Botsuana

Etapas:

13/02/2016 Tsootsha – Ghanzi (129 Km).

14/02/2016 Ghanzi – Kuke (113 Km).

15/02/2016 Kuke – Sehithwa (80 Km).

16/02/2016 Sehithwa – Maun (102 Km).

17-19/02/2016 Descanso en Maun.

20/02/2016 Maun – Makgadikgadi Pans National Park (106 Km).

21/02/2016 Makgadikgadi Pans National Park – Gwetta (115 Km).

22/02/2016 Gwetta – Nata (100 Km).

23/02/2016 Nata – Mosetse (78 Km).

24/02/2016 Mosetse – Francistown (110 Km).

25/02/2016 Descanso en Francistown.

26/02/2016 Francistown – Tsamaya (46 Km).

27/02/2016 Tsamaya – Marula (Entrada en Zimbabue) (91 Km).

Botsuana: En busca de la fauna salvaje

Mi entrada en Botsuana me acercaba más que nunca a la sabana africana. Impaciente por observar la vida salvaje avancé por la llanura para llegar a Maun. Pedaleando por las interminables rectas de asfalto me sentía como un intruso. La carretera esta rodeada por la hierba pero solo unos metros, luego comienza el dominio de la vegetación, árboles y matorral bajo que no te permiten ver con profundidad que es lo que merodea a tu alrededor.

Me daba bastante tranquilidad la presencia de vacas, caballos y burros salvajes junto a la carretera, donde se concentra el pasto más tierno. Digo tranquilidad porque al menos me sentía como el bocado menos suculento. A pesar de ser poco probable toparse con un depredador por esa zona, es imposible no sentir ese picor en la boca del estomago cuando escuchas un sonido a tu alrededor.

La primera noche en mi trigésimo séptimo país de mi vuelta al mundo, dormí camuflado junto a un árbol a pocos metros de la carretera. Fue una noche inquietante en la que una terrible pesadilla interrumpió mi placentero sueño. Me desperté tan agitado y desorientado, que no sabía que estaba en Botsuana, solo sabía que era de noche y que estaba dentro de la tienda. Amanecí fatigado y después de desayunar me dispuse a tomar la profilaxis de la malaria. Desde hace una semana empecé a medicarme para combatir tan temible enfermedad. Curiosamente durante esa semana no había descansado bien ninguna noche, me despertaba agotado después de dormir 8 horas y pedaleando no me sentía al 100%. La inquieta noche que pasé fue la última porque decidí dejar de tomar Malarone. Los efectos secundarios me estaban destrozando.

Me puse en marcha sin gozar de una ducha mañanera y rebozado en mi sudor, como de costumbre. Coincidencia, casualidad o acierto, pedalee con mejor rendimiento que cualquier día de la semana anterior. Parece que la profilaxis de la malaria me estaba robando la energía, y solo me queda tocar madera para no contraerla. Pero si ese fatídico mosquito viene a mi, tomaré medidas para superar el obstáculo, como siempre he hecho. Hasta entonces, simplemente voy a disfrutar extremando las precauciones para que no me piquen.

Finalizo la jornada en una pequeña aldea, donde acampo junto a las chozas de barro y paja. Por la mañana me da los buenos días un cielo claro y azul, pero la época de lluvias está comenzando y la climatología en África es difícil de predecir. Por la tarde me agarra una tormenta, no llueve de forma constante, se iba desplazando hacia el Sur y el cielo descarga agua cada 5 minutos de forma intermitente. Gloriosa ducha natural que me da un respiro y aclara la suciedad de mi ropa.

Diario Botsuana 1

(Acampando en un pequeña aldea de Botsuana)

Al cuarto día en Botsuana alcanzo Maun. En la embajada española de Windhoek me dieron el contacto de Edurne, cónsul honoraria. Hace 20 años creó una agencia de safaris para visitar el Delta del Okavango. Edurne me recibe con los brazos abiertos y me deja ocupar su casa de invitados. Me relajo durante varios días durmiendo en cama, con baño privado, cebándome de buena comida y por primera vez desde que dejé atrás Cape Town, lavo la ropa en una lavadora.

Su esposo es guía profesional de safaris y me da un valioso consejo. Durante sus expediciones siempre lleva un puñado de arena fina en el bolsillo, para interrumpir el ataque de un león lanzándosela a los ojos. Espero nunca tener que ponerlo en practica.

La segunda noche en Maun, Edurne organiza una cena para la reducida comunidad de españoles. Fue cuando conocí a Marcus, piloto de avionetas, que me ofreció acompañarle en un vuelo para recoger a 11 clientes de un Lodge dentro del Delta del Okavango. Por la mañana despegamos y desde el aire vemos cocodrilos e hipopótamos, aterrizamos en la pista de tierra dentro del Parque Nacional y se suben todos a bordo. En el despegue, más digno de un rally, observamos a una manada de elefantes caminando por la inmensa llanura. Una experiencia única!

Diario Botsuana 2

(Junto a Marcus dentro del Delta del Okavango)

Después de reponer fuerzas y decidido a continuar la aventura, organizo todo para continuar la marcha, pero por primera vez en África no iba a pedalear solo. Frank, uno de los guías de safaris de Edurne y aficionado a la bicicleta, decide acompañarme hasta la ciudad de Nata, a 300 kilómetros al Este.

Diario Botsuana 3

(Junto a Edurne, su marido y Frank)

El primer día volamos con el viento a favor y alcanzamos la entrada del Makgadikgadi Pans National Park. Con el atardecer encima, montamos el campamento junto a un árbol, y preparamos la hoguera para mantener a los depredadores a raya durante toda la noche. A nuestro alrededor se pueden apreciar las zonas de paso de los animales de un lado a otro de la carretera, como inmensos agujeros entre los arbustos que solo un animal de gran tamaño podía hacer. Mientras estaba recogiendo leña con los últimos rayo de luz, tuve la hermosa oportunidad de contemplar un elefante pasar a 200 metros del campamento. Fue toda una sorpresa porque no me lo esperaba, pasó andando como si nada, como si no existiéramos. Fue la primera vez en mi vida que veía un elefante salvaje desde tan cerca.

Diario Botsuana 4

(Lejana fotografía que tomé al elefante que pasó por nuestro campamento)

Encendí el fuego con una sonrisa estampada en la cara, todo me parecía tan emocionante. Frank estaba como si nada, a fin de cuentas ha crecido rodeado de esta fauna salvaje, pero yo estaba entusiasmado.

Antes de dormir Frank me advierte: Nada de comida dentro de la tienda. Si tienes cualquier alimento con olor a carne, las hienas y leones vendrán a por ti, si tienes fruta puedes atraer a los elefantes. El fuego nos protegerá durante toda la noche, pero las hienas no lo temen, es probable que vengan a oler e inspeccionar este nuevo arbusto de su territorio, es decir, la tienda de campaña. Debes estar tranquilo y no agitarte, ellas vendrán, olerán, inspeccionaran y finalmente, se alejaran.

Esa noche cerré los ojos con la ilusión de despertar por la mañana y ver las huellas de las hienas alrededor de mi campamento, pero al salir el sol solo había rastro de miles de insectos que se refugiaron bajo mi tienda.

Llegamos al primer pueblo con el fresco de la mañana, donde desayunamos judías con Fat Cakes, unos buñuelos cargados de energía. Frank hace de intérprete y simplemente me dejo llevar siguiéndole a haya donde vaya.

Atravesamos dos Parques nacionales que están separados por la carretera. Al Norte tenemos el Nxai Pan National Park con menos concentración de agua, y al Sur el Makgadikgadi Pans National Park con el Río Boteti y el Lago Nwetwe, en el que se concentra la mayoría de la vida salvaje del lugar, debido a la abundancia del preciado elemento.

Mientras pedaleamos, constantemente contamos con la presencia de los Ñandúes. En la carretera Frank reconoce las heces de una hiena, son recientes me dice, menos de dos días. Los excrementos de hiena empiezan a blanquearse pasadas 24 horas, debido al exceso de calcio procedente de los huesos que comen. Estaba ansioso por ver alguna.

Diario Botsuana 5

(Heces de una hiena)

Durante el camino mi guía personal me cuenta como hace dos años un motorista alemán, falleció en esta misma carretera a manos de un elefante. El animal se le cruzó en la carretera, y el motorista para espantarlo revoluciono el motor al máximo para asustarlo con el potente sonido, pero la respuesta del elefante fue envestirlo hasta la muerte.

En una de sus últimas expediciones como guía de safaris, Frank guiaba a un pequeño grupo de turistas a pie. Él iba 20 metros por delante cuando un elefante empezó a caminar hacia ellos, Frank se escondió detrás de un arbusto esperando la reacción del animal, mientras el grupo se ocultaba junto a un árbol. Cuando lo tuvo frente a él, decidió mostrarse con los brazos levantados para parecer más grande e intimidarlo. El elefante dudo, y ante la duda siempre envisten. Frank recibió un trompazo en la ingle y estuvo a punto de perder las joyas de la corona. Finalmente el grupo espantó al animal gritando y levantando las manos.

Estos relatos no hacen más que aumentar mi curiosidad sobre la actitud de cada animal, y cual sería el correcto comportamiento ante la situación de tenerlos frente a frente. Bombardeo a Frank con miles de preguntas, abro los oídos y memorizo todos y cada uno de sus consejos. Es una mina de información que probablemente en el futuro tenga que poner en práctica.

Con la llegada a Gwetta dejamos atrás los parques nacionales, y donde nos esperaba una recompensa con la firma de Edurne. Antes de salir de Maun nos dejó pagada una noche en el camping Planet Baobab, con cena y desayuno incluido. En las cercanías del campamento se concentran los enormes Baobab, majestuosos árboles que llegan a medir 30 metros de alto y 11 metros de diámetro, en sus más de 1000 años de vida.

Diario Botsuana 6

(Bucéfalo junto a un Baobab)

El buffet libre del desayuno nos dejo fuera de combate durante dos horas mientras hacíamos la digestión, y comenzamos a pedalear a mediodía en nuestra última jornada juntos. Antes de llegar a Nata tuvimos que buscar refugio en una granja cercana a la carretera, donde pasamos la tormenta que teníamos justo encima.

Esperamos una hora a que la lluvia cesara dentro de una cabaña de barro y paja. Aprovechamos para hablar de la conducta de los elefantes, lo unidos que están sus grupos, los sentimientos que se procesan, la memoria que los caracteriza y uno de los comportamientos más increíbles, cómo los despiden antes de abandonar la manada para alejarse y morir en soledad, para luego rendirles un particular homenaje póstumo cuando se encuentran con sus restos, tocando con sus trompas y pezuñas los enormes huesos.

(Reflexionando junto a Frank en la cabaña de barro y paja)

Nata es el último pueblo en el que acampo con Frank. Por la mañana me despido del mejor guía de safaris que he conocido y continuo mi viaje en solitario.

Francistown es la última gran ciudad que visito en Botsuana antes de llegar a la frontera con Zimbabue. Fue una parada técnica de un día para trabajar con el ordenador utilizando el wifi del aeropuerto. La primera noche cuando me disponía a dormir en la sala de espera, uno de los operarios conocido por sus compañeros como Mr T, me ofrece acampar en el jardín de su casa. Los trabajadores del aeropuerto viven en una pequeña zona residencial construida a menos de 500 metros, y era una zona segura para dormir. La segunda noche uno de los compañeros de Mr T directamente me ofrece una cama en su casa. En Botsuana hay largas extensiones de terreno salvaje y no hay mucha población, pero las pocas personas con las que me crucé en el camino, fueron sencillamente maravillosas conmigo.

Diario Botsuana 8

(Colorado On The Road junto a Mr T)

Con 30 dólares en metálico en el bolsillo para pagar las tasas de mi próxima frontera, puse rumbo a Zimbabue bajo la lluvia. No duré mucho tiempo pedaleando y a los 50 kilómetros paré en un pequeño pueblo, para buscar refugio en una zona techada de la comisaría. Pude secar la ropa y los agentes me dieron de cenar. Finalmente hice noche allí porque la tormenta no cesaba.

Atravesé el puesto fronterizo con Zimbabue con hambre de más. Me hubiera gustado hacer un Safari salvaje por el Delta del Okavango, pero claro está, los elevados precios me dejan fuera de toda expedición. La bicicleta te limita mucho, pero a la vez ha sido la que me ha dado alas. De no ser por ella jamás hubiera compartido esta experiencia junto a Frank, y sobre todo, jamás hubiera aprendido tanto de él. Hay una frase que me dijo que se me quedó grabada en la memoria:

“Si te sientes como un intruso en un entorno salvaje, es porque lo eres”

 

Chile

Etapas

18/04/2015 Ollagüe – Ascotan Viejo (70 Km).

19/04/2015 Ascotan Viejo – Calama (137 Km).

20/04/2015 Descanso en Calama.

21/04/2015 Calama – Alto Carmen (84 Km).

22/04/2015 Alto Carmen – Antofagasta (117 Km).

23/04/2015 Descanso en Antofagasta.

24/04/2015 Descanso en Antofagasta.

25/04/2015 Descanso en Antofagasta.

26/04/2015 Antofagasta – Desierto de Atacama (113 Km).

27/04/2015 Desierto de Atacama – Taltal (132 Km).

28/04/2015 Taltal – Desierto de Atacama (85 Km).

29/04/2015 Desierto de Atacama – Chañaral (64 Km).

30/04/2015 Chañaral – Caldera (99 Km).

01/05/2015 Caldera – Copiapó (100 Km).

02/05/2015 Copiapó – Vallenar (126 Km).

03/05/2015 Vallenar – Domeyko (52 Km).

04/05/2015 Domeyco – Inchawasi (43 Km).

05/05/2015 Inchawasi – La Serena (109 Km).

06/05/2015 La Serena – Socos (101 Km).

07/05/2015 Socos – Huentelauquén (114 Km).

08/05/2015 Huentelauquén – Pichidangui (74 Km).

09/05/2015 Pichidangui – Catapilco (67 Km).

10/05/2015 Catapilco – El Molino (48 Km).

11/05/2015 El Molino – Santiago de Chile (29 Km).

12-26/05/2015 Descanso en Santiago.

27/05/2015 Santiago – Rancagua (109 Km).

28/05/2015 Rancagua – Curicó (103 Km).

29/05/2015 Curicó – Linares (113 Km).

30/05/2015 Linares – Chillán (104 Km).

31/05/2015 Chillán – Monte Águila (73 Km).

01/06/2015 Monte Águila – Los Ángeles (64 Km).

02/06/2015 Los Ángeles – Cuesta La Esperanza (42 Km).

03/06/2015 Cuesta La Esperanza – Lautaro (92 Km).

04/06/2015 Lautaro – Loncoche (110 Km).

05/06/2015 Loncoche – Los Lagos (89 Km).

06/06/2015 Los Lagos – La Unión (60 Km).

07/06/2015 La Unión – Agua Buena (60 Km).

08/06/2015 Agua Buena – Entre Lagos (35 Km).

09/06/2015 Entre Lagos – Paso de Samoré (62 Km).

10/06/2015 Paso de Samoré – Villa Angostura (Entrada en Argentina) (45 Km).

Chile

Conseguí llegar al paso fronterizo de Ollagüe con la escasa luz del atardecer, y entré en Chile con el frío y la oscuridad de la noche. Caminé por las solitarias calles de la ciudad buscando cambiar el poco dinero boliviano que me quedaba y algo de comida que comprar. Encuentro una tienda, con el cambio de moneda y los elevados precios chilenos en comparación a los bolivianos, me da para unas galletas y un litro de leche.

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(Entrada en Chile por el Paso de Ollagüe)

El dueño de la tienda me ofrece acampar en un cobertizo de su casa, mas protegido del viento, el frío y las nocturnas heladas de las montañas andinas. Recibí la invitación como un rayo de esperanza. A 3660 msnm las noches invernales consiguen que duerma hecho una pelotita dentro de mi tienda.

Por la mañana caliento mis entumecidos músculos y me pongo en marcha. Busco un cajero inexistente que esperaba encontrar, y sin cajero no hay dinero, sin dinero no hay comida. Por delante 200 kilómetros inhabitados a través de las montañas hasta llegar a Calama donde resolvería este problema. Me recomiendan que me deje remolcar por un camión pero no logran convencerme, soy así de cabezón.

Empiezo a pedalear con el estomago llego de esperanzas e ilusiones, pongo un cartel detrás de la bicicleta en el que escribo: ¨Sin Comida¨. Avanzo 50 kilómetros y encuentro una minera donde la cantina tiene mucho movimiento, es la hora de la comida y me acerco a ver si consigo algo. Cuando me planto en la puerta de la cocina, esta se abre antes de que llegue a tocarla saliendo un minero tocándose el estomago completamente lleno de deliciosa comida. Lo saludo, me presento y voy directamente al grano: “¿Os sobra algo de comer?” Llaman al cocinero y cuando se acerca solo pude decir: “Colega, tengo más hambre que el perro de un ciego”. Todos ríen, dos de ellos me agarran del hombro… “Entra amigo, aquí tenemos comida de sobra para todos”. Acabo comiendo dos platos de arroz, ensalada, sopa, pescado, carne, un litro de zumo y plátanos para el camino, casi me como hasta el mantel!!!

Me despido con un tierno y agradecido abrazo para seguir pedaleando. El viento empieza a soplar con mucha fuerza, el frío que arrastra me hiela la cara y las manos a medida que impacta mi cuerpo, avanzo lento y las horas de luz son cortas. A cada minuto la idea de dormir en un refugio y de conseguir cena se desvanece, pero los últimos esfuerzos de la jornada me llevan a encontrar otra minera. Muchos dirían que fue un golpe de suerte, y coincido. La suerte es de todos, pero la buena suerte es solo del que sigue adelante, del que la busca y del que lucha por encontrarla.

Me acerque a la cantina donde me dieron de cenar, acampé al cobijo del viento entre los muros de una iglesia clausurada y me dormí con el estomago lleno de comida calentita.

Con el alba me pongo en pie y equipo a Bucéfalo lo antes posible, el viento tiene su horario y tengo que utilizarlo a mi favor. Desde el amanecer hasta las 12:00 del medio día, sopla en dirección Oeste, hacia donde va mi camino, pero pasada esta franja horaria cambia drásticamente de sentido para soplar en dirección Este.

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(Colorado On The Road camino a Calama)

Cuando estoy a tan solo 50 kilómetros de Calama las energías vuelven a fallarme. Desde La Paz no he parado de avanzar y atravesar el Salar de Uyuni fue una dura prueba. Me paro a descansar, pero simplemente sentir el viento me desanima, es como pedalear contra un muro. Saboreo el último plátano que me queda de la cantina, y una furgoneta se detiene, me saluda mientras saca una bolsa por la ventanilla. Me acerco corriendo, converso con ellos mientras abro la bolsa y la veo llena de comida. Resulta que me adelantaron dos horas atrás, leyeron el cartel de “Sin Comida” de la bici, y cuando volvían de la ciudad esperaban encontrarme para regalarme la bolsa.

El litro de zumo, las galletas y manzanas alimentaron mi cuerpo, pero ese solidario acto fue lo que me lleno de ánimo. Conseguí llegar a Calama, saque parte del dinero que me quedaba y busque un hostel. Durante dos días comí, dormí, volvía a comer y volvía a dormir, estaba agotado.

Antes de retomar la marcha tenia que cuidar de Bucéfalo, el pobre también necesitaba cuidados. Empecé limpiándolo cuidadosamente para quitarle toda la sal y el barro que tenía acumulado. Pero haciéndole el mantenimiento encontré una fisura en la llanta de la rueda trasera. No tenía muy buena pinta.

La llanta la compré en Washington hacia ya 22.000 kilómetros. Las pistas de tierra y roca atravesando Los Andes Centrales la habían llevado a su fin. La solución mas lógica hubiera sido comprar una nueva, pero solo en Santiago de Chile encontraría el repuesto necesario. Mientras seguía examinando la fisura solo pude susurrarla: “Aguanta guerrera, aguanta 1600 kilómetros más”.

Vuelvo a la carretera algo mas descansado, necesito ver mar y cambiar de paisaje durante unos días. El trayecto hasta la ciudad costera de Antofagasta fue bastante tenso en muchos tramos, la carretera era muy estrecha y no había espacio para el ciclista. Los camiones que transportaban acido sulfúrico para la industria minera, en varios de sus numerosos adelantamientos estuvieron a punto de llevarme por delante. No frenaban, no se desviaban ni un milímetro, simplemente les daba igual.

Finalmente consigo llegar a Antofagasta y me instalo en un tranquilo camping en la zona Sur de la ciudad, donde me preparo para pasar unos días durmiendo con el sonido de las olas, relajándome con la brisa marina y trabajando con el ordenador.

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(Llegada a Antofagasta)

Veo una señal en repetidas ocasiones y que despierta mi inquietud: “Peligro de Tsunami”. Con el campamento ya en orden, me acerco a una tienda a comprar la cena, le pregunto al encargado y me da las instrucciones precisas en caso de haber un temblor de tierra. Las sirenas de emergencia empezarían a sonar, hay un margen de 20 minutos para dejarlo todo y subir a la colina mas cercana para sobrevivir a la inminente ola que arrasaría la costa.

Esa misma noche mientras dormía, sentí la tierra moverse violentamente, sacudir mi cuerpo tumbado sobre la arena de la playa mientras escuchaba la tierra crujir. Abrí los ojos, exaltado salí de la tienda de campaña y observé la tranquilidad de la noche. Ha sido una pesadilla me dije, de haber sido real estarías escuchando las sirenas. Bufff!!!! Resople mientras miraba al cielo, olí el mar, escuche las gaviotas y me volví a dormir.

Después de varios días descansado y las visitas a la universidad para utilizar su internet, llegó la hora de afrontar el siguiente asalto con Atacama.

Cargado de comida y agua para dos días, escalo la colina que separa la costa del desierto, para volver a la ruta 5 que atraviesa la infinita planicie. Para mi sorpresa paso enfrente de una penitenciaria, era el día de visitas y había un puesto de bocadillos, así que fiel a mis reglas de viajero seguí la numero #5. “No pierdas nunca la oportunidad de abastecerte”.

Paré a comprar dos bocadillos, uno para el momento y otro para el camino. Fue entonces cuando un ciclista colombiano llegó preguntando por una estación de camioneros, llamada La Negra, para hacer autostop hasta Santiago de Chile. Estaba a 12 kilómetros y compartíamos dirección así que le ofrecí acompañarle. Pedaleamos juntos charlando tranquilamente, a los pocos minutos me pregunto si tenia marihuana, “No” le dije. Seguimos hablando y hasta que llegamos a La Negra me insistió 7 veces más, ¿Seguro que no tienes marihuana? Repetía constantemente. Cuando llegamos le pregunté si tenia hambre y si había desayunado, no le hizo falta contestar, había visto esa expresión decenas de veces en mi. Venga ven conmigo le dije, te invito a desayunar.

Mientras degustaba mi tercer desayuno de la mañana, contemplaba como mi compañero disfrutaba el suyo. Me hizo muy feliz poder ayudarle, yo había pasado por lo mismo miles de veces. Mientras tomábamos el café me contó que no se encontraba muy bien del estomago desde hacia varios días, le entendía perfectamente. Le dije que resistiera, que se le acabaría pasando.

A la hora de despedirnos me pidió que le dejara acompañarme. La idea no me hacia ninguna gracia, le faltaba mucho al pobre muchacho para poder seguirme el ritmo, pero quería ayudarle por lo que fui totalmente sincero: “No estas preparado amigo, me he cruzado desiertos muy duros en este viaje y no lo estas. No es por que estés desesperado por fumar marihuana, ni porque estés malo del estomago, es porque lo primero que me dijiste al conocerte es donde esta la estación de camiones para que te remolquen hasta Santiago. Antes de empezar ya estabas vencido, nunca quisiste meterte en este desierto. Aunque sea sáltate los primeros 500 kilómetros que son los mas duros y si coincidimos nuevamente por la ruta, pedalearemos juntos pero por zonas mas fáciles”. Nos despedimos y cada uno siguió su camino.

Los primeros kilómetros pedaleando por el Desierto de Atacama no pude evitar acordarme de Lucho, el ciclista colombiano con quien compartí ruta desde Trujillo hasta Lima. Juntos atravesamos el desierto mas duro de toda Sudamérica. El si que era un guerrero, un hermano, un luchador, un valiente!!!

Antes de que caiga la noche me interno en el desierto abandonando la carretera, instalo mi campamento, cocino la cena con mi hornillo fabricado con media lata de Coca-Cola y alcohol de quemar, miro las estrellas y cierro los ojos hasta que el sol vuelve a salir por el horizonte.

Por la mañana me racionalizo el agua para llegar hasta Paposo, y en los últimos 30 kilómetros hasta la costa me esperaba una tremenda bajada que desciendo a 88 km/h, mi nuevo récord de velocidad.

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(La bajada del desierto hasta la costa)

Bordee 50 kilómetro por la costa para llegar a Taltal, donde pasé la noche en la playa junto a una hoguera escribiendo mi diario. En el desierto los días son calurosos y soleados, pero las noches son frías. Después de la dura jornada del día siguiente, escribí una nueva hoja en mi diario:

“Ha merecido la pena… madrugar en Taltal, cargar la bicicleta con comida y 7 litros de agua, pedalear 20 kilómetros cuesta arriba para adentrarme nuevamente en el desierto, luchar contra el calor, el sol y el viento hasta el atardecer, dejar la carretera para adentrarme 500 metros en las arenas de Atacama, recorrer durante una hora la orilla del asfalto recogiendo trozos de madera para calentarme por la noche, cocinar la cena, instalar el campamento…después de todo el esfuerzo y de no parar en todo el día, por fin me siento junto al fuego bajo la luna y las estrellas, rodeado de oscuridad y calma. No es fácil construir estos momentos y el trabajo que lleva es muy duro, pero merece la pena”.

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(Colorado On The Road en el Desierto de Atacama)

Amanezco en el desierto, continuo lidiando con las cuestas de 20 km y llego a Chañaral. En cuanto entro en la ciudad pregunto por la playa para acampar, pero ya no hay playa. Unas semanas antes cayó una riada después de décadas sin llover, arrasando la ciudad y cambiando totalmente la geografía. Me acerco a la zona cero y contemplo la destrucción total. Casas derruidas, furgonetas encima de tejados, escombros por todas partes y la playa sustituida por un agujero lleno de restos de la catástrofe.

Terremotos, inundaciones, volcanes, sequias, diluvios, Chile es un país de extremos y es justamente por lo que son tan duros los chilenos, y a la vez tan solidarios. Termino acampando con los voluntarios que llegaron de todo el país para ayudar a sus compatriotas, comparten conmigo su comida y sus experiencias. Se sentían frustrados porque ya no llegaba tanta ayuda. En el Sur de Chile el volcán Chalbuco había entrado en erupción y toda la atención de la prensa estaba enfocada en él. Por la mañana me despedí de todos los voluntarios y atravesé de nuevo la zona cero de la ciudad.

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(Destrucción en Chañaral)

Continuo mi viaje por el desierto pedaleando como una bestia, los días pasan tranquilos y cada vez estoy más cerca de la capital. Pero la llanta trasera va a peor y la fisura es más grande. La mañana que amanezco en el pequeño pueblo de Domeyco, vuelvo a revisar su estado y decido tomar medidas, sino no lo lograríamos. Busco un taller de coches y les pido que me dejen utilizar algunas herramientas y hurgar en una montaña de metales inservibles. Acceden encantados y encuentro una vieja cadena, corto un eslabón y lo deformo hasta darle forma de pinza, con la medida perfecta de la llanta. El invento resulta pero a los pocos kilómetros la pinza se suelta, la llanta se abre y la rueda explota.

Avanzo un poco más hasta llegar al siguiente pueblo e instalo el campamento. Trabajo para hacer una nueva adaptación a mi arreglo y que la llanta aguante hasta Santiago. Fijo un radio extra para reafirmar la sujeción, fabrico lengüetas con una botella de plástico para cubrir la fisura por el interior, y suavizar el contacto con la cámara.

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(Estado y reparación de la llanta trasera)

Amanece y la hora de poner a prueba el apaño había llegado. Cada 15 minutos me detenía para revisar la rueda pero siempre estaba bien. Seguí avanzando hasta que llegué a un descenso de varios kilómetros. Bajo lento, quemando las pastillas de freno hasta que me digo, “Que carajo!!!” Dejé de frenar y empecé a tomar velocidad hasta que me puse a 60 km/h durante varios minutos. La pinza lo aguanto sin inmutarse y lo más importante, resistió los 600 kilómetros hasta Santiago.

Después de una semana veo la capital y a sus puertas aparece una nueva fisura en la llanta. Intento arreglarla para que aguante con un pasador de resorte pero acabo empujando a Bucéfalo. Con la rueda de atrás machaca me recibe en su casa Jaime, un gran amigo español. Estaba rendido y agotado, pero me espabilé en cuanto me empezó a dar jamón serrano. Jaime también ha viajado por todo el mundo y siempre ha sido una inspiración para llevar a cabo mi aventura. Los días en Santiago me hizo sentir en familia junto a su pareja y sus compañeros de casa.

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(Grandes momentos en Santiago de Chile)

Me quedaban 20 euros y Bucéfalo estaba destrozado. Intenté que alguna tienda chilena de ciclismo me apoyara, pero nada. No podía esperar a que la nueva llanta viniera a mi, tenia que salir ahí fuera a luchar por encontrarla. Diseñe 10 postales e invertí todo lo que me quedaba en imprimir 10 de cada una. Mi estrategia era simple, buscar ayuda en los ciudadanos de a pie.

Durante 8 horas estuve en la Plaza de Armas con toda mi equipación, un pequeño mapa con toda mi ruta, las 100 postales en un álbum y un cartel en el que escribí: “Vuelta al Mundo”. No tenía ni idea de que iba a pasar, pero poco a poco fui atrayendo la atención de los chilenos que se acercaban en pequeños grupos.

Primero les exponía en que consiste mi proyecto, la ruta que había llevado hasta el momento y que me quedaba por delante. Enseñaba las postales y contaba la divertida historia que había detrás de cada una, después siempre me preguntaban por su precio, yo simplemente decía que las regalaba a colaboración para poder arreglar a Bucéfalo. En mi opinión, creo que hubo dos factores que determinaron el éxito de la campaña: 1º La solidaridad chilena. 2º Una explicación de mi forma de ver el viaje que me salía del corazón: “A mi no me importa pasar frío, calor, que me llueva o nieve, soportar el hambre, atravesar montañas, selvas o desiertos, pedalear contra el viento, dormir durante semanas en la tienda de campaña y prescindir de la higiene personal que conlleva el viaje, siempre que pueda despertarme por la mañana y seguir pedaleando, seguir luchando por este sueño. Ver así a Bucéfalo me esta matando”.

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(En la Plaza de Armas repartiendo postales)

La respuesta de los chilenos fue excepcional. Al día siguiente volví al mismo lugar y recaude el doble que el primer día. Conocí a Carlos Carballo, propietario del Taller Chicle, y me proporcionó el último empujón que necesitaba: Repuestos de primera calidad a precio de coste y mano de obra gratuita. Durante dos días Carlos se dedicó a Bucéfalo, le cambió las dos llantas, el eje delantero y volvió a enradiar las dos ruedas, pusimos neumáticos y cámaras nuevas, cadena, juego de piñones, sistema de cableado y frenos nuevos. Mi Potro había vuelto!!!

Después estuve trabajando con el ordenador en casa de Jaime. Cada vez que me levantaba a estirar las piernas iba al establo a ver a mi Potro, me quedaba embobado observándolo. Es sencillamente único en su especie.

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(Colorado On The Road levantando a Bucéfalo totalmente reparado en el Taller Chicle)

El resto del tiempo en Santiago lo dedique a pasarlo ociosamente, a reencontrarme con Andrea Camacho (Proyecto El Sur es el Norte), con mis colegas españoles Jaime y Henry, conociendo otros viajeros, riendo, bromeando, disfrutando del momento de alivio y paz.

Antes de continuar y despedirme de la ciudad, la cadena de televisión Chile Visión me hizo un reportaje que grabamos durante día y medio, en el que un mensaje quise dejar claro: “Gracias Chile, estáis siendo mi talismán!!!

El momento de seguir adelante siempre llega, aunque había hecho la parada mas larga de todo el viaje, 14 días. Tenía las piernas que me pedaleaban sonámbulas por las noches, los músculos pidiéndome guerra y Bucéfalo inquieto por devorar kilómetros. Era hora de volver a la aventura.

Seguí rumbo hacia el Sur para llegar hasta Osorno, de ahí viraría al Este para alcanzar el Paso de Samoré y entrar en Argentina. Los primeros días fueron fáciles, el paisaje cambió del desierto a los bosques y praderas. Dormía en las vías de servicio COPEC, eran como un hotel 5 estrellas en las que encontraba césped para acampar, luz, seguridad, baños, duchas, agua y tranquilidad. Todos los días me paraba gente en la carretera, me había convertido en el famoso ciclista español que había salido en Chile Visión. Nos sacábamos fotos, me daban donativos, me invitaban a comer y firmaba postales.

El clima cambio y la lluvia empezó leve, pero a medida que continuaba mi camino hacia el Sur era cada vez más intensa. Terminó derivando en tormentas descomunales, la opción de acampar en campo abierto dejó de ser viable. Varios días me hospedaron, otros acampaba en cobertizos o zonas techadas para protegerme de la lluvia, secar la ropa y despreocuparme de las inundaciones. Cada noche siempre tuve a alguien que me ayudaba a encontrar refugio.

El clima no lo puso fácil pero finalmente llegué al Paso de Samoré. Era momento de despedirme de Chile y enfocarme en Argentina. Los policías fronterizos estaban esperando a que llegara para sacarse una foto conmigo, un país encantador desde el principio hasta el final.

El Paso de Samoré es una camino de 40 kilómetros a través de Los Andes que conecta los dos países vecinos. Un puerto de montaña de 1305 msnm que desde hacía dos días estaba cubierto por la nieve. El frío era intenso y el sol estaba cerca de ocultarse, pero decidí pedalear 15 kilómetros y dormir en el paso entre los dos países. La nevada empezó débil pero a medida que escalaba cobró mucha más fuerzas. Conseguí llegar con el último rayo de luz a los carpones donde guardan las máquinas quitanieves, y pasé la noche en su interior. Encendí un pequeño fuego con madera húmeda que marco la diferencia entre la desesperación y la ilusión. Fue una noche muy autentica.

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(Durmiendo en el Paso de Samoré)

Por la mañana el operario de las quitanieves, antes de empezar su turno me dejo un termo de 1,5 litros lleno de café caliente junto a la tienda. Mientras escuchaba sus pasos alejarse, a medida que me despertaba creo que pude gritar “Gracias” unas 20 veces.

Con el cuerpo lleno de cafeína me puse en marcha, el último asalto con Los Andes estaba listo. Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y ahora para cruzar a Argentina. Con esta impresionante cordillera he vivido mil y una batallas. Era hora de encarar la última.

Nevó durante toda la noche y pedalear no era posible cuesta arriba, solo podía empujar. En muchas ocasiones por cada 3 pasos retrocedía 2, resbalándome en el hielo. Los camiones se quedaban atascados, los coches paraban a poner las cadenas, mi ropa se mojó y si me paraba me congelaba, si me movía entraba en calor. Solo me detuve en dos ocasiones para ayudar a poner las cadenas a dos vehículos.

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(La última batalla con Los Andes)

La última batalla la mejor!!! Me repetía constantemente cuando coroné la cima del Paso de Samoré. Luego descendí hasta la frontera y entré en Argentina.

Uno nunca sabe lo que se va a encontrar, que ocurrirá o que problemas tendrá que superar. Lo que siempre me ha movido en los momentos difíciles es:

“Las soluciones no se encuentran quedándose quieto o mirando atrás.

La respuesta siempre esta adelante, nunca hay que dejar de avanzar.”

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Vídeo del trayecto en el Sur de Chile hasta el Paso de Samoré:

Bolivia

Etapas

03/04/2015 Copacabana – Huarina (82 Km).

04/04/2015 Huarina – La Paz (78 Km).

05/04/2015 Descanso en La Paz.

06/04/2015 Descanso en La Paz.

07/04/2015 Descanso en La Paz.

08/04/2015 Descanso en La Paz.

09/04/2015 La Paz – Patacamaya (103 Km).

10/04/2015 Patacamaya – Colpapucho (50 Km).

11/04/2015 Colpapucho – Pazña (165 Km).

12/04/2015 Pazña – Sevaruyo (94 Km).

13/04/2015 Sevaruyo – Keluyo (94 Km).

14/04/2015 Keluyo – Uyuni (70 Km).

15/04/2015 Uyuni – Isla Inkawasi (95 Km).

16/04/2015 Isla Inkawasi – San Juan (82 Km).

17/04/2015 San Juan – Ollagüe (Entrada en Chile) (77 Km).

Bolivia

Entrar en Bolivia significaba que entraba en mi país número 31, pero la geografía no dejaba marguen de diferencia, aun seguía en el Altiplano de los Andes Centrales y no descendería de los 3600 msnm hasta llegar a la frontera chilena.

Donde pasar mi primera noche fue una decisión fácil. Pedalee con las últimas horas de luz hasta la costa del Lago Titicaca en la ciudad de Copacabana. Encontrar un lugar tranquilo donde acampar fue algo mas complicado de lo que imaginaba. Debido a la cercanía de la Semana Santa, las orillas del lago estaban repletas de campistas nacionales que habían llegado para pasar las fiestas.

A medida que me alejaba de la costa de la ciudad, iba encontrando cada vez menos bullicio y era exactamente lo que necesitaba, tranquilidad. Finalmente acampé a unos 20 metros de un grupo de viajeros.

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(Acampando a orillas del Lago Titicaca)

Una vez instalé mi campamento a orillas del lago, me acerqué a conocer a mis vecinos de procedencia francesa y colombiana, a calentarme con el fuego de su hoguera y compartir unas cervezas. No tardé en irme a dormir, las duras pedaladas del día no te dejan marguen para la vida nocturna. Pero acercándose el reloj a las 23:00 pm, una patrulla de la policía vino a mi solitario campamento, me despertaron a voces para que saliera de mi calentito saco de dormir y presentara mi documentación. En cuanto me puse en pie y mostré mi pasaporte me preguntaron: Huele usted a alcohol ¿Ha estado bebiendo? Un par de cervezas contesté. ¿Sabe que esta prohibido beber en la vía pública? Me quedé pensando que carajo me estaban echando en cara cuando estaba en una zona arbolada alejada de la ciudad, mientras en la verdadera vía pública estaban decenas de bolivianos bebiendo junto a la orilla, y yo llevaba durmiendo hacia ya varias horas.

Fueron muy severos con su decisión, ¨Recoge todo, súbelo a la furgoneta que nos vamos a la comisaría¨ me dijeron. No daba crédito a lo que me estaba pasando, pero desde el principio sabía perfectamente lo que querían, y sus bromas y risas los delataron con claridad. Lamentablemente para ellos soy un terco cabezón que ni de broma iba a estar por la labor de aflojar la billetera y darles la propina que andaban buscando, así que decidí mi estrategia en cuestión de segundos y la lleve a cabo: ¨De acuerdo señor policía, no se preocupe que cooperare en todo lo que usted requiera, necesito 40 minutos para recoger todo mi campamento y subirlo a su furgoneta. Pero primero notifíqueme a que comisaría me van a trasladar, ya que esta es una situación nueva para mi, y quisiera llamar a un amigo de la Embajada Española para informarle de este suceso¨.

Mientras tecleaba en mi teléfono móvil números aleatorios, se miraron entre los 6 policías las caras de imbécil que se les había quedado, y rápidamente me dijeron que por esta vez iban a hacer la vista gorda. Así que volví a entrar en mi querida tienda de campaña disfrutando del farol que se habían comido, y continuar planchando la oreja en mi mullidito saco de dormir, un tiempo al menos.

Cuando estaba inmerso en un profundo sueño, a las 03:00 am el sonido de unas voces y de la música me despertaron. Salí a descubrir de donde procedía tal escandalo y para mi sorpresa, de entre todas las zonas libre que había a decenas de metros de mi campamento, tres jóvenes bolivianos habían decidido instalar su tienda de campaña justo al lado de la mía, para emborracharse y escuchar música a todo volumen. Me acerqué a ellos para pedirles que aunque fuera quitaran la música, ya que estaban tan borrachos que seguro no iban a tardar en perder el conocimiento, pero uno de ellos me sorprendió con una pregunta: ¿Pero tú de donde eres? Yo soy Español le contesté. Entonces este impresentable me dijo algo que me dejo atónito: ¨Gringo de mierda, vete a tu puto país¨. No pude moverme, no pude decir nada, solo pude permanecer de pie frente a ellos durante un par de minutos, mientras me hervía la sangre. Los primeros instantes solo intenté no dar rienda suelta a mi frustración, lo cual me hubiera llevado a dormir el resto de la noche, y a despertarme con la visión de sus cuerpos aun flotando en el Lago Titicaca. Ellos se miraban sin entender que se me estaba pasando por la cabeza. Los últimos segundos, cuando entre en razón, pensé en una salida razonable, ¿Pero que iba a hacer? ¿Llamar a la policía corrupta? Así que tomé la decisión mas inteligente y que menos problemas me iba a dar, pedirles que intentaran hacer el menor ruido posible y volver a dormir. Por supuesto la reacción de ellos fue subir aun mas la música y continuar bebiendo a voces, pero por suerte pasada media hora la borrachera los silencio en un profundo sueño.

A las 07:00 am mi despertador sonó, halla pasado lo que halla pasado por la noche, yo me levanto con la luz del alba y continuo mi viaje, no hay excusas para seguir durmiendo, sino razones para seguir adelante.

Antes de irme de Copacabana, fui a desayunar al mercado con el viajero colombiano que conocí la noche anterior. Me enseño un poco la ciudad y compartimos unas cuantas aventuras. Nos despedimos, crucé el cerro para embarcarme en un pequeño bote que me llevaría al otro lado del estrecho de Tiquina y puse rumbo a La Paz.

Con dos etapas llegue a la capital, y desde el barrio llamado El Alto accedí a la autopista que desciende serpenteando el valle, para llevarme al centro de la ciudad. Tenía claro donde iba a hospedarme, en la Casa Ciclista de Cristian. Ya le había avisado de mi llegada vía email y él me estaba esperando. Ya instalado y con el ordenador conectado, escribí a la viajera colombiana del proyecto ¨El Sur es el Norte¨, Andrea, a quien había conocido subiendo el Machu Picchu. Desde que nos conocimos no perdimos el contacto y nos esforzamos en coordinar nuestra llegada a La Paz, para ir juntos a conocer Las Peleas de Cholitas. Tampoco me olvidé de mi gran amigo Luis Carlos, ciclista colombiano con el que compartí las pedaladas para llegar a Lima, con quien coincidí en Cuzco y también había planificado coincidir en La Paz.

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(Llegada a La Paz)

Andrea fue rápida en su respuesta y quedamos en vernos al día siguiente en la Iglesia de San Francisco, para ir a conocer el espectáculo de las Cholitas. Pero Lucho no dio respuesta.

A la mañana siguiente, decidido a domar mi alocada melena fui directo a una peluquería del centro. Cuando pasé en frente de la Iglesia de San Francisco me topé con un improvisado puesto que Lucho había montado. Estaba con su bicicleta apoyada en la pared y sobre una bandera de Colombia que tenia en el suelo, mostraba los laberintos que el mismo fabricaba con cables de metal, en un intento de recaudar fondos para salir de la dura situación económica que atravesaba.

Nos fundimos en un fuerte abrazo que duro un año, le pregunté que carajo estaba haciendo y nos pusimos al día. Yo acababa de ganar un buen dinero por un trabajo que realice para la Editorial Santillana, así que le pedí que recogiera su puesto porque sus problemas económicos ya estaban solucionados. Decidió esperar a que volviera de cortarme el pelo, así que intente ser lo más rápido posible.

Ya de vuelta fuimos juntos a la casa ciclista y de camino compramos comida en abundancia en un supermercado. Nadie mejor que yo sabe el desgaste acumulado que se alcanza tras duras jornadas de pedaleo, y quería cuidar de mi hermano colombiano. Con el estomago lleno de arroz, pollo y patatas, salí a comprar una botella de ron para brindar con mi compañero. De camino hice una parada en el cajero para darle una ayuda a mi querido amigo.

El reloj marco el inicio de la tarde y era hora de acudir a la Iglesia de San Francisco para reencontrarme con Andrea, e ir a conocer Las Peleas de Cholitas. Por supuesto invite a Lucho a que nos acompañara, como una familia de viajeros.

La verdad que esperaba una pelea aburrida de Pressing Catch, pero fue un espectáculo ver volar por los aires a las pequeñas luchadoras dentro del cuadrilátero, además el ron lo animó mucho más. Disfrutamos de esos momentos juntos, la vida de los viajeros de diferentes nacionalidades siempre hacen las coincidencias mas emocionantes, ya que no sabemos cuando nos volveremos a reencontrar.

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(Colorado On The Road recibiendo una paliza de las Cholitas)

Pasados unos días, la primera en partir fue Andrea hacia el interior de Bolivia. Después fui yo quien puso rumbo hacia Uyuni, despidiéndome para siempre en esta aventura de mi hermanito pequeño. Lucho había tomado la decisión de regresar a Colombia, lo que hacia imposible que nuestras pedaladas nos volvieran a unir.

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(Colorado On the Road y Luis Carlos, alias Lucho, alias Colombia)

Para salir de La Paz, podía optar por la autopista de 12 kilómetros con una pendiente muy moderada, o salir en línea recta por la cara mas empinada de la montaña y hacer solo 3 kilómetros para regresar a El Alto. Durante este viaje siempre he tenido una inquietud que no he sabido resolver. Cada vez que estoy triste y retomo la carretera, tengo la necesidad de sufrir haciendo marchas de grandes distancias y hasta altas horas de la noche. Es como si quisiera consumir mis lamentos.

Tomé la salida mas dura de la ciudad. Encaré directamente la montaña perdiendo la capacidad de pedalear, la pendiente era tan pronunciada que mientras empujaba a mi potro tenia que parar a respirar cada poco tiempo. La altura hacia que el oxígeno escaseara y la elevada polución provocaba que el aire que inhalaba ardiera en mis pulmones. Con un gran esfuerzo coroné la cima del valle, miré atrás y me despedí de la ultima visión de La Paz.

Mi primera noche fuera de la capital boliviana la pasé en un económico hostel, regentado por una encantadora señora que me dejó su mejor habitación, al precio de la mas barata. Por la mañana me regaló la bandera de Bolivia y me acompaño hasta la calle junto a su marido para despedirme y desearme buena suerte, eran simplemente encantadores.

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(Bucéfalo recibiendo la bandera de Bolivia)

A medida que avanzaba por el interior del país, la gente se volvió cada vez mas cercana. Cuando paraba a comer siempre me daban doble ración, me hacían preguntas sobre mi viaje, me hospedaron en unas termas y me daban las gracias por llevar su bandera. Una valoración que tuve hace ya mucho, es que la actitud de unos pocos no puede ser la imagen de muchos. A pesar de mi desafortunada primera noche en Copacabana, un cretino es un cretino, y lamentablemente hay muchos en este mundo. Pero eso no quiere decir que por cruzarme con uno vaya a catalogar a las personas de su misma nacionalidad con la misma sombra. Esos prejuicios solo ciegan la verdadera imagen de una sociedad.

Los últimos 250 kilómetros hasta Uyuni la carretera dejó de existir. La pista de tierra era mi nueva carretera, el barro, los baches y las rocas mis nuevos compañeros. Por el día el viento pega duro pero al atardecer se relaja, así que apuro mis pedaladas bajo la luz de mi linterna. A la hora de acampar me cuesta irme a dormir, sin ningún rastro de luz, el cielo brilla con miles de estrellas. Las noches son frías pero los días cálidos. Los obreros que construyen la carretera que unirá Santiago de Huari con Uyuni, duermen en grandes campamentos que cada medio día visito para conocer sus cantinas, y almorzar bajo su invitación.

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(Colorado On The Road atravesando Bolivia)

Finalmente alcanzo la ciudad de Uyuni, una de las paradas del Dakar. Con tan solo una noche de descanso me preparo para la aventura que mas deseaba vivir en Bolivia, cruzar el Salar de Uyuni.

Desde el pueblo de Colchani pongo rumbo a la entrada del mayor desierto de sal y a mayor altitud del mundo. A medida que me aproximo al primer acceso, me doy cuenta de que esta totalmente inundado. Los todoterrenos que transportan a los turistas superan el obstáculo con facilidad, pero yo no puedo cometer ningún error o sino mi potro podría ahogarse en las aguas saladas, y con él perder todo mi equipo electrónico.

Esperé pacientemente para observar que ruta escogían los experimentados guías bolivianos al volante de sus todoterrenos, hasta que encontré una ruta que no era tan profunda. Cogí aire y comencé a pedalear con firmeza sobre el agua a medida que esta ganaba profundidad. En varios tramos pedaleaba con el agua por las espinillas, pero Bucéfalo cumplió y juntos superamos el obstáculo, ya estábamos dentro del salar.

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(Colorado On The Road después de atravesar la entrada inundada)

Había invertido demasiadas horas de luz en llegar hasta ese punto, y aun tenia 75 kilómetros hasta la Isla de Inkawasi situada en el centro del desierto salado. La llanura era eterna, el suelo firme y la sal crujía bajo las ruedas. El sol se reflejaba en la sal, a mas de 3660 msnm y próximos al ecuador, la radiación solar era intensa por lo que cubrí cada centímetro de la piel de mi cuerpo para evitar abrasarme. Pero mi mayor enemigo fue el fuerte viento en contra que soplaba constantemente, y arrastraba temperaturas de 10 ºC.

Con las horas de luz pedalee contento y emocionado, disfrutando de la experiencia y en ocasiones cerraba los ojos durante largos instantes, total, no había nada contra lo que pudiera chocar. Pero no presté atención a lo lento que avanzaba por causa del viento, ya que no disponía de ninguna referencia geográfica a mi alrededor.

Hipnotizado por el apasionante atardecer, me escudé en la esperanza de que el viento dejara de soplar con la oscuridad y poder abarcar con rapidez los últimos 20 kilómetros hasta la rocosa Isla de Inkawasi. Pero no fue así.

En pocos minutos estaba rodeado por la mas profunda oscuridad, la temperatura cayó en picado, el viento sopló con mas fuerza y avanzaba lento bajo la débil iluminación de mi linterna. El verdadero reto había comenzado.

Avanzaba a una media de 7 Km/h y necesitaba pararme a descansar cada 30 minutos, a ese ritmo tardaría tres horas y media en llegar a la isla. Cuando estaba a menos de 10 kilómetros de llegar a mi objetivo, me detuve totalmente agotado. Deje tumbado a Bucéfalo sobre la sal y me senté junto a él para que me protegiera del helado viento. Abrí una de sus alforjas y saque una lata de cerveza que había comprado para celebrar una victoria que aun no había llegado. Apagué la luz de mi linterna y dejé que la oscuridad me envolviera por completo, estaba desesperado. Cuando di el primer trago de cerveza alcé la cabeza y me quedé embobado con un espectáculo irrepetible, millones de estrellas, polvo cósmico y constelaciones saludándome. Entonces viví una de las más extrañas emociones que solo en este viaje he vivido. Comencé a reírme a carcajada limpia, me levanté emocionado gritando al infinito mientras saboreaba la cerveza de la victoria. En ocasiones olvido la gran aventura que estoy viviendo debido a la responsabilidad que me impongo de alcanzar cada objetivo, pero cuando recuerdo porque estoy aquí, porque lo hago, la adrenalina explota en mi y no puedo dejar de sonreír.

Cuando levanté a Bucéfalo del suelo, lo hice convencido de mis dos opciones, llegar a la Isla de Inkawasi o llegar a la Isla de Inkawasi. A pesar del cansancio de la dura jornada, pedalee los últimos kilómetros con mas fuerza que cualquier otro del día. Una inmensa roca se alzaba en la planicie salada, y con ella un refugio que frenaba el viento y me proporcionó el campamento perfecto para dormir sin congelarme.

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(Amaneciendo en la Isla de Inkawasi)

A la mañana siguiente miraba el Salar de Uyuni desde otra perspectiva. Brújula en mano tenía que pedalear hacia el sur para alcanzar el pueblo de Chuvica, ya en tierra firme, y el viento lo tenia de espaldas convirtiéndose hoy en un aliado.

Con energías renovadas, invertí parte de la experiencia en inmortalizar el momento con numerosas fotografías y llevar acabo una hermosa tradición del salar, pedalear desnudo.

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(Colorado On The Road y Bucéfalo en el Salar de Uyuni)

Cuando abandoné el implacable desierto miré atrás, y di por concluido el mayor reto en tierras bolivianas. Desde Chuvica hasta San Juan pedalee duro por pistas de tierra y nuevamente la noche me dio caza, pero complete la etapa con éxito. Éxito que merecía la recompensa de dormir bajo techo y sobre un colchón. De todos los hostel que hay en San Juan, justo el primero en el que entré me deparó una sorpresa.

Mientras hablaba con la encargada y me daba la mala noticia de que no había ni un hueco libre, Andrea cruzo la habitación para abrazarme con fuerza, tremenda casualidad. El hostel estaba dividido en habitaciones compartidas, designadas para cada vehículo de agencias privadas que hacen tours de varios días por el salar. Después de hablar con las compañeras de Andrea y con la encargada, me dejaron dormir en el suelo de su habitación con un colchón. Las chicas no habían acabado con la cena que les sirvieron, así que di rienda suelta a mi apetito devorando una ensalada, una sopa y 4 pechugas de pollo.

Cuando todos se fueron a dormir, Andrea y yo estuvimos hablando hasta tarde, poniéndonos al día de todo lo que vivimos desde La Paz. Lo que mas me marco fue cuando me contó que a Lucho le robaron la bicicleta, dejándole la única opción de volver a Colombia en autobús. Malditos Bastardos!

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(Colorado On The Road y Andrea en San Juan)

Por la mañana nos despedimos con la esperanza de que ambos viajes se volvieran a unir en Santiago de Chile. Yo tenía casi 80 kilómetros cruzando el Salar de Chiguana hasta el paso de Ollagüe, y despedirme así de Bolivia.

Cruzaría a Chile desde el volcán Ollagüe y comenzaría a descender hasta la costa, dejando atrás el Altiplano. Nunca hay excusas para detenerse, sino razones para seguir adelante.

¨Creyendo en los sueños es como los creamos.

Sigue creyendo,

sigue soñando,

sigue creando.¨

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Peleas de Cholitas Cholitas:

Salar de Uyuni:

USA: Washington e Idaho

Etapas:

15/05/2014 Belligham – North Creek (128 Km).

16/05/2014 North Creek – Redmond (31 Km).

17/05/2014 Descanso en Redmond.

18/05/2014 Descanso en Redmond.

19/05/2014 Descanso en Redmond (20 Km).

20/05/2014 Redmond – Easton (108 Km).

21/05/2014 Easton – Vantage (117 Km)

22/05/2014 Vantage – George (54 Km).

23/05/2014 Sasquatch Music Festival!!!

24/05/2014 Sasquatch Music Festival!!!

25/05/2014 Sasquatch Music Festival!!!

26/05/2014 George – Ritzville (152 Km).

27/05/2014 Descanso en Ritzville.

28/05/2014 Ritzville – Spokane (121 Km).

29/05/2014 Descanso en Spokane (19 Km).

30/05/2014 Spokane – Pine Creek (103 Km) (Entrada en Idaho).

31/05/2014 Pine Creek – Superior (131 Km) (Entrada en Montana).

USA: Washington e Idaho

Entrar en Estados Unidos fue más que nada emocionante. Un país del que tanto he oído hablar y tantas veces he deseado visitar, y sobre todo la costa oeste.

En mi camino hacia Seattle, donde me estaba esperando Elena una incondicional follower alicantina, todo lo que atravesé fueron pequeños pueblecitos. Poco a poco me acostumbraba más a los cruces en X, aunque he de reconocer que soy más de una buena rotonda. Las esperas de 30 minutos a que los largos trenes cruzaran la carretera cada vez eran más llevaderas, y las dos mañanas que me desperté en la tienda de campaña antes de llegar a la capital de Washington, me daba los buenos días un policía muy encantador a la vez que me decía, “Tío, aquí está prohibido acampar, pírate ya”.

Cuando llegue a Seattle, Elena vino a recogerme para llevarme a su casa situada en medio de las montañas de Redmond, donde vive con su marido estadounidense Tomi, sus perros y sus gatos.

Después de una buena comilona con una fresquita cerveza, cada vez iba conociendo más a Elena, sus orígenes en Denia, su afán por el viaje y la aventura, su amor por los animales y la naturaleza, la historia de cómo conoció a Tomi a los 18 años y como tiempo después se volvieron a reencontrar.

colorado_on_the_road_eeuu(Colorado On The Road almorzando en la casa de Elena)

A la mañana siguiente, Elena me preparo un desayuno cargado de energías y nos fuimos de visita a las antiguas vías de tren que transportaban toneladas de madera décadas atrás, y contemplamos la cascada más grande de todo el estado, Snoqualmie Fall, con 82 metros de caída. Sin demorarnos mucho volvimos a casa para descansar y madrugar al día siguiente, porque el tour que me tenía preparado por Seattle iba a ser completo.

colorado_on_the_road_usa(Colorado On The Road junto a Elena en Snoqualmie Fall)

Empezamos el día con una parada muy significativa para mí, el Viretta Park. En este parque normal y corriente, tenía cerca su casa familiar una de las personas que más ha influido en la música, marcando un antes y un después. Este artista salía de su casa y solía sentarse en un banco a beber cerveza, fumarse un cigarro y pensar sobre su música. El momento que me senté en el mismo banco que él, me sentí mas conectado al músico que más me ha influido en mi vida, Kurt Cobain.

Nuestra siguiente parada fue el Pioneer Square, de donde salieron los pioneros que viajaron a Alaska por la fiebre del oro. El Konklide Gold Rush Museum, te acerca más a la realidad en la que muchos mineros perdieron la vida en las duras ascensiones a la montaña, y como solo unos pocos consiguieron hacerse ricos.

La ciudad de Seattle debe su nombre al jefe de los nativos americanos, que poblaron estas tierras antes de que llegara el hombre blanco y negociara con el su traslado a una reserva en un lugar apartado, y con unas extensiones de tierras mucho menores. En el Pioneer Square, se encuentra la estatua conmemorativa al jefe Noah Settle.

colorado_on_the_road_viajar(Estatua de Noah Settle)

Esta innovadora ciudad en constante expansión, tiene un contraste entre lo moderno y lo tradicional. Su fortaleza empresarial se centra en la Sede de Microsoft, vio nacer al primer Starbucks de los miles que hay hoy en día por el mundo, y la naturaleza se convierte en un componente más de la ciudad, bañada por los lagos Washington, Union y Puget.

Conocemos el Pike Market Place, un mercado antiguo que cuando estuvo a punto de cerrar sus puertas, los ciudadanos a través de sus donaciones hicieron realidad las labores de restauración, y hoy en día sus nombres permanecen en las baldosas del mercado.

Cerca del mercado se encuentra The Seattle Gum Wall, donde realice mi pequeña contribución pegando un chicle sabor menta, mientras me preguntaba quien había sido el artista que pegaría el segundo, ya que estoy seguro de que el primero fue considerado un vándalo.

colorado_on_the_road_travel(Colorado On The Road pegando un chicle en The Seattle Gum Wall)

Elena me muestra antes de volver a casa el Gas Work Park, una antigua fábrica convertida en un parque a orillas del lago, dando por concluido un completo día de turisteo.

Después de un día más de descanso y de organizar todos mis quehaceres en la preciosa casita de la montaña de Elena y Tomi, me puse de nuevo en marcha. Poco a poco fui dejando las montañas atrás y todo se volvió verdes praderas e infinidad de campos de cultivo.

Esa noche dormí en un camping habilitado solo para tiendas de campañas, un Campground, el primero de muchos a lo largo de mi travesía por Estados Unidos.
La mañana del día siguiente no fui consciente de la sorpresa que tendría al final del día, todo parecía que se iba a desarrollar con normalidad y así fue hasta que llegue a la ciudad de Vantage. Con intenciones de evitarme el pago de la cuota por una parcela en el campground, pregunte a unos jóvenes a ver si podía dormir en su parcela y compartir los gastos. Matt y su pareja, junto a otro cicloturista, Luster, no me pusieron ni la más mínima pega. Ellos se habían conocido minutos antes de mi llegada y teníamos algo en común, todos íbamos al Sasquatch Music Festival, y me incluyo porque Luster no tardo mucho en regalarme una entrada que le sobraba para vivir tres días de festival.

Estuvimos varias horas conociéndonos sentados alrededor del fuego y bebiendo cerveza, pero ahorrando energías por que al día siguiente empezaba lo bueno. Mientras Matt y su novia iban en coche al festival, Luster y yo fuimos juntos en bicicleta. A medida que nos acercábamos más y más a la ciudad de George encontrábamos jóvenes que al igual que nosotros, andaban detrás de Sasquatch.

colorado_on_the_road_bike(Colorado On The Road junto a Luster y Matt de camino al festival)

Era jueves 22 de Mayo y el festival no empezaba hasta el viernes por la mañana. Uno podría pensar que seriamos de los pocos que llegarían para instalar la tienda y el campamento un día antes, pero la realidad es que no cabía ni un alfiler en la zona de acampada.

Hice buenas migas con mis vecinos, Nick y Samantha, y simplemente pasamos la tarde de buen rollo, contemplando cómo casi la mayoría de gente se había traído la casa sobre ruedas. Mi pequeña tienda de campaña era una hormiguita frente a las autocarabanas totalmente equipadas, el despliegue de cocinas, neveras, sofás, carpas…se lo montaban muy bien.

Cuando el sol salió, todos nos despertamos para iniciar el festival junto con una pequeña resaca. Por delante teníamos un fin de semana con 12 horas de música en directo por día, 5 escenarios y la joya de la corona, el escenario principal situado junto al cañón del rio Columbia, sencillamente impresionante.

La primera canción sonó y el descontrol se apodero de todos los presentes. No conocía muchos de los grupos de música, pero el concierto de la banda The Naked & Famous, libero toda mi adrenalina.

usa_colorado_on_the_road(Colorado On The Road alzando la única bandera española de festival)

Sumergido entre los míticos vasos rojos de cerveza, comida rápida, juegos de beber, rock & roll, el mejor buen rollo que podría haber imaginado conociendo a personas de todo Estados Unidos y Canadá, y luciendo la única bandera española de toda la colina. Se me pasaron los tres días volando.

La mañana del lunes parecía una travesía de zombis recogiendo el campamento y volviendo a la vida real, yo uno de ellos, aunque era uno de los pocos que lo haría en bicicleta. Despedirme de todos mis nuevos amigos fue una vez más un paso difícil, aunque cada vez me cuesta menos gracias a que siempre miro atrás con cariño, y a la vez hacia delante con emoción.

Volver de nuevo a la carretera se hizo un poco difícil los primeros kilómetros, tenía mucha cerveza que sudar, pero en cuanto recupere mi ritmo de pedaleo todo volvió a la normalidad, o al menos eso creía.

Pedalee 152 kilómetros desde George hasta la ciudad de Riztville totalmente ausente de lo que acontecía en la carretera, tenía la mente totalmente divagando en una serie de pensamientos que minaban mi motivación con una serie de dudas. No dejaba de pensar en los momentos que viví en Camboya junto a mi amigo Diego Morodo, junto al cicloturista alemán Johannes, los buenos momentos en Bangkok junto a Pier, los rincones naturales que conocí gracias a Darren en Isla Victoria, la ciudad de Vancouver que tanto me maravillo y como junto a Jorge me sentí de vuelta en Madrid. Las energías que recobre en casa de Elena y que había fundido en el Sasquatch Music Festival junto a la larga lista de nuevas amistades que cada segundo hacia. Ese día me sentí más solo que en toda mi vida, venía de vivir tantas buenas experiencias junto a tantas buenas personas, que ahora me daba miedo continuar el viaje porque no sabía cuando iba a conocer a alguien más.

Cuando llegue a Ritzville, agotado emocionalmente no vi otra solución para pasar la noche que pagar por una habitación en un Motel. Tuve tiempo de reparar una serie de cámaras que había pinchado, pero mi pinchazo emocional no había cómo arreglarlo. Por la mañana me quede tirado en la cama escuchando cada cinco minutos, la alarma que me había programando para ponerme de nuevo en pie, pero no podía. El único esfuerzo que hice fue el de llamar por teléfono a la oficina para decir que me quedaría un día más.

Pase todo el día tirado en la cama cambiando de canal en la televisión constantemente, y me costó mucho encontrar de nuevo la motivación para seguir adelante a la mañana siguiente, pero una vez más encontré un rastro de luz que me ayudo a seguir.

Mi llegada nocturna y bajo los chubascos ocasionales a la ciudad de Spokane, me llevaron a buscar un campamento a las afueras de la ciudad, no quería gastar más dinero en moteles de carretera, pero no fue tan fácil como de costumbre. Cuando había encontrado una zona segura cercana a un barrio residencial, los momentos previos a clavar la primera piqueta de la tienda, una agradable mofeta decidió merodear mi campamento describiendo círculos alrededor de mi posición.

El Colorado On The Road que se cruzo Turquía a -20 ºC, que atravesó el desierto iraní sin pestañear, que aguanto el calor, la humedad, el caótico tráfico y todas las incomodidades posibles del sudeste asiático, hubiera cogido la mofeta y la mandaría a freír puñetas. Pero ahora no me veía a mí mismo, no con esta moral. Derrotado por la presencia de un fétido animalillo me fui al primer motel que encontré, y pase la noche intentando recordar en donde había perdido mi coraje.

Pocos kilómetros realice por la mañana para llegar hasta la tienda de bicicletas, y hacerle una puesta a punto a mi potro. En Fitness Fanatics le dieron un buen repaso a mi querida Orbea, pero tanto tiempo sin pasar por el taller hizo que la lista fuera demasiado larga y que la llanta de la rueda trasera, tardara en demorase un día para estar lista. John y Robin, matrimonio y propietarios de la tienda, me hospedaron en su casa para que a la mañana siguiente pudiera continuar con la bicicleta en condiciones de soportar otros 17.000 kilómetros.

Después de cambiar la llanta trasera, las dos cubiertas, las pastillas de frenos, hacerme con mas cámaras de repuesto, reajustar la horquilla, cambiar el sistema de piñones trasero y la cadena, limpiar y engrasar las piezas móviles, el potro volvió a la carreta bufando como nunca. Bucéfalo volvió a recobrar su fuerza, fuerza que me transmitió una vez más.

EEUU_colorado_on_the_road(Colorado On The Road en Fitness Fanatics junto a John y Robin)

Me despedí de John y Robin muy agradecido por todo su esfuerzo por devolverme a la carretera con energías renovadas, y por haberme hospedado en un momento en que lo necesitaba más que nunca. Volví a sentir el viento soplando a mi favor, pero una buena noticia estaba por llegar.

Mi hermana mayor, que desde hace unos días había salido de cuentas y estaba a punto de dar a luz, había tenido a su primer hijo y gracias a Dios, tanto ella como mi segundo sobrino estaban perfectamente. Fue el empujón que necesitaba, no iba a dejar pasar los años y contarle a mi segundo sobrino que el día que nació, su tío estaba en un momento de depresión en su vuelta al mundo, NO!! Era momento de ser fuerte, y volver a ser la bestia que lo aguantaba todo.

Después de salir de Washington y entrar en Idaho, me dispuse a encarar la primera de las cuatro veces que tenía previsto atravesar las Rocosas. Esta vez seria para entrar en Montana y avanzar para atravesar el Parque Nacional de Yellowstone. Fue el puerto de montaña que mas rápido escale en todo el viaje, tenía hambre de kilómetros y necesitaba más…había vuelto!!!

“Para llegar hasta lo más alto, hay que empezar desde lo más bajo.”
colorado_on_the_road_iaho(Colorado On The Road amaneciendo la mañana que atravesaría las Rocosas)

Seattle:

Sasquath Music Festival: