañana baje la montaña y llegue a medio día a Puebla, donde me esperaba una amiga de la familia, Fernanda. En momentos como el que estoy teniendo ahora escribiendo estas palabras, me dio cuenta de lo impresionante que resulta que tantas personas me habrán las puertas de su casa y me traten como un invitado de honor. Durante esos días en Puebla deguste tortilla de patata y jamón serrano, probé el camote, el mole poblano y dulces típicos mexicanos, visite catedrales, capillas y conocí la que es a mi parecer una de las ciudades mas bonita de México.

Después de tantas comodidades el cuerpo me pedía una buena batalla. Para llegar a las playas de Puerto Escondido elegí encarar las montañas de lleno. En tres duras etapas alcance Oaxaca, eso fue la parte fácil, de ahí en adelante tenia 240 kilómetros de un laberinto de curvas atravesando la montaña, estaba en frente del reto de cruzar la carretera 131 en el aniversario de mi salida de la Puerta del Sol. Había alcanzado los 365 días de viaje y había que celebrarlo escalando una montaña.

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(Colorado On The Road iniciando la ruta por la carretera 131)

Durante tres etapas pedalee por la estrecha carretera, sin arcén, sin barreras protectoras en muchos tramos, bordeando precipicios bajo la lluvia, atravesando zonas de desprendimientos de tierra, alcanzando picos de hasta 2000 metros, durmiendo cada día en los márgenes de la selva y compartiendo mi campamento con tarántulas.

En la ultima jornada pedalee 110 kilómetros pasando las ultimas horas bajando la montaña en plena noche. La oscuridad era total y solo se interrumpía con los escasos vehículos que la transitaban, la selva devoraba prácticamente el asfalto dejando paredes de vegetación a ambos lados. Poco a poco empecé a apreciar destellos fluorescentes provenientes de los márgenes de la carretera, el numero de destellos se fue incrementando lenta pero constantemente hasta llegar un punto que decidí apagar mi linterna, y dejarme guiar por las luciérnagas que me mostraban el camino hacia al mar.

Cuanto mas sufrido es el camino mayor es la recompensa, llegar desde Puebla hasta Puerto Escondido fue un reto exigente. La recompensa a tal sufrido camino fue llegar a casa de Iñigo, follower y crowdfunder. Iñigo, director del Hotel Escondido y un surfero nato, me enseño la sensación de llegar a la playa por la mañana antes de que salga el primer rayo de sol, y zambullirse al agua en busca de olas. Cada tarde le acompañaba al hotel que regentaba donde con toda la calma del mundo dedicaba el día a trabajar con el ordenador, y a relajarme en la piscina.

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(Colorado On The Road en el Hotel Escondido)

Cuanto mas me quedo en un lugar mas me cuesta alejarme de el. Despedirme de Iñigo y de Puerto Escondido no fue nada fácil, pero he de reconocer que esos primeros minutos pedaleando con todo el equipo a lomos del potro, con la incertidumbre de que me deparara el camino, es una sensación adictiva.

Cada vez estaba mas cerca de la frontera con Guatemala, y durante una pelea con el viento atravesando un parque de molinos eólicos conocí al Profe Roro. Me dio su numero de teléfono para que al final del día durmiera en su casa familiar de Zanatepec. En la mañana siguiente antes de partir, me dio el contacto de su amigo Noé para que me hospedara en mi siguiente parada, Mapastepec.

Hay ciertas coincidencias del viaje que me hace pensar que el mundo es muy pequeño, y una de ellas estaba apunto de ocurrir. Cuando llegue al hogar de Noé, yo no era el único invitado, otro cicloturista español había llegado un día antes, se trataba de Juan Sisto (http://www.fisterrabicicleta.com/). Llevaba manteniendo el contacto hacia meses con este compañero, pero desde hacia semanas no habíamos hablado. Siempre decíamos que teníamos que quedar en el camino, compartir experiencias y justamente el camino fue el que nos unió en tremenda coincidencia. Compartimos historias durante horas y seguimos por la mañana hasta que el viaje nos llamo a continuar, el suyo hacia el Norte y el mío hacia el Sur.

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(Colorado On The Road junto a Juan Sisto)

Pedaleando camino hacia la frontera con Guatemala en plena época de lluvias, realice una valoración de todas las experiencias que había vivido en México, de cómo todas las personas que me cruce por el camino se preocuparon por hacerme sentir seguro, hacerme sentir cómodo, hacerme sentir bienvenido.

Las tormentas se sucedían cada vez con mas fuerza y frecuencia, la visibilidad en la carretera era prácticamente nula. Hubo un día que pedalee bajo la lluvia durante 4 horas, caía tanto agua que me resultaba difícil diferenciar las luces de los coches, por lo que estaba seguro de que ningún vehículo se percataría de mi hasta haberme adelantado. Cuando llegue al pueblo de Huixtla fui directo a pedir ayuda en la estación de bomberos, la idea de acampar era inviable. No me pusieron ninguna pega y me dejaron un lugar seguro para acomodar la bicicleta. A los 10 minutos de mi llegada recibieron una llamada de urgencia, varias casas están a punto de inundarse. Mientras se preparaban y organizaban el equipo lance una pregunta al aire, ¿Puedo ayudar? Se miraron durante unos segundos y mientras se lo pensaban hable nuevamente diciendo: “Quiero ayudar”.

En pocos segundos estaba con un peto de brigada comunitaria, subido en la furgoneta y de camino a auxiliar la viviendas en peligro. Cuando llegamos a la zona afectada la calle estaba totalmente inundada, el agua me llegaba por las rodillas y los desagües estaban totalmente colapsados. Abrieron la furgoneta, empezaron a repartir picos y palas para abrir un surco y liberar el agua hacia una zona despoblada. Durante un par de horas trabajamos codo con codo hasta que el agua empezó a fluir permitiendo respirar tranquilos a todos los vecinos.

A lo largo de la jornada atendimos un par de llamadas mas y de vuelta a la estación de bomberos todos bromeaban conmigo. Dormimos juntos en un cuarto acomodados con colchonetas en el suelo, y estuvieron alerta toda la noche por si se producía una nueva llamada. A la mañana siguiente me despedí de todos y cada uno de ellos, estaban muy contentos de haberme conocido y yo de haberles ayudado. Antes de partir me admitieron que fui el primer viajero que pasaba por allí que decidió apoyarles en su trabajo.

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(Colorado On The Road junto a los bomberos de Huixtla)

Cuando crucé Tijuana me sentí como un pollo perdido, y dos meses después estaba a 80 kilómetros de Guatemala a punto de despedirme de México, como un bombero voluntario.

Llegue a Ciudad Hidalgo y me despedí de mi aventura por Norteamérica, para cruzar el río Cabuz y dar la bienvenida a una nueva etapa, Centroamérica. Desde que inicie el reto de cruzar el continente americano he tenido momentos buenos y malos, y de ambos he sabido disfrutar, ya que considero que:

“Si no existieran momentos difíciles en la vida, no sabríamos valorar los felices”

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Video Baja Ferries:

Crowdfunders Guadalajara:

Video Carretera 131:

México: Baja California

Etapas:

14/08/2014 Descanso en Tijuana.

15/08/2014 Descanso en Tijuana.

16/08/2014 Tijuana – Trinidad (101 Km).

17/08/2014 Trinidad – San Vicente (91 Km).

18/08/2014 San Vicente – San Quintín (109 Km).

19/08/2014 San Quintín – El Rosario (59 Km).

20/08/2014 El Rosario – Cataviña (128 Km).

21/08/2014 Cataviña – Parador de Punta Prieta (105 Km).

22/08/2014 Parador de Punta Prieta – Guerrero Negro (134 Km).

23/08/2014 Descanso en Guerrero Negro.

24/08/2014 Guerrero Negro – San Ignacio (147 Km).

25/08/2014 San Ignacio – Playa Dos Amigos (109 Km).

26/08/2014 Paya Dos Amigo – Bahía Coyote (77 Km).

27/08/2014 Bahía Coyote – Loreto (113 Km).

28/08/2014 Loreto – Ciudad Insurgentes (121 Km).

29/08/2014 Ciudad Insurgentes – Km 128 Transpeninsular (110 Km).

30/08/2014 Km 128 Transpeninsular – La Paz (125 Km).

31/08/2014 La Paz – Mazatlán (Baja Ferries)

México (Baja California)

Minutos antes de cruzar el transitado paso fronterizo de Tijuana, me despedí de Estados Unidos dando mis ultimas pedaladas por la ciudad de San Diego. Llegado el momento, me incorpore a la fluida columna de vehículos que inundaba los cuatro carriles de acceso, pague mis tasa en la oficina de migración, estampe el visado mexicano y entre a la ciudad fronteriza mas visitada del mundo.

El contraste social fue instantáneo, atravesé zonas marginales y de gran pobreza que me hicieron recordar mi paso por Asia. El sol se ocultaba y era hora de descansar, localice un Motel adaptado a mi bolsillo y cerré los ojos en el vigésimo país que transitaba en mi aventura.

Después de tres meses en Estado Unidos todo cambio de golpe. Las carreteras, el tráfico, los vehículos, la moneda, las tiendas, la comida, los precios…pero sin duda alguna lo mas emocionante fue iniciar la etapa latinoamericana, y con ello, romper la barrera del idioma.

El momento de dejar atrás Tijuana no tardo en llegar. En mis primeras pedaladas me acompaño un inusual viento a favor, llenándome el cuerpo de buenas energías y haciendo que avanzara con una sonrisa pegada en la cara durante horas ¡Buen comienzo! Paré a almorzar en un pequeño puesto de carretera, donde devore un tremendo burrito, tan grande que si le hubiera puesto un pañal parecería un recién nacido. El hecho de disfrutar de mi primera etapa no me alejo de la concentración que debía mantener, ya que un nuevo reto se me venia encima.

La carretera Transpeninsular que recorre toda Baja California y que me llevaría hasta La Paz, esta considerada como una de las carreteras mas peligrosas de todo México, y debía pedalear mas de 1400 kilómetros por ella. Como un paso angosto y sin arcenes, atraviesa un territorio desértico donde viven escorpiones y serpientes de cascabel, una carretera que cuenta con constantes cambios de rasante cruzando zonas de terreno accidentado, y que ha costado la vida a numerosas personas. Las cruces que hay en los bordes de la carretera son prueba de ello.

Desde el primer momento asumí los riesgos que conlleva pedalear en compañía de impacientes tráilers por el estrecho asfalto, y las largas distancias entre abastecimientos de agua y comida. A fin de cuentas tantos kilómetros en la carretera ya me habían endurecido lo suficiente para afrontarlo como un día cualquiera.

Pero aunque la carretera sea mi hogar, no podía descuidar una nueva norma de seguridad a la hora de dormir en mi templo de descanso, mi tienda de campaña. Los días en los que acampaba donde me diera la real gana se acabaron. El riesgo de ser asaltado era una realidad, y las personas locales no tardaron en recordármelo a la vez que me facilitaban lugares seguros para instalar mi campamento. Ya sean hoteles, ranchos o campings, siempre hay que acampar en una propiedad privada, segura y con el consentimiento de sus dueños, y fue algo que la hospitalidad mexicana me lo puso realmente fácil.

A lo largo de las jornadas hago buenas medias de kilometraje por día, el calor no es algo que me afecte demasiado y llego sin problemas hasta San Quintín, donde me preparo para afrontar 400 kilómetros en 4 etapas por un desolado y montañoso desierto ¡Toca tirar de galones!

En la mañana que dejaba atrás San Quintín, un amigable camión me adelanto tan cerca que me zumbaron los oídos, provocando que me fuera de la carretera adentrándome descontroladamente en el desierto. Sin posibilidad de reaccionar choque contra una roca dando un tremendo llantazo con la rueda trasera, que le valió un agujero a la cubierta por el que asomaba la cámara. Me dejo pasmado la actitud del conductor, pero me dejo tremendamente alucinado como el potro aguanta a pesar de todo lo que se le viene encima. Bucéfalo es único en su especie.

A pesar de que las ruedas estaban en una situación crítica, aguantaban heroicamente mientras se iban sucediendo las etapas. El día que corone el pueblo de Cataviña, dedique un vídeo de agradecimiento a mis Crowdfunders por haber llenado mis botellas de agua y mis alforjas de comida, y poder llevar acabo toda y cada una de las etapas que se me venían por delante.

El mal estado de las cubiertas del potro me llevaron a reparar pinchazos día y noche, y para llegar a la ciudad de Guerrero Negro debía cruzar el Valle de los Cirios, bajo el vuelo de las aves rapaces y el sol abrasador. Pero el desierto de Baja California me guardaba un fenómeno que nunca antes contemple en ningún otro desierto.

La aparente sequia era solo interrumpida por autenticas trombas de agua que inundaban la arena y formaban ríos que rápidamente secaban. El resultado era un vacío en la carretera que te llevaba a pasar de pedalear en una llanura, a adentrarte en un hueco en la tierra y acto seguido a subir una cuesta de gran pendiente. En estas tierras lo bautizaron como Vado, yo lo denomine como Rompe Piernas.

Pero los lugares que ofrecen mas dificultades para ser explorados, son los que esconden los paisajes mas inusuales. El enigmático Valle de los Cirios cautiva durante el día, e hipnotiza en cada puesta de sol ofreciendo místicos atardeceres.

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(Atardecer en el Valle de los Cirios)

Alcanzar la ciudad de Guerrero Negro me supuso disfrutar de un día de descanso, agua fría y abundante comida mexicana. Reponer fuerzas fue vital para completar las 6 etapas que me separaban de La Paz, y prepararme para las sorpresas que la carretera me tenia guardadas.

Con las piernas fuertes y ligeras, pedalee como una bestia con el escaparate de un cielo oscuro en el horizonte, dando imagen a una tormenta que se alejaba. Mi objetivo era recorrer 147 kilómetros y llegar a San Ignacio, pero al final del día algo me ralentizó.

De repente una larga fila de vehículos esperaban inmóviles, y a medida que me acercaba la gente me gritaba desde sus coches: “¡¡Pero a donde vas!! ¡¡Que te vas ahogar!!” Me deje caer por una cuesta que me llevo a la razón de tal colapso. La tormenta que contemple alejarse en el horizonte, había inundado un vado dejando hasta 2 metros de agua en su parte mas profunda.

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(Colorado On The Road dispuesto a superar la inundación)

Solo los camiones y los todoterrenos mas potentes se atrevían a pasar, mientras el resto de conductores esperaban a que el nivel de agua bajara. Fue entonces cuando conocí a Parker y Aidan, dos jóvenes estadounidenses que viajan en una furgoneta Volkswagen junto a sus amigos Joel y Madison, para recorrer el continente americano y completar un proyecto al que bautizaron con el nombre de Vanajeros. Rápidamente hicimos amistad y me guiaron a una zona en el interior del desierto entre cactus y lodo, donde el nivel del agua era mas asequible y me brindaba la oportunidad de luchar junto al potro por superar el obstáculo.

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(Izquierda: Colorado On The Road hablándole de Bucéfalo a Parker. Derecha: Colorado On The Road atravesando la zona inundada)

Con el agua por las rodillas coronamos la otra orilla sin dificultad, y pedalee bajo el cielo estrellado hasta llegar a San Ignacio, donde quede con encontrarme con mis nuevos amigos en un camping a orillas de una pequeño lago.

He de reconocer que mi simple tienda de campaña no parecía nada en comparación con el despliegue de equipo del que disponía Vanajeros. Parker cocino para todos y me invitaron a cenar con ellos, luego pasamos varias horas bebiendo unas cervezas y hablando de nuestras aventuras.

Con la salida del sol me di un baño en el lago, y mientras preparaba el equipo para volver de nuevo al ruedo conocí a una pareja de brasileños que llevaban mas de dos años pedaleando por el mundo, André y Karla. Antes de que el sol empezara a pegar con fuerza me despedí del grupo y volví a la carretera.

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(Izquierda: Furgoneta de Vanajeros. Derecha: Colorado On The Road)

Transcurridas dos etapas bajo fuertes e intermitentes tormentas, alcance la Playa Coyote. Manteniendo una conversación con el dueño de un abarrotes me entere que Baja California estaba bajo la amenaza del Huracán Marie, situado a 750 kilómetros de la costa Pacífica y con vientos de 215 km/h. Si el huracán tocaba tierra, no me cabía ni la menor duda de que me llevaría volando de regreso a España.

Decidí acampar en la playa cerca de las casa para mantenerme informado de la situación. El mar del Golfo de California estaba tranquilo, y la puesta de sol te hacia pensar que era imposible que se estuviera acercando un huracán de categoría cinco por la otra costa, pero ahí estaba.

Antes de cerrar los ojos llegó un coche a la playa, en el iba David, un pontevedrés y su amiga californiana. Grata sorpresa que me llevo a desvelarme unas horas mientras hablábamos bajo las estrellas, e hicimos planes para coincidir en Loreto situado a menos de 115 kilómetros.

Mi despertador sonó a las 05:00 am cuando aun era de noche, y pude contemplar como el cielo cambiaba de color por instantes a medida que el sol salía por el horizonte. Empezar una etapa bien temprano es la diferencia entre completarla con éxito, o fracasar. A media mañana David me adelanto mandándome ánimos y al final del día volvimos a coincidir en el camping, donde además había una pareja de moteros, una mallorquina y un argentino. Hay momentos del viaje muy solitarios y otros en los que no paro de hacer nuevas amistades, pero esta vez habíamos coincidido 3 españoles viajando en tres modalidades diferentes, y con algo mas que una bandera en común, un corazón aventurero.

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(De izquierda a derecha y por procedencia: Mallorca, Colorado On The Road, Pontevedra, Estados Unidos y Argentina)

En el último esfuerzo para llegar a La Paz superé una zona montañosa y kilómetros de desierto. Estaba totalmente roto después de 14 etapas, mi ropa tenia tanta mugre que en muchos momentos del día me picaba todo el cuerpo, sufrí una reacción alérgica y me aparecieron sarpullidos por todo el pecho, llevaba mas de 15 días lavando la ropa a mano. No dude en alojarme en un Motel para darme una larga ducha y lavar la ropa con agua caliente.

Después de pasar tantas horas rodeado de la calma del desierto y de haber hecho tantas nuevas amistades, opino que no ha que incomodarse en los solitarios momentos, ya que:

“Debemos aprende a valorar la soledad, como una compañera mas de la aventura”

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(Colorado On The Road amaneciendo en Playa Coyote)

Video Baja California:

Video Crowdfunders Baja California: