Botsuana

Etapas:

13/02/2016 Tsootsha – Ghanzi (129 Km).

14/02/2016 Ghanzi – Kuke (113 Km).

15/02/2016 Kuke – Sehithwa (80 Km).

16/02/2016 Sehithwa – Maun (102 Km).

17-19/02/2016 Descanso en Maun.

20/02/2016 Maun – Makgadikgadi Pans National Park (106 Km).

21/02/2016 Makgadikgadi Pans National Park – Gwetta (115 Km).

22/02/2016 Gwetta – Nata (100 Km).

23/02/2016 Nata – Mosetse (78 Km).

24/02/2016 Mosetse – Francistown (110 Km).

25/02/2016 Descanso en Francistown.

26/02/2016 Francistown – Tsamaya (46 Km).

27/02/2016 Tsamaya – Marula (Entrada en Zimbabue) (91 Km).

Botsuana: En busca de la fauna salvaje

Mi entrada en Botsuana me acercaba más que nunca a la sabana africana. Impaciente por observar la vida salvaje avancé por la llanura para llegar a Maun. Pedaleando por las interminables rectas de asfalto me sentía como un intruso. La carretera esta rodeada por la hierba pero solo unos metros, luego comienza el dominio de la vegetación, árboles y matorral bajo que no te permiten ver con profundidad que es lo que merodea a tu alrededor.

Me daba bastante tranquilidad la presencia de vacas, caballos y burros salvajes junto a la carretera, donde se concentra el pasto más tierno. Digo tranquilidad porque al menos me sentía como el bocado menos suculento. A pesar de ser poco probable toparse con un depredador por esa zona, es imposible no sentir ese picor en la boca del estomago cuando escuchas un sonido a tu alrededor.

La primera noche en mi trigésimo séptimo país de mi vuelta al mundo, dormí camuflado junto a un árbol a pocos metros de la carretera. Fue una noche inquietante en la que una terrible pesadilla interrumpió mi placentero sueño. Me desperté tan agitado y desorientado, que no sabía que estaba en Botsuana, solo sabía que era de noche y que estaba dentro de la tienda. Amanecí fatigado y después de desayunar me dispuse a tomar la profilaxis de la malaria. Desde hace una semana empecé a medicarme para combatir tan temible enfermedad. Curiosamente durante esa semana no había descansado bien ninguna noche, me despertaba agotado después de dormir 8 horas y pedaleando no me sentía al 100%. La inquieta noche que pasé fue la última porque decidí dejar de tomar Malarone. Los efectos secundarios me estaban destrozando.

Me puse en marcha sin gozar de una ducha mañanera y rebozado en mi sudor, como de costumbre. Coincidencia, casualidad o acierto, pedalee con mejor rendimiento que cualquier día de la semana anterior. Parece que la profilaxis de la malaria me estaba robando la energía, y solo me queda tocar madera para no contraerla. Pero si ese fatídico mosquito viene a mi, tomaré medidas para superar el obstáculo, como siempre he hecho. Hasta entonces, simplemente voy a disfrutar extremando las precauciones para que no me piquen.

Finalizo la jornada en una pequeña aldea, donde acampo junto a las chozas de barro y paja. Por la mañana me da los buenos días un cielo claro y azul, pero la época de lluvias está comenzando y la climatología en África es difícil de predecir. Por la tarde me agarra una tormenta, no llueve de forma constante, se iba desplazando hacia el Sur y el cielo descarga agua cada 5 minutos de forma intermitente. Gloriosa ducha natural que me da un respiro y aclara la suciedad de mi ropa.

Diario Botsuana 1

(Acampando en un pequeña aldea de Botsuana)

Al cuarto día en Botsuana alcanzo Maun. En la embajada española de Windhoek me dieron el contacto de Edurne, cónsul honoraria. Hace 20 años creó una agencia de safaris para visitar el Delta del Okavango. Edurne me recibe con los brazos abiertos y me deja ocupar su casa de invitados. Me relajo durante varios días durmiendo en cama, con baño privado, cebándome de buena comida y por primera vez desde que dejé atrás Cape Town, lavo la ropa en una lavadora.

Su esposo es guía profesional de safaris y me da un valioso consejo. Durante sus expediciones siempre lleva un puñado de arena fina en el bolsillo, para interrumpir el ataque de un león lanzándosela a los ojos. Espero nunca tener que ponerlo en practica.

La segunda noche en Maun, Edurne organiza una cena para la reducida comunidad de españoles. Fue cuando conocí a Marcus, piloto de avionetas, que me ofreció acompañarle en un vuelo para recoger a 11 clientes de un Lodge dentro del Delta del Okavango. Por la mañana despegamos y desde el aire vemos cocodrilos e hipopótamos, aterrizamos en la pista de tierra dentro del Parque Nacional y se suben todos a bordo. En el despegue, más digno de un rally, observamos a una manada de elefantes caminando por la inmensa llanura. Una experiencia única!

Diario Botsuana 2

(Junto a Marcus dentro del Delta del Okavango)

Después de reponer fuerzas y decidido a continuar la aventura, organizo todo para continuar la marcha, pero por primera vez en África no iba a pedalear solo. Frank, uno de los guías de safaris de Edurne y aficionado a la bicicleta, decide acompañarme hasta la ciudad de Nata, a 300 kilómetros al Este.

Diario Botsuana 3

(Junto a Edurne, su marido y Frank)

El primer día volamos con el viento a favor y alcanzamos la entrada del Makgadikgadi Pans National Park. Con el atardecer encima, montamos el campamento junto a un árbol, y preparamos la hoguera para mantener a los depredadores a raya durante toda la noche. A nuestro alrededor se pueden apreciar las zonas de paso de los animales de un lado a otro de la carretera, como inmensos agujeros entre los arbustos que solo un animal de gran tamaño podía hacer. Mientras estaba recogiendo leña con los últimos rayo de luz, tuve la hermosa oportunidad de contemplar un elefante pasar a 200 metros del campamento. Fue toda una sorpresa porque no me lo esperaba, pasó andando como si nada, como si no existiéramos. Fue la primera vez en mi vida que veía un elefante salvaje desde tan cerca.

Diario Botsuana 4

(Lejana fotografía que tomé al elefante que pasó por nuestro campamento)

Encendí el fuego con una sonrisa estampada en la cara, todo me parecía tan emocionante. Frank estaba como si nada, a fin de cuentas ha crecido rodeado de esta fauna salvaje, pero yo estaba entusiasmado.

Antes de dormir Frank me advierte: Nada de comida dentro de la tienda. Si tienes cualquier alimento con olor a carne, las hienas y leones vendrán a por ti, si tienes fruta puedes atraer a los elefantes. El fuego nos protegerá durante toda la noche, pero las hienas no lo temen, es probable que vengan a oler e inspeccionar este nuevo arbusto de su territorio, es decir, la tienda de campaña. Debes estar tranquilo y no agitarte, ellas vendrán, olerán, inspeccionaran y finalmente, se alejaran.

Esa noche cerré los ojos con la ilusión de despertar por la mañana y ver las huellas de las hienas alrededor de mi campamento, pero al salir el sol solo había rastro de miles de insectos que se refugiaron bajo mi tienda.

Llegamos al primer pueblo con el fresco de la mañana, donde desayunamos judías con Fat Cakes, unos buñuelos cargados de energía. Frank hace de intérprete y simplemente me dejo llevar siguiéndole a haya donde vaya.

Atravesamos dos Parques nacionales que están separados por la carretera. Al Norte tenemos el Nxai Pan National Park con menos concentración de agua, y al Sur el Makgadikgadi Pans National Park con el Río Boteti y el Lago Nwetwe, en el que se concentra la mayoría de la vida salvaje del lugar, debido a la abundancia del preciado elemento.

Mientras pedaleamos, constantemente contamos con la presencia de los Ñandúes. En la carretera Frank reconoce las heces de una hiena, son recientes me dice, menos de dos días. Los excrementos de hiena empiezan a blanquearse pasadas 24 horas, debido al exceso de calcio procedente de los huesos que comen. Estaba ansioso por ver alguna.

Diario Botsuana 5

(Heces de una hiena)

Durante el camino mi guía personal me cuenta como hace dos años un motorista alemán, falleció en esta misma carretera a manos de un elefante. El animal se le cruzó en la carretera, y el motorista para espantarlo revoluciono el motor al máximo para asustarlo con el potente sonido, pero la respuesta del elefante fue envestirlo hasta la muerte.

En una de sus últimas expediciones como guía de safaris, Frank guiaba a un pequeño grupo de turistas a pie. Él iba 20 metros por delante cuando un elefante empezó a caminar hacia ellos, Frank se escondió detrás de un arbusto esperando la reacción del animal, mientras el grupo se ocultaba junto a un árbol. Cuando lo tuvo frente a él, decidió mostrarse con los brazos levantados para parecer más grande e intimidarlo. El elefante dudo, y ante la duda siempre envisten. Frank recibió un trompazo en la ingle y estuvo a punto de perder las joyas de la corona. Finalmente el grupo espantó al animal gritando y levantando las manos.

Estos relatos no hacen más que aumentar mi curiosidad sobre la actitud de cada animal, y cual sería el correcto comportamiento ante la situación de tenerlos frente a frente. Bombardeo a Frank con miles de preguntas, abro los oídos y memorizo todos y cada uno de sus consejos. Es una mina de información que probablemente en el futuro tenga que poner en práctica.

Con la llegada a Gwetta dejamos atrás los parques nacionales, y donde nos esperaba una recompensa con la firma de Edurne. Antes de salir de Maun nos dejó pagada una noche en el camping Planet Baobab, con cena y desayuno incluido. En las cercanías del campamento se concentran los enormes Baobab, majestuosos árboles que llegan a medir 30 metros de alto y 11 metros de diámetro, en sus más de 1000 años de vida.

Diario Botsuana 6

(Bucéfalo junto a un Baobab)

El buffet libre del desayuno nos dejo fuera de combate durante dos horas mientras hacíamos la digestión, y comenzamos a pedalear a mediodía en nuestra última jornada juntos. Antes de llegar a Nata tuvimos que buscar refugio en una granja cercana a la carretera, donde pasamos la tormenta que teníamos justo encima.

Esperamos una hora a que la lluvia cesara dentro de una cabaña de barro y paja. Aprovechamos para hablar de la conducta de los elefantes, lo unidos que están sus grupos, los sentimientos que se procesan, la memoria que los caracteriza y uno de los comportamientos más increíbles, cómo los despiden antes de abandonar la manada para alejarse y morir en soledad, para luego rendirles un particular homenaje póstumo cuando se encuentran con sus restos, tocando con sus trompas y pezuñas los enormes huesos.

(Reflexionando junto a Frank en la cabaña de barro y paja)

Nata es el último pueblo en el que acampo con Frank. Por la mañana me despido del mejor guía de safaris que he conocido y continuo mi viaje en solitario.

Francistown es la última gran ciudad que visito en Botsuana antes de llegar a la frontera con Zimbabue. Fue una parada técnica de un día para trabajar con el ordenador utilizando el wifi del aeropuerto. La primera noche cuando me disponía a dormir en la sala de espera, uno de los operarios conocido por sus compañeros como Mr T, me ofrece acampar en el jardín de su casa. Los trabajadores del aeropuerto viven en una pequeña zona residencial construida a menos de 500 metros, y era una zona segura para dormir. La segunda noche uno de los compañeros de Mr T directamente me ofrece una cama en su casa. En Botsuana hay largas extensiones de terreno salvaje y no hay mucha población, pero las pocas personas con las que me crucé en el camino, fueron sencillamente maravillosas conmigo.

Diario Botsuana 8

(Colorado On The Road junto a Mr T)

Con 30 dólares en metálico en el bolsillo para pagar las tasas de mi próxima frontera, puse rumbo a Zimbabue bajo la lluvia. No duré mucho tiempo pedaleando y a los 50 kilómetros paré en un pequeño pueblo, para buscar refugio en una zona techada de la comisaría. Pude secar la ropa y los agentes me dieron de cenar. Finalmente hice noche allí porque la tormenta no cesaba.

Atravesé el puesto fronterizo con Zimbabue con hambre de más. Me hubiera gustado hacer un Safari salvaje por el Delta del Okavango, pero claro está, los elevados precios me dejan fuera de toda expedición. La bicicleta te limita mucho, pero a la vez ha sido la que me ha dado alas. De no ser por ella jamás hubiera compartido esta experiencia junto a Frank, y sobre todo, jamás hubiera aprendido tanto de él. Hay una frase que me dijo que se me quedó grabada en la memoria:

“Si te sientes como un intruso en un entorno salvaje, es porque lo eres”

 

Namibia

Etapas:

17/01/2016 Descanso en Rosh Pinah (20 Km).

18/01/2016 Rosh Pinah – Aus (152 Km).

19/01/2016 Descanso en Aus.

20/01/2016 Aus – Desierto carretera C13 (81 Km).

21/01/2016 Desierto carretera C13 – Desierto carretera 14 (107 Km).

22/01/2016 Desierto carretera C14 – Möhabe (71 Km).

23/01/2016 Möhabe – Desierto carretera C14 (77 Km).

24/01/2016 Desierto carretera C14 – Solitaire (92 Km).

25/01/2016 Solitaire – Sesriem (86 Km).

26/01/2016 Descanso Sesriem.

27/01/2016 Sesriem – Solitaire (85 Km).

28/01/2016 Solitaire – Desierto carretera C26 (84 Km).

29/01/2016 Desierto carretera C26 – Paso de Gamsberg (52 Km).

30/01/2016 Paso de Gamsberg – Carretera C26 (75 Km).

31/01/2016 Carretera C26 – Windhoek (78 Km).

01-07/02/2016 Descanso en Windhoek.

08/02/2016 Windhoek – Carretera B6 (90 Km).

09/02/2016 Carretera B6 – Gobabis (139 Km).

10/02/2016 Descanso en Gobabis.

11/02/2016 Gobabis – Buitepos (113 Km).

12/02/2016 Buitepos – Tsootsha (86 Km) (Entrada en Botsuana).

Namibia: En busca del desierto más antiguo de la tierra

Después de las últimas jornadas en Sudáfrica necesitaba un breve descanso, y Javier Bicicleting me había pasado un contacto en Namibia. A 20 kilómetros al Norte de Rosh Pinah vería una granja a mano derecha, la única en esa zona de la carretera y donde encontraría a Richard. Desde hace tiempo este encantador namibio ayuda a los viajeros con una zona donde acampar, ducha caliente y comida, aunque con los ciclistas su invitación va más lejos. Disfruté de una tranquila tarde bebiendo cerveza, comiendo carne a la parrilla y dormí en una buena cama. Por la mañana me cebo con un desayuno de campeones y me fui con las alforjas llenas de cecina de orix.

Con las fuerzas renovadas literalmente volé en el asfalto, y pude avanzar 152 kilómetros hasta el pueblo de Aus. El sol golpea fuerte en el desierto, pero aun así está lleno de vida. Contemplo las aves surcar el cielo, a los orix pastar en la llanura con la puesta de sol, una víbora de las arenas me hace compañía unos instantes y la presencia de un pequeño chacal me advierte de que la noche está cerca. Las últimas horas de la jornada las viví rodeado por la oscuridad, pedaleando bajo la luz de la luna y las estrellas, envuelto por un silencio absoluto y una calma que a más de uno podría inquietar, pero la mejor parte de Namibia no había hecho más que empezar.

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(Orix pastando con la puesta de sol)

El asfalto llega a su fin y desde Aus hasta Windhoek emprendo una nueva aventura por pista de tierra. La inmensa explanada rodeada en la lejanía por las montañas te hace sentir insignificante. El silencio es un fiel compañero de viaje y parece que te mece mientras duermes acampando en mitad de la nada.

Con la luz de la mañana alcanzo el pueblo de Helmeringhausen, importante parada para reabastecerme de agua y comida. Antes de continuar la marcha comienza a llover con fuerza y durante una hora la tormenta me detiene, pero el pequeño retraso no me importó. La llanura clama a gritos por una tregua de agua para mitigar la dura sequía de la zona. Increíblemente cuando continuo pedaleando el terreno es firme, no hay barro ni agua encharcada, la tierra lo filtró todo en cuestión de minutos.

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(Colorado Off Road)

Conseguir leña cada noche para hacer la hoguera no resulta complicado, todo lo que me rodea son arbustos totalmente secos. Con el calor del fuego cocino cada noche la especialidad de la casa, pasta con tomate, además de mantener alejados a los curiosos animalillos nocturnos. Pero una mañana al levantar el campamento me di cuenta de que no había dormido solo. Un pequeño escorpión potencialmente venenoso, había encontrado debajo de mi tienda un confortable lugar en el que echarse la siesta. Siempre hay que extremar las precauciones a la hora de montar el campamento para estar 100% seguros de que somos el único ser vivo dentro de la tienda, y ser igual de precavidos a la hora de empacar todo el equipo por la mañana para no llevarnos ningún colega de viaje.

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(Un querido escorpión que durmió bajo mi tienda de campaña)

Los tres días que emplee para llegar hasta Solitaire fueron de extrema dureza, pero por suerte ya tenía el cuerpo curtido para afrontar las complicaciones del desierto. La llanura es aparente en la distancia, pero en la cercanía la pista de tierra atraviesa de forma constante colina tras colina. El viento pocas veces ha sido un aliado, y nuevamente decidió hacerme sentir que avanzaba contra un muro transparente. El calor me animaba a beber agua en abundancia, mientras que mis cantimploras me demandaban que la racionalizara. En ocasiones, la pista de tierra es demasiado arenosa y rocosa, dejándome la única opción de empujar durante largos tramos. Más concentrado en alcanzar el pueblo en el que reabastecerme, que de prestar atención a mi kilometraje, llegó un momento que ansiaba y necesitaba vivir para subir la moral hasta lo más alto.

Después de 26 meses y 24 días pedaleando para cumplir el sueño de mi vida de dar la vuelta la mundo en bicicleta, y antes de llegar al polvoriento pueblo de Solitaire, cumplo los 50.000 kilómetros de viaje. Como marca la tradición de esta aventura, sigo el ritual de hacerme una foto cada vez que pedaleo 1000 kilómetros, pero en esta ocasión quise rendirle culto y gratitud al verdadero protagonista del viaje, Bucéfalo.

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(Cumpliendo 50.000 kilómetros de aventura)

En el camping de Solitaire tienen el gran gesto de invitarme a acampar y dejarme conectarme a internet. Una revitalizadora noticia llega a mi correo, un follower me manda una donación. En este punto debería haber seguido hacia Windhoek, pero el apoyo económico me da la oportunidad de visitar las famosas dunas del Desierto de Namib.

Invierto mi rumbo para retroceder 80 kilómetros en dirección Sur por otra pista de tierra, y alcanzar Sesriem. Parece que la fauna aprobó mi cambio de itinerario, los orix, antílopes, ñus, avestruces y cebras, toda la vida salvaje del lugar me acompañó durante cada instante.

En el camping de Sesriem me vuelve a sonreír la suerte. Conozco a un viajero estadounidense con coche propio y me ofrece acompañarle hasta las dunas. Al alba entramos en el Parque Nacional, hay 60 kilómetros de asfalto hasta llegar a las dunas más altas y está prohibido acampar, hay que entrar y salir en el mismo día lo cual hace poco viable hacerlo pedaleando. Los últimos 5 kilómetros la carretera desaparece y el terreno es tan arenoso que solo los potentes 4×4 pueden salvar el obstáculo, pero claro está, a un buen precio. Decido ahorrarme el trayecto de ida y camino 45 minutos por el desierto más antiguo de la tierra.

Cuanto más cerca estaba de llegar a Sossusvlei más evidente se hacía la magnitud de Big Daddy, la duna más grande del mundo. Me deje llevar por la emoción y los últimos cientos de metros los hice corriendo para alcanzar la base de la montaña de arena. Bajo un sol implacable empecé a escalar por la cresta, paso a paso fui ganando altura. Quería llegar a lo más alto, pero llevaba 6 días pedaleando y mis piernas no tenían la misma fuerza que de costumbre. A medio camino desistí y decidí volver a los 4×4, pero no lo iba a hacer siguiendo el mismo camino, así que acorté distancia bajando a galope por la ladera de la duna.

(Escalando las dunas del Desierto de Namib)

Después de sacar medio kilo de arena de cada bota y de nuevo en el camping, repuse fuerzas tomando el resto de la tarde para descansar. Aun me quedaban 5 jornadas para llegar hasta Windhoek y fácil nunca ha sido un sinónimo de mi aventura.

El momento más duro que tuve que superar en mi camino a la capital namibia, fue dejando atrás el desierto para entrar en la verde pradera que protege el Paso de Gamsberg. Bajo la lluvia empujé a Bucéfalo durante kilómetros colina arriba y sobre el barro. Al atardecer la lluvia me dio una tregua, encontré un lugar donde acampar, hacer una hoguera para secar la ropa y cocinar la cena…pero la lucha del día no había terminado. El lugar que escogí para dormir estaba peligrosamente cerca de unos pequeños recovecos en la montaña, donde decenas de babuinos se refugiaban del agua. El macho alfa de la manada, me dio claras señales de que si dormía allí, tendría serios problemas. Cada vez que me detenía para descansar, el macho volvía a soltar un grito fuerte, grave y ensordecedor, como si dijera “fuera de aquí”. Tuve que alejarme 2 km bajo la atenta mirada de los babuinos, con los últimos rayos de luz y cuchillo en mano. Finalmente acampé en lo alto del Paso de Gamsberg donde pude dormir con relativa calma.

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(Amaneciendo en lo alto del Paso de Gamsberg)

Por la mañana un nuevo paisaje me recibía. Todo era más frondoso y después de mucho tiempo volvía a ver árboles. Con la luz del sol los babuinos siguieron cruzándose en mi camino, pero esta vez mas asustadizos no fueron peligro alguno.

Por la noche acampé de nuevo junto a la pista de tierra, ya que todo esta vallado delimitando los extensos terrenos de las granjas. A mi alrededor pastaban las vacas y los caballos, pero mientras cocinaba mi cena con el fuego de la hoguera me pusieron muy nervioso. Estaban inquietos, corrían de un lado para otro, había algo oculto en la oscuridad que los inquietaba. Cené todo lo rápido que pude y deje la poca comida que tenía colgada de un árbol. Dentro de la tienda me sentía seguro porque a fin de cuentas, a los ojos de los animales soy un arbusto más. Mientras no duerma con nada de comida cerca, ningún depredador atacaría mi campamento.

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(Acampando en Namibia junto a la hoguera)

Después de una última paliza de 78 kilómetros consigo alcanzar Windhoek, donde me hospedo en un camping económico y juvenil, el lugar ideal para los mochileros.

Mi prioridad en la ciudad era conseguir un nuevo pasaporte, solo me quedaban un par de hojas libres, insuficientes para atravesar África. Los pasaportes solo se pueden imprimir en España y al visitar mi embajada me llevo una desastrosa noticia. Antes tardaban en llegar los pasaportes 3 días, pero debido a los recortes presupuestarios de mi país, ahora tardan 3 semanas en llegar por correo ordinario. Simplemente la idea de estar parado 21 días comiéndome las uñas me frustraba, además del enorme gasto económico que conllevaría.

Después de pagar las tasas y de que mi nuevo pasaporte estuviera en proceso de impresión en España, coordiné con DHL que cuando me notificaran que mi pasaporte hubiera llegado a Windhoek, yo les mandaría un email para ordenarles que lo fueran a recoger y enviarlo a la embajada de Harare, en Zimbabue.

Fue todo un rompecabezas porque desde España no me lo podían mandar directamente a Harare, debía recibirlo obligatoriamente la embajada que había ordenado su impresión. Además solo podían mandarlo de una embajada a otra porque debían inutilizarme el antiguo, y no tenía hojas para el visado de Zimbabue y Zambia (son una pegatina de hoja entera y obligatoriamente siempre tienes que tener una libre en el pasaporte), por lo que mis planes de llegar a las Cataratas Victoria desde Zimbabue quedaban anulados, y decidí invertir los 30 dólares de la entrada en pagar a DHL los 27 que me cobraban por gastos de envío. Creo que después de analizar todas las opciones, opté por la más complicada, económica e irónicamente, la más práctica.

Finalizada una de las gestiones más importantes del viaje, ya solo quedaba esperar que las piezas del domino fueran cayendo una tras otras mientras pedaleaba hasta Harare.

Más relajado y enfocado nuevamente en retomar la marcha, encuentro en el camping una mina de oro. Tenían un basurero de tiendas de campaña totalmente inservibles, apiladas una encima de otra. Para mi era un almacén de repuestos gratuitos y me hago con piquetas, cremalleras, fundas, gomas y varios palos con la misma medida de la estructura de mi querido hogar.

Mientras gozaba de mi buena fortuna, en el cielo se preparaba una tormenta de proporciones catastróficas. El primer día situé mi campamento en una zona que daba la sombra por la mañana, sin prestar atención a que era el lugar mas favorable para sufrir una inundación, total estaba en el desierto y en época seca.

Primero cayeron unas gotas y en pocos segundos empezó el diluvio universal. Enseguida comprendí el peligro que acechaba a todas mis pertenencias y dispuesto a protegerlas de la tormenta me hice con una pala. Estuve durante una hora achicando agua y cavando zanjas, mientras los rayos cortaban el cielo.

Fue una imagen cómica para alguno de los residentes del camping, pero para mi fue una batalla que en ningún momento me plantee perder. Conseguí en gran medida retener la inundación, pero finalmente el agua fue la vencedora. Cuando la tormenta se calmó lleve todas las alforjas y mis pertenecías a la recepción del camping donde puse todo a secar. Mi tienda de campaña paso la noche en el patio, cubierta de barro y con un palo de la estructura quebrado, mientras yo dormía en un sofá.

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(Movilizando todo el campamento después de la inundación)

Cuando crees que ya pasó todo lo malo, hay veces que hay una desgracia que se ha quedado esperando a que te confíes, para aparecer en los momentos que más débil estás y golpearte en la boca del estomago.

Mientras dormía en el sofá deje mi teléfono móvil en el suelo junto a mis chanclas. Por la mañana me desperté extrañado de haberme quedado dormido y de no haber escuchado la alarma a las 07:00 am, la razón fue sencillamente que me robaron el móvil. Confié en la seguridad del camping, pero mis sospechas son que justamente el guarda nocturno fue quien me lo robó. Revisando las cámaras de seguridad, mi teléfono estaba situado en un ángulo muerto, así que era imposible saber quien lo cogió. Solo alguien que ha estado despierto toda la noche “vigilando”, que conoce el sistema desde dentro y sabe que hay no graban las cámaras, podría cometer un robo y quedar impune.

Error, negligencia o descuido, el caso es que me quedé sin GPS y sin forma de hablar con la familia por WhatsApp. Intenté no pensar demasiado en como me las tendría que apañar de aquí en adelante, sin una herramienta que uso diariamente. Comencé a limpiar todo el barro de la tienda y mientras reparaba los destrozos de la tormenta se acerco un cicloviajero suizo, Oliver, con quien había creado amistad, y me regaló uno de los dos móviles que tenía. Enorme gesto que me devolvió la sonrisa y la esperanza.

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(Junto a Oliver, sosteniendo el teléfono móvil que me regaló)

Parece que vaya donde vaya mi presencia nunca pasa desapercibida, siempre hay algo bueno y malo que me está esperando a la vuelta de la esquina. Pero curiosamente nunca pierdo las ganas de seguir hacia delante y no es por merito propio, es la bondad y el apoyo de la gente lo que me mantiene en pie.

Después de despedirme de Oliver, de coordinar un futuro encuentro con otro compañero cicloviajero danés, Thomas, y de compartir unas cervezas con un fotógrafo español, Alberto, llegó el momento de dejar atrás Windhoek y pedalear hacia mi siguiente reto, cruzar Botsuana.

El camino a la frontera fue una recta asfaltada, llana y monótona, que de no haber sido por la abundante fauna hubiera sido tremendamente aburrida. Constantemente me anima la presencia de los facóqueros y los ñandúes, ayudé a cruzar la carretera a un par de tortugas y gracias a un babuino viví uno de los momentos más graciosos en mi paso por Namibia.

Los animales están acostumbradísimos a la presencia de los coches, pero las bicicletas inexplicablemente les causa terror, y al ser tan silenciosa hay veces que no me perciben hasta que estoy a escasos metros de ellos. Entre la frondosa y alta hierba que bordea la carretera había oculto un babuino adulto, no se percató de que estaba a punto de pasar hasta que lo tuve a menos de 10 metros. Fue entonces cuando dio un tremendo salto y empezó a correr mientras gritaba y miraba atrás, con una expresión de susto en la cara tan humana, que me desato una carcajada incontrolable.

Entrando en Botsuana atravesé la última frontera gratuita de todo mi viaje por África, a partir de aquí tendría que ingeniármelas para pagar unas tasas llevaderas para el turista, abusivas para el viajero y demoledoras para el aventurero, y es que:

“Cuando se acaba el dinero, empieza la aventura”

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Brasil

Etapas:

16/08/2015 Barra do Chuí – Curral Alto (100 Km).

17/08/2015 Curral Alto – Taim (89 Km).

18/08/2015 Taim – Sao José do Norte (90 Km).

19/08/2015 Sao José do Norte – Bojuru (81 Km).

20/08/2015 Bojuru – Mostardas (76 Km).

21/08/2015 Mostardas – Säo Simäo (27 Km).

22/08/2015 Säo Simäo – Palmares do Soul (94 Km).

23/08/2015 Palmares do Soul – Porto Alegre (95 Km).

24-29/08/2015 Descanso Porto Alegre (36 Km).

30/08/2015 Porto Alegre – Vía de Servicio en la 386 (55 Km).

31/08/2015 Vía de Servicio en la 386 – Lajeado (86 Km).

01/09/2015 Lajeado – Fontoura Xavier (74 Km).

02/09/2015 Fontoura Xavier – Santo Antonio do Planalto (81 Km).

03/09/2015 Santo Antonio do Planalto – Sarandi (58 Km).

04/09/2015 Sarandi – Seberi (93 Km).

05/09/2015 Seberi – Maravilha (102 Km).

06-10/09/2015 Descanso en Maravilha.

11/09/2015 Maravilha – Sao José do Cedro (96 Km).

12/09/2015 Sao José do Cedro – Irigoyen (Entrada en Argentina) (50 Km).

13/09/2015 Irigoyen – Andresito (75 Km).

14/09/2015 Descanso en Andresito.

15/09/2015 Andresito – Cataratas del Iguazú (60 Km).

16/09/2015 Cataratas del Iguazú – Foz de Iguazú (Entrada en Brasil) (39 Km).

17-23/09/2015 Descanso Foz de Iguazú (26 Km).

24/09/2015 Foz de Iguazú – Sao Jorge (46 Km).

25/09/2015 Sao Jorge – Céu Azul (63 Km).

26/09/2015 Céu Azul – Cascavel (56 Km).

27/09/2015 Cascavel – Salto (17 Km).

28/09/2015 Salto – Bela Vista (63 Km).

29/09/2015 Bela Vista – Laranjeiras do Sul(64 Km).

30/09/2015 Laranjeiras do Sul – Guarapuava (80 Km).

01/10/2015 Guarapuava – Reológio (71 Km).

02/10/2015 Reológio – Restinga (80 Km).

03/10/2015 Restinga – Ponta Grossa (48 Km).

04/10/2015 Ponta Grossa – Cañón Sao Jorge (18 Km).

05/10/2015 Cañón Sao Jorge – Ponta Grossa (28 Km).

06/10/2015 Ponta Grossa – Curitiba (110 Km).

07-08/10/2015 Descanso Curitiba (43 Km).

09/10/2015 Curitiba – Capivari Eco Resort (63 Km).

10/10/2015 Capivari Eco Resort – Carretera 116 (82 Km).

11/10/2015 Carretera 116 – Registro (88 Km).

12/10/2015 Registro – Peruíbe (110 Km).

13/10/2015 Peruíbe – Santos (100 Km).

14/10/2015 Santos – Periferia Sao Paulo (62 Km).

15/10/2015 Periferia Sao paulo – Sao Paulo (35 Km).

16-19/10/2015 Descanso en Sao Paulo.

20/10/2015 Sao Paulo – Cacapava (115 Km).

21/10/2015 Cacapava – Lavrinhas (110 Km).

22/10/2015 Lavrinhas – Barra Mansa (86 Km).

23/10/2015 Barra Mansa – Seropédica (86 Km).

24/10/2015 Seropédica – Río de Janeiro (87 Km).

25-31/10/2015 // 01-07/11/2015 Descanso en Río de Janeiro (77 Km).

08/11/2015 Río de Janeiro – Praia Grande (134 Km).

09/11/2015 Praia Grande – Jacuecanga (57 Km).

10/11/2015 Jacuecanga – Paraty (117 Km).

11/11/2015 Paraty – Ubatuba (94 Km).

12/11/2015 Ubatuba – Ilhabela (85 Km).

13/11/2015 Descanso en Ilhabela.

14/11/2015 Ilhabela – Juqueí (57 Km).

15/11/2015 Juqueí – Santos (101 Km).

16-30/11/2015 // 01-02/12/2015 Descanso en Santos.

03/12/2015 Santos – Periferia de Sao Paulo (47 Km).

04/12/2015 Periferia de sao Paulo – Sao Paulo (39 Km).

05/12/2015 Sao Paulo – Aeropuerto (34 Km).

06-07/12/2015 Vuelo Sao Paulo – Ciudad del Cabo (Entrada en Sudáfrica).

Brasil

Mi primera noche en mi trigésimo cuarto país, acampé en la playa de Barra do Chuí. Tenía la tienda de campaña y la ropa totalmente calada, así que las dos primeras horas simplemente me dedique a secar mis pertenencias. Antes de ir a dormir llegaron cuatro chilenos en una furgoneta, tres arquitectos y un médico que viajaban por Latinoamérica. Acabamos compartiendo unos vinos y al día siguiente el desayuno.

Por la mañana me despierta el sol y el viento me empuja a pedalear. En la carretera me acompañan a lomos de sus caballos los peregrinos Gauchos, y transcurre el primer día en Brasil con mucha calma. Por la noche acampo junto a unas viviendas y comienza a llover mientras duermo. El suelo es arcilloso y no filtra bien, todo el parque nacional son praderas, lagos y pantanos, y acabo sufriendo una pequeña inundación en mi tienda de campaña, no es muy alegre despertarse así de madrugada.

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(Peregrinos Gauchos)

Al amanecer la lluvia no cesa y esta vez el viento cambia de sentido para empujarme hacia atrás. Todo apuntaba a que iba a ser un día duro y nada más. Lo que me rodea es un pantanal y la vida salvaje abunda. Al atardecer comienzo a cruzarme con roedores gigantes, las capibaras, que van en pequeños grupos y al verme hacen un sonido mientras huyen muy parecido al ladrido de un perro. Cuando se hace de noche sigo pedaleando y prácticamente cesa el transito de vehículos, me dejo abrazar por la oscuridad y las estrellas. Me envuelve el sonido de los pájaros, miles de insectos y ranas. Las capibaras, mas confiadas con la oscuridad, se acercan hasta la carretera y paso a escasos metros de ellas alumbrándolas con mi tenue linterna. Los zorros se unen a la fiesta aproximándose a devorar los cuerpos de los gigantes roedores que han sido atropellados. En ocasiones paso tan cerca que los oigo masticar. A lo lejos distingo la luz de una gasolinera. Me acerco para aprovisionarme de agua y comida, acampo junto a un pantano y me duermo tranquilo.

Al amanecer el sol entra directamente por la mosquitera y me despierta suavemente. Escucho a los caballos pastando y bebiendo el agua del pantano. Veo los rayos de luz filtrarse entre los radios de la rueda de Bucéfalo… una forma maravillosa de empezar el día.

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(Amanecer en el Sur de Brasil)

Pedaleo hasta Río Grande y cruzo con un barco el Lago Dos Patos hasta Saó José do Norte donde paso la noche. A pesar de pedalear por una carretera recta y plana es imposible caer en la monotonía, no hubo dos días en los que hiciera el mismo clima, y que no me atravesara con toda la vida salvaje del lugar. Los pueblos son tranquilos y la gente cercana, no hay peligro a la hora de acampar. Una noche dormí en el jardín del predicador del pueblo, mientras escuchaba desde la tienda de campaña la misa amenizada con coros, baterías y guitarras eléctricas.

Llegando a Palmares do Sul viví una tormenta increíble. Desde el horizonte se apreciaba como avanzaba la nube negra como si fuera un ovni de 50 kilómetros de largo. Me puse a cubierto en el porche de una comisaría en el momento exacto que se desato el vendaval. El viento partió las ramas de los arboles y la lluvia lo inundo todo en cuestión de media hora. Cuando todo paso y solo quedó una lluvia cotidiana, busque un hostel donde disfrutar de cama y ducha caliente. Después de tantos días se agradece infinitamente dormir bajo techo.

Ya solo me quedaba una jornada más para llegar a Porto Alegre. Tendría que haber sido un día rutinario entrando en una gran ciudad, pero los neumáticos estaban tan desgastados que acabe pinchando las dos ruedas. Ni se me paso por la cabeza repararlos estando tan cerca de mi objetivo, así que culmine los últimos kilómetros parando cada 15 minutos a hinchar las ruedas, conviviendo una vez más con mi testarudez.

Por desgracia no conseguí localizar a mi contacto de warmshower, y la primera noche me vacié los bolsillos para dormir en un hostel del centro y seguir la obligatoria tradición de la birra de la victoria. No fue una noche tranquila en la cómoda litera, había una persona en la habitación con un ronquido grabe e inquietante, después me di cuenta de que procedía de una señorita. Uno piensa que lo ha visto todo hasta que te das cuenta que aun te queda mucho por ver.

Por la mañana pude contactar con Marcos y quedar en encontrarnos en el estudio de tatuajes donde trabaja. De ahí fuimos en bicicleta hasta su piso donde me recibió con el mejor de los mensajes: “Quédate el tiempo que necesites hermano, mi casa es tu casa.”

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(En Porto Alegre junto a Marcos)

Estuve una semana en Porto Alegre, varios días fui al centro a regalar postales buscando apoyo económico, pero no cuajo mucho. Realice una par de entrevistas para la radio y el periódico, siempre aprovecho toda oportunidad de dar difusión a mi proyecto. Me sume a masa critica para pedalear por toda la ciudad y conocerla afondo sin necesidad de ver un mapa, solo dejándome llevar. Compartí muchos momentos con Marcos y me habló de su viaje hasta Argentina llevando consigo a su perro en un carrito para la bici. El día antes de partir fui al Parque Molino do Vento, donde me cito una cadena de televisión para hacer un reportaje, pero me acabaron dando plantón y hasta la fecha no me han dado razón de ello.

Marcos y su familia me despidieron con una tremenda comilona la tarde en la que continuaba el viaje, y aproveche para llenar el buche todo lo que pude. Salía de Porto alegre con algo de dinero en metálico y una tarjeta de debito caducada, esto ultimo no me importó mucho porque la nueva llegaría en unas semanas a Río de Janeiro y solo tenía 1,45€. No la iba a utilizar mucho.

Continúe el viaje poniendo rumbo hacia las Cataratas del Iguazú. Estaba en uno de los momentos mas inquietantes del viaje ¿Cómo llegaría hasta África?¿Como sobreviviría sin plata?¿Me rendiría y tiraría la toalla? Fueron algunas de las preguntas que se me pasaron por la cabeza pedaleando para salir de la ciudad.

Cuando tengo esas paranoias, la bicicleta y estar en movimiento siempre me ayudan a aclararme la cabeza. Al final del día acampé en un césped a 150 metros de la carretera, era un lugar tranquilo y antes de dormir me quede embobado viendo la luna. Decidí hacer un cartel que expresara mi necesidad y también mi actitud para llevarlo en las alforjas traseras:¨Me Falta Dinheiro, Me Sobra Vontade” (Me falta dinero, me sobra voluntad). Es la segunda vez que hago algo parecido, la primera fue en Perú y conseguí pedalear desde Lima hasta Cuzco escalando Los Andes, y no morirme de hambre en el intento llevando un cartel que ponía: “Sin Plata.” En los momentos desesperados aparecen las medidas desesperadas.

Fabrique el cartel pero no lo utilice en ese momento, aun me quedaban 24 reales (6€) y podía estirarlos mucho, así que pedalee todo el día bajo el sol, subiendo y bajando por la montaña rusa de colinas que atraviesan las carreteras brasileñas. Invertí mi dosis de humor diaria en reírme en la base de las largas cuestas, para decirme una vez más: “Esta me la subo si o si”. Termine el día bastante molido, pero me las ingenié para acampar en un racho de caballos donde los empleados me invitaron a cenar.

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(Amaneciendo en un rancho de caballos)

Creo que el día que viví a continuación merece la pena narrarlo detalladamente, para explicar como se puede pedalear 74 kilómetros de montaña sin dinero:

Amanecí en el racho de caballos desayunando lo ultimo que me quedaba, un litro de leche y un paquete de galletas con chocolate (procuro aprovisionarme de la mayor cantidad de calorías al menor coste). Comienzo a pedalear, no es extraño encontrarse comida en la carretera y a mi me llegan dos bombones de maní perfectamente envueltos, así que a la saca. Continuo avanzando y empiezo a escalar una cuesta de 7 kilómetros bajo la lluvia, un camionero me adelanta a paso de tortuga mientras el copiloto me pregunta por la ventanilla si quiero algo de fruta, asiento y me lanza un plátano con una manzana, el empujón para llegar hasta la cima. Ya en lo alto de la colina, unas señoras que me vieron subir la montaña desde el coche se acercan a mi, conversamos y me acaban ayudando con unas naranjas, un paquete de galletas y 6 reales. Continuo pedaleando hasta que el sol se oculta y continuo una hora mas en la oscuridad buscando donde acampar, hasta que encuentro una vía de servicio. Me dispongo a instalar la tienda de campaña pero hay un problema con una varilla, me siento a repararlo junto a una zona techada pegada a un restaurante y antes de que termine, un señor me invita a cenar. Estoy agotado y no tengo energía para reparar la tienda, veo un autobús abandonado, abro la puerta y duermo dentro protegido de la lluvia y el viento. Por la mañana compro con los 6 reales de la señora leche y galletas, desayuno y empiezo el día como lo deje ayer a 74 kilómetros, con energía y sin dinero.

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(Amaneciendo en el autobús abandonado)

El resto de días no fueron tan duros, la verdad es que los brasileños siempre son hospitalarios. En Sarandi paré a pedir permiso para dormir con la tienda y acabe siendo invitado a la casa, prepararon un asado para cenar, me pude duchar, lavar la ropa, me dieron una donación, por la mañana una bolsa llena de comida y hasta llamaron a la prensa para hacer un reportaje, muy buena energía.

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(Grabando el reportaje con RBS TV)

Conseguí llegar a Maravilha donde me esperaba un follower para hospedarme un par de días y que descansara en su casa de campo. Vinicius es dentista, viajero y aventurero, quiere viajar en coche hasta Alaska con su mejor amigo, y aproveche a devolverle el favor asesorándoles sobre todo lo que aprendí viajando por América. Durante unos días comí como un campeón, dormí a pierna suelta y aproveche para trabajar con el ordenador. La última noche hicieron un asado de despedida , me asome a la terraza para ver el cielo y vi una estrella fugaz gigante, el meteorito mas grande que jamás he visto. Me quede tan acongojado que ni pedí un deseo. Por la mañana me despedí de Vinicius y me echo un cable para poder costearme la entrada a las Cataratas del Iguazú.

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(Descansando en Maravilha)

En dos jornadas ya estaba de vuelta en Argentina, cruzando la frontera mas incoherente que he visto jamás, la de Bernardo de Irigoyen. Además se dio la casualidad de que en ese momento partí por primera vez la cadena. Después de arreglarla me dio por mirar el cuentakilómetros y coincidencias de la vida había cumplido exactamente 45.000 km.

El final del día no me auguró un buen presagio. Avance 10 kilómetros y terminé acampando en una escuelita. Mientras intentaba dormir supe que estaba enfermo, al principio solo tenía unas décimas pero de madrugada me subió mucho la fiebre. Espere a que se hiciera de día y cuando el sol tocó mi piel me sentí con mas energía, así que decidí continuar. No era la primera vez que pasaba una gripe pedaleando, pero pasados 45 minutos me desmoroné. Las fuerzas me fallaron y comencé a buscar un lugar donde poder dormir un par de días. En dos ocasiones me detuve a descansar tumbándome en la naturaleza y ambas me quede completamente dormido durante mas de media hora, aun así seguí avanzando por pura inercia.

Sin saber cómo, consigo llegar al pueblo de Andresito, a 75 kilómetros del punto en el que amanecí. Compré comida para dos días y la diosa fortuna quiso que se acercara un argentino, para hablar conmigo y ofrecerme hospedaje. Termine en una pequeña casita sin habitar de una habitación, era calentita y sin humedad, y a mi parecer el joven la utilizaba de picadero pero era justo lo que necesitaba para pasar la gripe.

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(Pasando la gripe en Andresito)

Estuve descansando durante 36 horas, me alimente bien y al principio los sueños fueros muy agitados, no hay nada más frustrante que despertarse desorientado por los delirios de la fiebre y no saber siquiera que estas en Argentina. Pero todo fue a mejor y salí del pequeño refugio de ladrillo al 100%. Recogí todo el equipo, empaque a Bucéfalo y me dispuse a cruzar el Parque Nacional del Iguazú.

Salí de Andresito muy agradecido por la hospitalidad que me había brindado. En seguida entré en la pista de tierra que atraviesa la selva. El calor era intenso y la humedad elevada. Todo tipo de insectos voladores estaban pululando alrededor mío constantemente, la mayoría eran moscas y mariposas, que los pocos minutos que me detenía a beber agua se posaban por docenas en la bicicleta. En una ocasión también pude ver monos en la copa de los arboles, saltando de rama en rama.

Llegué a la entrada de las Cataratas del Iguazú a las 17:00, momento en el que cierran el parque. Al parecer esta prohibido acampar y no iba a pedalear 15 kilómetros hasta la ciudad, por lo que me aprovisioné de agua, hice que me iba y en el último segundo entré en el parking sin ser visto. En una hora todo el mundo se fue y el claro de césped en mitad de la jungla era perfecto para dormir. Pronto se hizo de noche y desde la tienda de campaña escuchaba todos los sonidos de la selva y se oían perfectamente las cataratas, sonaba como si fuera el océano.

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(Atravesando el Parque Nacional Iguazú y acampando en el parking de las Cataratas)

No quise jugármela a que me descubrieran, así que me desperté una hora antes de la apertura del parque, para recoger todo antes de que llegara el primer coche. Una vez pagada la entrada y ya dentro de las instalaciones, no me sentí muy cómodo. Había mucha gente, demasiadas personas siguiendo el mismo estrecho camino, no digo que estuviera mal organizado, solo que no es mi estilo. Pero por supuesto que merece la pena ver esa maravilla de la naturaleza, y hay un punto en el que te acercas tanto que te mojas.

Hubo un momento en el que encontré un lugar que nadie transitaba, fue perfecto. Me senté tranquilo viendo las cataratas, me comí un bocadillo lejos de la amenaza de los coatis, habilidosos ladrones que han perdido todo su carácter salvaje y sobreviven robando la comida a los turistas. Me relaje bajo la sombra de un árbol y decidí volverme pronto. Aun debía llegar a la frontera, entrar en Brasil y llegar a la casa ciclista de Foz de Iguazú.

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(Cataratas del Iguazú, lado argentino)

Debería haber sido un trayecto sencillo, pero reventé la rueda trasera y ya no tenia cámaras de repuesto. Empuje la bicicleta durante tres horas hasta que llegué a Ciudad Puerto, conseguí encontrar el único taller de bicicletas abierto y me deje estafar por el dueño:

  • Hola muy buenas ¿Tienen una cámara para rueda de 28”?
  • Si, tenemos esta Continental por 100 pesos (10€).
  • Buffff!!! Es un poquito cara y voy muy justo de plata ¿No tendrá una más barata?
  • ¿Cuanto tienes?
  • 60 pesos y no me queda ni para comer.
  • Pues tengo esta de segunda mano por 60 pesos.

Serás hijodep***

Finalmente consigo llegar a las 22:00 a la casa ciclista. Una buena ducha, algo para cenar y a dormir en cama durante 12 horas. Había llegado antes que José Pou, mi amigo uruguayo que desde que nos despedimos en Montevideo, me mantuvo al tanto de su viaje hasta Foz pedaleando desde Canelones. Nos estuvimos coordinando para reencontrarnos y solo le tenía a dos días. Aproveche para organizar bien mi web y las redes sociales para estar libre cuando llegara mi amigo.

Por fin llegó el día de volvernos a juntar, salí a la avenida principal para recibirlo y lo vi llegar desde el final de la calle como un autentico curtido ciclista. Venia moreno después de semanas torrándose bajo el sol, sin camiseta, sucio, con el remolque que arrastra con la rueda chueca por un accidente y una sonrisas de oreja a oreja, todo un guerrero. La primera noche compró cervezas y un buen asado, Pou estaba decidido a cuidar de mi. Estuvimos varios días descansando y poniéndonos al día de las historias que habíamos vivido. Visitamos la triple frontera Paraguay-Argentina-Brasil delimitada por la desembocadura del Río Iguazú en el Río Paraná. Hicimos la puesta apunto de las bicicletas y Pou me facilito un nuevo neumático para la rueda trasera. Cuando tuvimos todo listo nos pusimos en marcha para pedalear juntos hasta Curitiba.

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(Colorado On The Road y José Pou en la Casa Ciclista de Foz de Iguazú)

Comencé una nueva etapa del viaje pedaleando de nuevo con mi compañero uruguayo. El calor, la lluvia, las incesantes colinas ya no parecían tan sufridas al compartir el esfuerzo. Como de costumbre, Pou siempre iba delante mío marcando el ritmo y transmitiéndome energía.

Al tercer día rebasamos Cascabel y nos alcanzó una tormenta que nos obligo a detenernos. Encontramos refugio en el cobertizo de una iglesia clausurada. Pasaron las horas y la lluvia no cesaba por lo que decidimos que tendríamos que hacer noche allí. Sin apenas comida ni agua, Pou se acerco a la única casa cercana para ver si nos ayudaban con algo. Cuando volvió me dijo que era mejor no regresar a preguntar, que lo recibió un señor muy mal humorado y que le lanzo dos disparos cuando se estaba alejando. Un 22 decía Pou, y de esto sabe un rato ya que fue policía durante 20 años.

Al final me ofrecí a pedalear 15 kilómetros hasta la primera gasolinera para comprar algo de comer. Iría rápido sin todo el equipaje y a la vuelta podría secar la ropa con el calor de la hoguera. Todo fue bien hasta que volviendo pinche la rueda delantera y comencé a caminar. En ese transcurso de tiempo me adelantaron dos ambulancias con las sirenas y Pou se temió lo peor. A la media hora un camionero me detiene y me ofrece remolcarme hasta donde estaba mi compañero. Resulta que Pou después de ver las ambulancias, se lanzo a la carretera a parar a todos los vehículos esperando que no le dieran la noticia que no deseaba oír. Finalmente nos volvimos a reencontrar, se le paso el susto y cenamos unas salchichas a la brasa mientras hablábamos junto al fuego.

Continuamos los días completando buenas jornadas, luchábamos codo con codo cada colina, era como escalar un puerto de montaña todos los días. Se acercaba el momento de mi aniversario e iba a cumplir 2 años de viaje. Inevitablemente Pou también se quedó sin dinero y cuando estábamos a 40 km de llegar a Guarapuava me estuvo esperando a un lado de la carretera, para enseñarme un armadillo que había atrapado. No teníamos comida y parecía una cena ideal, pero el corazón nos impidió sacrificar al animal. Lo acabamos dejando en libertad viendo como corría por la pradera. A lo que sucedió después se denomina Karma instantáneo, ya que a 3 km pinche la rueda y nos detuvimos en un puesto de rescate para repararla. Coincidimos con cuatro viajeros que interesados en nuestra aventura nos ayudaron con algo de dinero, suficiente para cenar y desayunar.

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(José Pou con el armadillo)

Esa noche dormimos al raso bajo el techado de una solitaria cafetería de carretera, y amanecimos con el sol del 1 de Octubre de 2015, ya había cumplido 2 años de viaje. Me levanté pensando que ya llevaba 730 días pedaleando y ya debería estar en casa según mi itinerario, y siquiera estaba en África. Aun así es una proeza haber durado tanto. Pienso en las ganas que tengo de estar en casa, comer la comida casera de mi madre, pasear con mi perro bruce y beber cerveza con mis amigos. Si tirara la toalla y volviera a hora a casa se que las dos primeras semanas las disfrutaría mucho, pero luego me estaría arrepintiendo toda la vida de no haber continuado luchando.

Fue un apoyo enorme tener a Pou a mi lado para darme un abrazo y la enhorabuena por el cumpleaños. Llegamos a Guarapuava y mi representante uruguayo empezó a hablar con el dueño de un buffet libre sobre el día tan especial que estábamos viviendo. Dio en el clavo porque él también era ciclista y nos invito a comer. Cuando tienes a tu disposición tanto volumen y variedad de comida, con tal tremendo hambre, la situación se vuelve peligrosa. Es igual de dañino la carencia como el exceso de alimento.

Después de una hora comiendo como auténticos animales, salimos del buffet lo primero agradecidos, pero también preocupantemente mareados. Necesitamos dos horas reposando en el césped para hacer la digestión y cuando volvimos a la carretera, en cada cuesta que escalábamos eructábamos trozos de carne. No falta decir que esa noche no necesitamos cenar.

Antes de llegar a Curitiba nos propusimos visitar el Cañón San Jorge situado a las afueras de Ponta Grossa, ciudad que alcanzamos en nuestro decimo día de pedaleo desde que salimos de Foz de Iguazú. Llegamos a última hora de la tarde, con lluvia y frio, condiciones que nos impedían llegar esa noche al cañón. Mientras decidíamos donde íbamos a dormir, paso por delante nuestro un coche con un megáfono gigante publicitando el circo que acababa de llegar a la ciudad: “Vengan al circo romanoooo, solo este fin de semanaaaa!!!” nos miramos a la cara y nos dijimos entre carcajadas:¨Pues vamos al circo”. Mientras pedaleábamos en busca de la inmensa carpa no dejábamos de bromear, y una vez llegamos nos abrieron las puertas para que acampáramos esa noche con ellos. Ante todo fue una experiencia divertida y original que nos dejo momentos irrepetibles.

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(Acampando en el circo)

Por la mañana nos despedimos de los malabaristas, los payasos, el hombre fuertudo, el mago, los trapecistas…en fin de todo el circo porque fueron encantadores con nosotros. Hicimos una pequeña visita al supermercado y recorrimos los 15 km de pista de tierra hasta el camping del Cañón San Jorge, situado en mitad de la naturaleza. Antes de llegar conocimos a Wilson, un ciclista de Curitiba que nos ofreció hospedaje cuando llegáramos a su ciudad, y ya en el camping el dueño nos invitó a acampar y a comer asado.

Aprovechamos para lavar la ropa en el río, darnos una buena ducha, arreglar mas de una avería, descansar con una buena siesta y terminamos charlando junto a la hoguera. Por la mañana nos fuimos de trekking para ver la vista que nadie ve del cañón, un par de horas de caminata siguiendo una aventura fuera de todo camino marcado. Después llegamos a la base de la caída de agua para refrescarnos bajo la cascada. Esta experiencia la disfruté mil veces más que la visita a las Cataratas del Iguazú, y además no me costó dinero.

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(Cañón San Jorge)

Cuando salimos del camping terminamos durmiendo en la periferia de Ponta Grossa, bien encaminados en la carretera que nos llevaría hasta Curitiba. Esa noche entré en un restaurante a comprar leche y terminaron invitándonos a cenar. En Brasil rara vez te van a ayudar con dinero, hay mucho vicio en la calle, pero con la comida jamás, jamás y jamás te dejan tirado.

Cuando llegamos a Curitiba descansamos en casa de Wilson, y después de semanas volvimos a dormir en una cama. Nuestro camino estaba próximo a separarse, Pou tenía que volver a Uruguay y yo continuar hacia Santos. El día de la despedida la sufrí mucho, siempre fue un gran compañero y es la persona con la que más he pedaleado en todo el viaje, se forjan lazos de amistad muy fuertes compartiendo una experiencia como esta. La era de Sancho Panza y Don Quijote llegó a su fin.

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(Colorado On the Road y José Pou)

Volví a la vida nómada y solitaria a la que estoy acostumbrado, y puse rumbo a la ciudad de Santos para comenzar a buscar un barco que me llevara al otro lado del océano. Los primeros días cuesta coger el ritmo y volver a estar en silencio durante horas, pero todo vuelve a la normalidad y en pocas jornadas conseguí llegar a Santos.

Mi única misión en esa ciudad era contactar con una de las mayores empresas de cargueros que hace el trayecto Santos – Cape Town, y lo conseguí. Logré que me recibiera el director de recursos humanos de MSC, le expuse mi proyecto durante hora y media, fui claro reconociéndole que necesitaba su ayuda para cruzar el océano y que trabajaría abordo a cambio del pasaje. Todo fue muy bien y su respuesta alentadora. Volvería a pisar Santos dentro de un mes, ya que primero subiría hasta Río de Janeiro para completar mi viaje en América, tiempo suficiente para formalizar el proceso.

Primero puse rumbo a Sao Paulo para visitar a Karla y André, la pareja de ciclistas brasileños que conocí en México y que acababan de finalizar su vuelta al mundo. Pasé cinco días en su casa poniéndonos al día de todas nuestras andaduras, descansando y trabajando con el ordenador. Investigue más opciones de cruzar el Atlántico para maximizar mis posibilidades, pude mandar cerca de 1500 emails.

Siempre es alentador estar con amigos, y el día antes de salir de Sao Paulo reflexioné mas de lo habitual escribiendo mi diario. Recordé como era mi mentalidad al principio del viaje y como es ahora. Inicie la aventura con la convicción de que seria capaz de mantenerme económicamente, que lograría algún trabajo con determinadas revistas deportivas o de viaje, y conseguir un modesto patrocinio, pero después de dos años viajando no he logrado nada de eso. Parece que ahora solo pienso en buscar la manera de mantener con vida el viaje, el proyecto, el sueño…y eso me esta llevando a un camino de felicidad que no pesé que existiera. Lo inevitable a ocurrido, el viaje me ha cambiado cuando siempre me decía que nunca dejaría de ser yo, esta aventura pule tus virtudes y lima los defectos. No estoy seguro si le estoy dando un nuevo enfoque al viaje, o ha sido el viaje el que ha cambiado definitivamente mi enfoque de la realidad. Es de locos pensar que seré capaz de cruzar el Océano Atlántico, terminar la aventura recorriendo África de Sur a Norte en bicicleta, sólo, sin asistencia y sin dinero, pero la verdad es que me siento capaz.

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(En Sao Paulo con André y Karla)

Nuevamente volví a despedirme en el viaje de André y Karla. Completé cuatro jornadas de pedaleo nuevamente gracias a la hospitalidad brasileña, encontrando todos los días desayuno, comida y cena a cambio de una sonrisa. Un ejemplo perfecto fue la última noche antes de llegar a Río de Janeiro mientras buscaba donde acampar en la ciudad de Seropédica, donde finalmente me invitando a dormir en un hostel, a cenar y por la mañana después del desayuno, me fui con una bolsa con tres bocadillos que tenia que agarrarlos con las dos manos para poder comérmelos. Sencillamente adorable el trato que me brindaron los brasileños en todo momento.

Entrar en la ciudad de la samba fue complicado por el trafico, como cualquier otra ciudad, hasta que llegué al centro y me incorporé al carril bici para llegar al barrio de Botafogo, donde El Hostel Misti brinda cinco noches gratis a cualquier cicloviajero que llame a sus puertas, nuevamente el empujón que necesitaba. Además me estaba esperando mi nueva tarjeta de debito que había llegado por correo desde España. Después de dos meses recibiendo donaciones a través de mi web, de la venta de varias fotografías a revistas y de un par de entrevistas que conseguí sacar adelante, tenia acumulados 100€, toda una fortuna para mi.

Había completado mi ruta por el continente americano, uniendo en bicicleta Vancouver con Rio de Janeiro, pedaleando 30.000 kilómetros por 17 países de las 3 Américas y esos cinco días en el hostel me los iba a tomar únicamente para disfrutar de la ciudad.

Conocí a Octavio, un murciano que también pedaleaba por Brasil, a Sara y Hodei, pamplonicas de vacaciones, a Vicky viajera argentina, hice amistad con María y Hugo, trabajadores del hostel, y básicamente me relacioné con cualquier persona que se me cruzaba…alemanes, británicos, israelíes, italianos, brasileños, argentinos, franceses, portugueses, españoles…fueron días en los que no se me despego la sonrisa de la cara. Conocí las playas de Copacabana e Ipanema, fui a una fiesta Funky, escalé hasta el Cristo Redentor haciendo un trekking a través de la selva, salí a bailar, beber cerveza y caipiriñas, conocí los alrededores del histórico estadio del Maracaná, vi el atardecer de la montaña Pan de Azúcar…no paré quieto ni un día. Hasta que volví a la realidad del viaje, me mude a la casa de Polyanna, una ciclista de warmshower que me ofreció su casa para hospedarme y seguir buscando la forma de llegar a África.

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(Río de Janeiro)

Pase muchos días pateándome los amarres privados en busca de un velero que fuera a cruzar el Océano, pregunté en los puertos de ferris y en las compañías de cargueros. El 99% de las veces ni me recibían dejando solo al 1% que me decían directamente que no podían ayudarme. Quemé el cartucho de contactar con todas las aerolíneas y agencias de viajes. Hubo un momento en el que muy seriamente me plantee cruzar el charco a remo.

Tenia que volver a Santos, era el único sitio en el que verdaderamente tenía alguna oportunidad. Me despedía de todas las nuevas amistades y en especial de Sara, hicimos muy buena amistad en poco tiempo y me estuvo apoyando en todo momento. Me regaló un collar de África y planeamos coincidir en Kenia, cuando ella vuelva a visitar a la niña que desde hace años tiene en adopción.

Mi vuelta a Santos la hice por la costa, y de camino hice una vital parada en Ilhabela para conocer por fin a Álvaro Neil. Llevaba mucho tiempo viviendo numerosas experiencias con este viajero pero nunca nos habíamos conocido en persona, y esta es la historia:

Después del suceso que viví en Pakistán, recibí muchas críticas a través de las redes sociales. Una de las personas que más dio la cara por mí y que más me apoyo fue Álvaro Neil.

Álvaro de origen asturiano, o más conocido como Biciclown, salió de casa en 2004 para hacer realidad su proyecto MOSAW (Miles of Smiles Around the World, millones de sonrisas alrededor del mundo), dando espectáculos gratuitos de Clown para las personas mas humildes.

Cuando llegué a Guadalajara, México, conocí a Lorenzo Rojo y Salva Rodríguez, dos viajeros españoles que me pusieron al tanto de la ubicación de Álvaro…estábamos en le mismo continente. En la casa ciclista de Tumbaco, Ecuador, Santiago me dijo: “¿Eres español? Pues hace nada paso por aquí Biciclown”. Lo mismo me dijo Lucho en la casa ciclista de Trujillo, Perú, y después Giovanni en Juliaca, cada vez estaba más cerca. Pensé que lo encontraría en la Patagonia argentina, pero él al llegar a Ushuaia tuvo que volar hasta Buenos Aires para salvarse del invierno patagónico, volvía a estar delante mío. En Foz de Iguazú, Brasil, fui a firmar en el libro de visitas de la casa ciclista ¿Y quien fue el último en firmar? Exacto! Biciclown, lo tenía a 3 semanas de pedales. No lo alcance en Sao Paulo ni tampoco en Río de Janeiro, pero por suerte se detuvo en Ilhabela para alquilar una casa donde escribir su sexto libro. En Río de Janeiro llevé una búsqueda fallida de un barco que me pudiera llevar hasta África, así que me desplace hasta Santos y de camino visite Ilhabela, para por fin conocer a Álvaro Neil, que después de 11 años viajando por el mundo en bicicleta, fui la primera persona que recibía como Warmshower.

Tenía claro que el encuentro iba a suceder pero la incógnita siempre fue donde sería. La espera mereció la pena, ya que conocer a esta genuina persona ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de todo el viaje.

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(Biciclown y Colorado On The Road en Ilhabela)

Compartimos mucho durante esos dos días y hablamos durante horas. Me dijo una frase que me ayudó a liberarme de la frustración de como finalmente cruzaría el charco: “Colorado que es más importante para ti ¿Llegar a África? o ¿Cómo llegar a África?”

Estaba claro que no estaba obteniendo los resultados que esperaba, y que muy probablemente mi única salida para mantener el proyecto con vida, sería hacer un Crowdfunding para costearme el billete de avión.

Llegué a Santos con una mentalidad diferente a la que tenía la primera vez que pise la ciudad. Contacté con Rafael, un compañero ciclista que me ofreció una casa que tenía en reformas, para que estuviera allí todo el tiempo que necesitara. Estaba vacía y no había electricidad, pero era un palacete para mí.

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(Mi hogar en Santos)

La primera mañana fui directo a reunirme con MSC y continuaron sin decirme nada claro. Siempre hay que conseguir llegar hasta la persona con el poder de firmar ese papel que te autorice a subir abordo, y por lo que había averiguado esa persona dentro de la empresa era además un cicloviajero. No hubiera depositado tantas esperanzas en esta colaboración, de no conocer perfectamente como funciona la comunidad ciclista y lo leal que es. Pero al ver que ni siquiera quiso reunirse conmigo, comprendí que esa persona no había pedaleado ni 2 kilómetros para ir a comprar el pan, ya que un ciclista hubiera preferido partirse las piernas antes que dejar tirado a un compañero.

Era momento de reconocer mi fracaso. En el ultimo mes y medio había buscando la forma de cruzar el Atlántico sin gastar dinero, hablando con todas las compañías de ferris, empresas de cargueros y puertos privados de veleros, ofreciéndome a trabajar gratis en todos los navíos a cambio del pasaje. Me había pateado todo Río de janeiro y Santos hablando con las compañías y agencias de viajes, reuniéndome con empresas de cargueros y llendo al puerto esperando un velero que fuera a cruzar el océano, pero nada. La opción más viable siempre fue la del carguero y conseguí reunirme con las dos únicas empresas que hacen el trayecto Santos – Cape Town. Me asesoré con un amigo abogado de cómo solucionar ciertos tramites legales, pero la respuesta que recibí fue clara: No te queremos ayudar. No con esas palabras pero ese fue el mensaje. Finalmente me tocó aceptar mi derrota y puesto que todas las aerolíneas, las que se dignaron a contestarme, me comunicaron que solo patrocinan a grandes marcas y no a proyectos independientes, solo me quedó la opción Z, hacer un Crowdfunding. La respuesta de los followers fue, como siempre, leal y firme. Pronto tuve el dinero para el billete de avión.

Mi ultimo fin de semana en Santos pude echarle una mano a Rafael. Desde hace unos años organiza una carrera de mountainbike para 400 bikers en Jarinu. Así que le seguí encantado para ayudarle en todo lo que precisara. El día de la competición llevé a Bucéfalo totalmente equipado para que conocieran una bicicleta que llevaba mas de media vuelta al mundo y que estaba apunto de irse a pedalear por África. A todos les encantó la sorpresa.

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(En la carrera de Mountainbike de Jarinu)

A la vuelta ya tenía fecha para el vuelo, la madrugada del 6 de Diciembre. Me desplace hasta Sao Paulo y me recibió esta vez una amiga del colegio. Con todo organizado pedalee hasta el aeropuerto internacional y tuve mi ultimo susto en la carretera. A escasos 100 metros delante mío hubo un accidente en el que se vieron implicados dos coches y un camión, volví a besar el santo.

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(Día del aeropuerto)

Primero volé hasta Etiopía y de ahí hasta Ciudad del Cabo, en total 26 horas de aviones y escalas. Por fortuna me recibió en el aeropuerto John, un ciclista sudafricano que me abrió las puertas de su casa. No hay tiempo para relajarse, aun hay mucho por hacer y mucho que organizar, por suerte el Crowdfunding dio tan buen resultado que podré comprar nuevos neumáticos, reemplazar material deteriorado, renovar un par de vacunas y hasta comprar unas botas nuevas.

Tengo muy claro que da igual los continentes que haya atravesado, los kilómetros que haya pedaleado o los problemas que haya superado. Desde el momento que he puesto un pie en África, soy un novato más.

“Todos nacemos con dos vidas, y la segunda empieza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una.”

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Uruguay

Etapas:

27/07/2015 Buenos Aires – Carmelo (Entrada en Uruguay) (43 Km).

28/07/2015 Carmelo – Colonia del Sacramento (86 Km).

29/07/2015 Colonia del Sacramento – Nueva Helvecia (73 Km).

30/07/2015 Nueva Helvecia – Ecilda Paullier (20 Km).

31/07/2015 Ecilda Paullier – Canelones (92 Km).

01/08/2015 Descanso en Canelones.

02/08/2015 Descanso en Canelones.

03/08/2015 Canelones – Montevideo (61 Km).

04/08/2015 Descanso en Montevideo.

05/08/2015 Descanso en Montevideo.

06/08/2015 Descanso en Montevideo.

07/08/2015 Descanso en Montevideo.

08/08/2015 Descanso en Montevideo.

09/08/2015 Descanso en Montevideo (57 Km).

10/08/2015 Montevideo – Las Flores (94 Km).

11/08/2015 Las Flores – San Carlos (83 Km).

12/08/2015 Descanso en San Carlos (10 Km).

13/08/2015 San Carlos – Rocha (71 Km).

14/08/2015 Rocha – Castillos (61 Km).

15/08/2015 Castillos – Barra do Chuí (Entrada en Brasil) (95 Km).

Uruguay

Después de hacer tierra en el puerto de Carmelo, todos los pasajeros esperamos a pasar el control de aduanas y yo me puse en último lugar con Bucéfalo.

Por primera vez había alguien que me estaba esperando para recibirme, un follower uruguayo con quien mantenía el contacto desde que estaba por Perú. En Buenos Aires ya coordinamos nuestro encuentro y decidió venirse pedaleando 220 kilómetros desde Canelones, su ciudad natal, hasta el puerto para darme la bienvenida a su país. Antes de pasar el control de aduanas José Fernando Pou se abalanzo para abrazarme y entregarme una bandera de su querido Uruguay. El policía aduanero se sumo a la bienvenida sellándome el pasaporte con una sonrisa de oreja a oreja.

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(José Pou recibiendo a Colorado On The Road en el puerto de Carmelo)

En ese momento viajaba con un exceso de peso por el tremendo cansancio acumulado y el sueño atrasado. Ya era de noche y Pou me guió a un Hostel que pago hospitalariamente, feliz de que por fin nos conociéramos. Coincidimos en nuestra habitación con un viajero alemán, Dennes, quien se unió a un viajecito rápido al supermercado para comprar algo de cena y una cervecita de la victoria. A pesar del buen ambiente mis parpados no duraron mucho abiertos y me fui al sobre antes de que marcaran las 22:00 pm.

Por la mañana me sentía algo mas descansado, pero mis baterías estaban lejos de estar al 100%. Después de meterme entre pecho y espalda un desayuno equiparable al de un elefante, nos pusimos en marcha para hacer una entrevista en Radio Carmelo.

José Pou estaba profundamente motivado a dar presencia al cicloviaje en Uruguay, y ya llevaba mas de 3000 kilómetros rodados en su tierra. A través de la difusión mediática juntos lucharíamos por tan positiva iniciativa.

La entrevista en directo duró a penas una hora, y sin perder tiempo nos pusimos en marcha para recortar distancias hasta Canelones. Pronto me di cuenta del impresionante ritmo de este atleta de 40 años, al que prácticamente le saco una cabeza de estatura y que viaja sin una alforja en la bicicleta, todo su equipaje lo lleva en un remolque que arrastra como si estuviera hecho de papel. En vez de un corazón parecía que tenia un motor de 12 válvulas.

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(José Pou y Colorado On The Road pedaleando por Uruguay)

La carretera atravesaba un mar de colinas sin una sola recta en todo el trayecto. Mi ritmo era lento pero constante, pero el eléctrico Pou me adelantaba para sacarme fotografías en movimiento, lo rebasaba cuando paraba pero enseguida volvía a sobrepasarme para realizar nuevas fotografías. Viajaba con un atento anfitrión que además se convirtió en mi fotógrafo personal, dejando unas imágenes que para mi son imposibles de realizar con el temporizador de mi cámara.

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(Fotografía de José Pou)

En la primera parada de descanso nos tiramos a reposar las piernas en el césped de una gasolinera. Teníamos el viento a favor pero el cansancio acumulado y las constantes colinas me estaban destrozando. Parecía que la juventud se estaba evaporando de mi cuerpo. Entonces vimos a lo lejos a una solitaria ciclista escalando una colina, portaba ligero equipaje y el viento le venia de cara. Nos vio y se acerco para charlar.

Noelia, una joven uruguaya de 21 años que viajaba sola desde Montevideo hasta el pueblo de sus padres. Se sentó a mi lado anonadada con la experiencia que estaba viviendo desde hacia casi dos años, ilusionada de conocer a un aventurero. Mi rostro reflejaba fatiga mientras que el suyo brillaba con el sol. Me fue imposible no abrirla la puerta de mis frustraciones, de cómo este viaje me estaba aplastando emocionalmente en ese momento. No todo es alegría y felicidad, rodar en la carretera al ritmo del Reggae y cantar el Cumbayá. Es raro que pase, pero cuando te vienes abajo es un regalo del cielo tener a alguien que te escuche. La cercanía con mi madre y mis tres hermanas, siempre me ha hecho sentir seguridad a la hora de abrirme como un libro y volver visibles mis inquietudes a una mujer. Noelia me dio el rayo de luz que necesitaba.

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(Noelia y Colorado On The Road)

Después de despedirnos y con la promesa de reencontrarnos en Montevideo, seguimos pedaleando cada uno con la mirada fija en su meta. Me sentía mucho mejor y eso se notó en mi forma de pedalear y bromear con José Pou. Llegamos a buen ritmo hasta Colonia del Sacramento donde Pou había conseguido una noche gratis en un hostel del centro. Compramos una buena cena, cocine para los dos y después de estar bien alimentados disfrutamos de la compañia de otros viajeros.

Por la mañana, después de haber dormido casi 12 revitalizantes horas, hicimos una nota de prensa para la televisión y nos pusimos en marcha. Al final de la jornada llegamos a Nueva Helvecia, donde nos hospedó un amigo de Pou al que todos conocen como “El Comba”. Un personaje que nos deleito con un buen asado y unas conversaciones que nos arrancaron mas de una carcajada. Hasta el momento mi viaje por Uruguay tuvo un inmejorable comienzo, pero el desarrollo de cada día lo estaba volviendo perfecto.

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(El Comba)

Al amanecer el cielo nos despertó con lluvia, pero aun así decidimos avanzar. A unos escasos 20 kilómetros de etapa nos vimos obligados a parar en una estación de servicio. La lluvia no cesaba y la visibilidad en la carretera era preocupante. El propietario de la gasolinera nos invito a pasar la noche en la zona techada del garaje, al cobijo de la tormenta. Cuando una persona ayuda a un viajero, hay veces que se embala cuando la puerta de la hospitalidad se queda abierta. Esto lo he vivido muchísimas veces y esta fue una de esas situaciones.

El señor empezó con la invitación a dormir en el garaje, luego nos trajo unas sillas para que estuviéramos mas cómodos hasta que llegara la noche, después vino la contraseña del wifi seguida de una merienda. La faena la remato con una cena que te hace bailar los jugos gástricos antes de dar el primer bocado, acompañada de una cervezaza para pasar el chorizo. Al amanecer una taza de café tan grande que puedes nadar en ella seguida de unos dulces, y un tierno abrazo de despedida que le calienta a uno el corazón. Jamás he estado tan agradecido de que lloviera.

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(Durmiendo en el garaje de la vía de servicio)

La tormenta nos dio una tregua y pedaleamos los 92 kilómetros que nos separaban de Canelones. A la llegada hicimos una nota en el programa de televisión “El Surtidor” que llamó mucho la atención a los canarios. Ya en la casa familiar de José Pou, su padre nos preparó un asado de bienvenida, y en la sobremesa me cuenta las proezas de los uruguayos. El histórico partido del Maracaná en el que Uruguay ganó la final del Mundial de futbol en 1950 o más conocido como el Maracanazo, y me mostró el autógrafo del autor del gol de la victoria Alcides Edgardo Ghiggia. Me habló de la famosa historia del accidente aéreo en Los Andes en el que un equipo de rugby uruguayo junto a familia y amigos llevaron acabo una de las mas extremas historias de supervivencia, y como cada año de un país de 3 millones de habitantes salen jugadores de futbol de categoría mundial.

La verdad es que ya había escuchado hablar de todo esto, pero jamás con la pasión con la que lo narra un uruguayo. Le hace a uno pensar ¿Qué tendrán los uruguayos para ser tan guerreros? El misterio sigue abierto.

El sábado lo pasamos visitando el mercadillo por la mañana, y tomando mates por la tarde en el monumento a la bandera junto a otros ciclistas. El domingo aproveché para repartir postales y recaudar algo de fondos para continuar el viaje, la respuesta fue cálida y cercana.

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(Paseando por el mercadillo el Sábado y repartiendo postales en el Monumento a la Bandera de Canelones el Domingo)

El lunes pedalee hasta Montevideo con José Pou, donde nos estaba esperando Noelia para recibirnos en casa de sus tíos. Pase una semana tranquila en la capital en la que hubo tiempo para todo. Trabajar con el ordenador, salir a caminar por la ciudad, despedirme de Dennes el viajero alemán que conocí en Carmelo, un par de salidas nocturnas con las amigas de Noelia y rematé la visita pedaleando con Masa Critica por todo Montevideo.

Seguir adelante en el viaje suponía volver a mi rutinaria vida de nómada, y esta vez se me juntarían muchas despedidas. En poco tiempo había creado un fuerte lazo de amistad con José Pou, Noelia y Dennes, pero la vida del viajero es así. Siempre es mejor no pensarlo en el momento, ser alegre y agradecido con el destino que unió los caminos y avanzar mirando hacia delante.

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(Dennes, José Pou, Colorado On The Road y Noelia en Montevideo)

Salí de Montevideo pedaleando por la costa y la primera noche acampé frente al mar. El sol no brillaba al amanecer, la lluvia y el viento hicieron que cambiara de estrategia y me alejara de la costa buscando mejores condiciones para pedalear. Con la noche ya encima y la tormenta acercándose, instalé mi campamento a un lado de la carretera a las afueras de San Carlos. Cuando ya estaba dentro de la tienda de campaña empezó a llover y ya no paró.

Llovía, llovía y llovía hasta que se hizo de día y aun seguía lloviendo. Por la mañana espere despierto cuatro horas a que el tiempo me diera un respiro, aunque solo fuera para recoger la tienda de campaña, pero nada.

Al final levante el campamento mientras todo se mojaba. No estaba siendo un buen comienzo, así que decidí cederle la batalla al clima y retroceder hasta San Carlos donde busqué la estación de bomberos para que me hospedaran una noche. Tras una ducha caliente, una buena comida y la ropa secándose, me senté a descansar hasta el día siguiente.

Por la mañana todo estaba más calmado, aunque los accesos a la ciudad estaban inundados. El primer tramo de carretera que atravesé estaba totalmente cubierto por el agua, pero fue fácil salir y continuar la marcha. Había ganas de avanzar.

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(Colorado On The Road con los bomberos de San Carlos)

Llegué a Rocha a muy buena hora de la tarde. Bruno y su pareja Yeyo, uno de mis primeros followers de mi canal de YouTube, me estaban esperando para recibirme. Me invitaron a su casa donde preparamos un asado para cenar, tomamos una cerveza mientras hablaba del viaje y contaba historias, aunque la verdad es que se las sabían todas. Por la mañana me llenaron las alforjas de bocadillos y fruta para todo el día, y continué restando distancia hasta la frontera con Brasil.

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(En casa de Bruno y Yeyo)

Apenas duro una hora el buen tiempo hasta que empezó a llover a mares, no estaba teniendo ni un día de tregua. Constantemente estas atravesando colinas y nunca vas en plano, o estas subiendo o bajando. Llueve y hace frio, la bicicleta pesa mucho más porque todo esta empapado y el viento te acaba dando la ultima alegría. En esos momentos uno intenta visualizar como sería el día perfecto para viajar, que condiciones se darían y cuando se darían todas a la vez. Es absurdo esperar a que se de un día así, porque cuando estas viviendo un sueño tan grande, todos los días son perfectos para pedalear. Esta es una de las razones por las que siempre he sido capaz de enfrentarme a tantas situaciones difíciles.

A la tarde siguiente alcancé la frontera con Brasil en el paso de Chuy. Ya solo me quedaba un país para completar todo mi recorrido por el continente americano. Me despedía de hablar español y era hora de ver como me las arreglaría con el portugués. Después de un año de viaje por Latinoamérica ya era momento de cambiar de aires. Mucho he pedaleado desde Vancouver y pronto tendría que solucionar una difícil situación, cómo cruzar el Océano Atlántico para llegar a África. Es difícil saber la respuesta cuando apenas llevas dinero para comer, aunque la opción de viajar en barco parece la más esperanzadora. Pase lo que pase, de una forma o de otra, siempre hay que seguir hacia delante y jamás dejar de luchar!

“Pregúntate si lo que estás haciendo hoy,

te acerca al lugar en el que quieres estar mañana”

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Perú

Etapas

06/02/2015 Tumbes – Zorritos (35 Km).

07/02/2015 Descanso en Zorritos.

08/02/2015 Descanso en Zorritos.

09/02/2015 Descanso en Zorritos.

10/02/2015 Descanso en Zorritos.

11/02/2015 Zorritos – El Alto (97 Km).

12/02/2015 El Alto – Sullana (118 Km).

13/02/2015 Sullana – Km 912 de la 1N (119 Km).

14/02/2015 Km 912 de la 1N – Mórrope (94 Km).

15/02/2015 Mórrope – Pacanguilla (91 Km).

16/02/2015 Pacanguilla – Paiján (104 Km).

17/02/2015 Paiján – Trujillo (52 Km).

18/02/2015 Descanso en Trujillo.

19/02/2015 Descanso en Trujillo.

20/02/2015 Descanso en Trujillo.

21/02/2015 Trujillo – Santa (121 Km).

22/02/2015 Santa – Km 347 de la 1N (105 Km).

23/02/2015 Km 347 de la 1N – Huarmey (61 Km).

24/02/2015 Huarmey – Km 250 de la 1N (47 Km).

25/02/2015 Km 250 de la 1N – Huancho (104 Km).

26/02/2015 Huancho – Chacra y Mar (80 Km).

27/02/2015 Chacra y Mar – Lima (82 Km).

28/02/2015 Descanso en Lima.

01/03/2015 Descanso en Lima.

02/03/2015 Descanso en Lima.

03/03/2015 Descanso en Lima.

04/03/2015 Descanso en Lima.

05/03/2015 Descanso en Lima.

06/03/2015 Lima – Trébol (158 Km).

07/03/2015 Trébol – Paracas (85 Km).

08/03/2015 Paracas – Santiago (96 Km).

09/03/2015 Santiago – El Ingenio (88 Km).

10/03/2015 El Ingenio – Nazca (39 Km).

11/03/2015 Nazca – Villatambo (40 Km).

12/03/2015 Villatambo – Puquio (100 Km).

13/03/2015 Puquio – Km 190 (34 Km).

14/03/2015 Km 190 – Negro Mayo (41 Km).

15/03/2015 Negro Mayo – Promesa (80 Km).

16/03/2015 Promesa – Santa Rosa (80 Km).

17/03/2015 Santa Rosa – Abancay (50 Km).

18/03/2015 Abancay – Cuzco (Remolcado) (200 Km).

19/03/2015 Descanso en Cuzco.

20/03/2015 Descanso en Cuzco.

21/03/2015 Descanso en Cuzco.

22/03/2015 Descanso en Cuzco.

23/03/2015 Descanso en Cuzco.

24/03/2015 Ruta mochilero hasta Aguas Calientes.

25/03/2015 Visita al Santuario Histórico de Machu Picchu.

26/03/2015 Descanso en Cuzco.

27/03/2015 Cuzco – Cusipata (85 Km).

28/03/2015 Cusipata – Marangani (89 Km).

29/03/2015 Marangani – Pukara (117 Km).

30/03/2015 Pukara – Juliaca (67 Km).

31/03/2015 Descanso en Juliaca.

01/04/2015 Juliaca – Ilave (102 Km).

02/04/2015 Ilave – Copacabana (Entrada en Bolivia) (91 Km).

Perú

Mis últimos metros en Ecuador me llevaron hasta el puente de la Paz y con ello a la entrada fronteriza peruana. Perú pasa a ser el país 29º de esta gran aventura, y me iba a deparar varias de las experiencias mas duras que he vivido desde que me subí en la bicicleta en España.

Mi primera noche acampé en Tumbes, pendiente de una llamada que llevaba semanas esperando a realizar. Con la salida del sol fui a una cabina telefónica, marque un numero peruano y en cuanto contestaron salió de mi boca: Que pasa Nachooo!!!

Desde varias semanas atrás estábamos cuadrando esta reunión, mi camino hacia el Sur me llevó a reunirme con un viajero español que iba al Norte, Nacho Dean. Ambos coincidíamos en un mismo objetivo, dar la vuelta al mundo, pero Nacho la estaba llevando a cabo andando y llevaba ya mas de 25.000 km.

Pedalee 35 kilómetros hasta Zorritos donde quedamos en reunirnos. Después de un fuerte abrazo almorzamos y decidimos acampar en el Hostel Ecológico de unos españoles, Grillo Tres Puntas. En ningún momento pudimos dejar de contar todas nuestras experiencias hasta el momento, fue como hablar con un espejo en el que ambos nos veíamos reflejados.

Por la mañana Nacho debía continuar hacia Ecuador y yo me quedaría unos días mas, aceptando la invitación de Ana y León, los propietarios del Hostel, de quedarme ha descansar sin coste alguno. En poco tiempo Nacho y yo construimos una amistad que normalmente tardaría meses en crearse. Con un gran abrazo nos despedimos y le acompañe hasta la puerta para darle el último adiós.

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(Nacho Dean & Colorado On The Road) 

Durante varios días pude descansar y trabajar con el ordenador. Cada mañana me despertaba en la playa y empezaba el día con un baño en el mar. Comencé a trabajar en un proyecto que me propuso la Editorial Santillana y di rienda suelta a mi creatividad. Cada tarde me relajaba con el sonido de las olas, contemplando la puesta de sol mientras me calentaba con una pequeña hoguera y dormía con un sueño ininterrumpido.

Durante mis días en la playa de Zorritos hice buenas migas con otro español, Marc. Un joven catalán que después de trabajar durante año y medio en Lima, decidió dejarlo todo para viajar por Latinoamérica. Por lo general suelo hacer mis paradas de descanso durante el tiempo suficiente para reponer fuerzas y conocer el lugar, pero no lo suficientemente larga como para echar raíces y que la despedida sea mas dura de lo necesario. Esta vez me salte mi norma.

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 (Primeras etapas en Perú)

Pasada una semana deje atrás Zorritos y continué mi marcha sin un céntimo en el bolsillo, podría haberme esperado a recibir un dinero que tenia pendiente de cobro por un artículo que escribí, pero el cuerpo me pedía volver a la carretera. El primer día me alimente con 4 plátanos y 2 magdalenas. Conseguí llegar al pueblo de El Alto tras pasar mi primer choque con el viento del desierto peruano. Instalé mi tienda de campaña en una gasolinera y la dependienta me pregunto que si había cenado, antes de terminar de contestar ya me estaba sacando un plato de pescado con arroz. Ya había asumido que dormiría con el estomago vacío.

Continuando mi camino hacia Trujillo, sobreviví con unas bolsas de patatas fritas que me encontré en la carretera junto a 8 latas de leche evaporada. En un restaurante fui a preguntar si me podían llenar las botellas con agua del grifo y me acabaron ofreciendo un almuerzo. En la carretera pasé junto a un camión volcado lleno de cebollas, tampoco desaproveché la oportunidad y llene mis alforjas con 5 de ellas. En un peaje paré para ir al baño y el guarda me ofreció nuevamente comida mientras me decía: Estas muy delgado hijo!! Al final del día llegué a Sullana, donde acampe y pude sacar el dinero que ya había recibido. Fue una suerte ya que debía cruzar el desierto de Sechura, y tener algo de dinero me ayudo a hacerlo con los vivieres necesarios.

Después de atravesar la ciudad de Piura me dispuse a adentrarme en el desierto. Mientras abandonaba la ciudad una señora que vendía refrescos a los vehículos, me detuvo para avisarme de que un mototaxi me estaba siguiendo. Te van a asaltar me decía, en cuanto te adentres en el desierto te estarán esperando. Llegué a las casetas del peaje y fui a un policía a decirle lo que me había sucedido. En 5 minutos tenia un coche de policía para escoltarme los primeros 20 kilómetros.

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(Entrando en el desierto de Sechura escoltado por la policía)

Finalizada la escolta me adentre en solitario en la planicie desértica inundada por las dunas. El día fue largo y el viento lo prolongó mas de lo necesario. Luchando a contracorriente conseguí llegar a un pequeño restaurante en mitad de la nada, donde me dejaron dormir en el suelo. Aún tenia 94 kilómetros a través del desierto para llegar al Distrito de Mórrope, y mi mayor enemigo fue nuevamente el viento. Después de 10 horas de batalla y concluyendo el día con una pletórica cena, escribí en mi diario:

Cuando el sol seca tu piel,

la sed pega tus labios,

y el viento te empuja hacia atrás.

Solo tu corazón te mantiene pie,

para luchar hacia delante.

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 (Atravesando el desierto de Sechura)

Durante dos etapas mas añadí un nuevo enemigo en el frente, los mosquitos. Cada noche devoraban el repelente y a mínimo que entrara y saliera de mi tienda de campaña, ellos estaban esperando para invadirla. A pesar de lo mucho que hablo de los obstáculos del camino, disfruté de cada instante porque sabia que al final tendría mi victoria, y no hay nada que sepa mejor que una sufrida victoria.

Mi ultima noche antes de llegar a Trujillo dormí junto a una comisaría de policía, bien protegido y cuidado. Por la mañana se despidieron de mi haciéndome un original regalo, una sandia de 5 kilos. Habilite el trasportín para poder portarla y llegué a la casa ciclista de Trujillo, una de las mas importantes de todo Latinoamérica, donde Lucho me recibió y me otorgó una inmejorable cama. Antes de la necesaria ducha, tenia más necesidad de terminar la historia de la sandia, compartiéndola con todos los cicloviajeros que había en la casa. Era una buena sandia, con un delicioso sabor y escondía un toque especial… el sabor de la sufrida victoria.

Pasé mis días en Trujillo junto a Luis Carlos, un ciclista colombiano, y tres ciclistas franceses. Aprovecho el tiempo trabajando con el ordenador y logro finalizar el proyecto para la Editorial Santillana en el que edité un video motivacional para sus vendedores. Las tardes pasaron tranquilas junto a Lucho, su mujer Araceli y sus hijos, el hiperactivo Lance y su encantadora hija Ángela.

Luis Carlos y yo hicimos muy buena amistad, se acostumbro a que en vez de llamarle por su nombre le llamara Colombia, y el me llamaba a mi España. Todas las mañanas íbamos a desayunar juntos al mismo puesto de bocatas donde llenábamos el buche por solo un dólar, y por la noche cenábamos un menú en el mercado y volvíamos a casa rodando. Si algo puedo decir de la comida peruana, es que es buena, abundante y barata. El ultimo día mientras ayudábamos a Lucho a hacer la mudanza de su casa, Colombia y yo decidimos compartir pedaladas hasta Lima.

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 (Casa ciclista de Trujillo)

A la mañana siguiente nos pusimos en marcha, Colombia tiene muy buena pierna para la bicicleta y avanzamos 121 kilómetros bastante tranquilos. Acampamos y cenamos unos espaguetis antes de aniquilar a los mil y un mosquitos que se metieron en nuestras tiendas de campaña. La segunda jornada fue mucho mas intensa, luchando contra las tormentas de arena y pedaleando las eternas colinas. Agotados dejamos de pedalear en el kilometro 347 de la 1N, donde encontramos un restaurante cerrado y dormimos al raso en sus puertas.

Con la luz del sol nos despertó una amable voz, era Don Clemente el propietario del restaurante. Pasar amigos, por favor poneros cómodos nos dijo. Nos invito a un desayuno que nos devolvió a la vida mientras nos enseñaba un libro de visitas de todos los viajeros que pasaron por su local, y a los cuales había ayudado. Fue un honor firmar y formar parte de el. Al despedirnos remato la faena dándonos a cada uno 20 soles (moneda peruana, 3 soles = 1 dólares) para que comiéramos el resto del día. Son momentos en los que sé, que lo mejor de este viaje son las personas que conozco por el camino y sus apasionantes historias.

Despidiéndonos de la generosidad de Don Clemente comenzamos la tercera etapa en nuestra travesía hasta Lima. Colombia gozaba de una formidable condición física y sobretodo la indestructible motivación del que inicia un nuevo viaje. Yo en cambio sentía las piernas mas cansadas por las miles de pedaladas acumuladas. Nuevamente el desierto nos machacó y en Huarmey mis baterías se acabaron, apenas eran las 16:00 pm pero mi cuerpo dijo basta. Pasamos la noche en la iglesia del pueblo y pude reponer algo de fuerzas.

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(Colorado On The Road pedaleando junto a Luis Carlos, Colombia)

Me desperté con buenas vibraciones y entre bromas le decía a Colombia: Hoy lo damos todo en el desierto!!! Pero el desierto siempre tiene la última palabra. Avanzamos lo que el desierto nos deja avanzar, y probablemente ese fue uno de los días mas duros que pase pedaleando en Perú.

En cuanto dejamos atrás Huarmey, el viento nos dio los buenos días. La arena se levantaba y nos golpeaba todo el cuerpo, en mas de una ocasión solo podíamos andar empujando las bicicletas luchando por no ser derribados. En una parada de descanso junto a unas rocas que nos protegían parcialmente de las sacudidas de la arena, le dije a Colombia mientras bebíamos agua: Si algún día me caso estas invitado a mi boda hermano, y si alguien te pregunta de que me conoces, debes decir que nos conocimos cuando atravesamos juntos el infierno!!!

Fueron palabras que nos hicieron reír y bromear, mientras olvidábamos momentáneamente la batalla que estábamos librando y que pronto nos tocaría retomar. Terminamos llegando a un pequeño restaurante en mitad de la nada, donde pudimos cenar algo y recuperar la sonrisa. Colombia agotado se durmió sobre sus brazos apoyándolos en la mesa. Fue un alivio saber que era humano y que también se cansaba, porque hasta el momento había pedaleado como un animal. Pregunte a la propietaria del establecimiento si nos dejaba dormir en el suelo y nos acabo dejando un cobertizo. Vamos Colombia, vámonos a dormir le decía levantándole de la mesa.

A lo largo de toda esa jornada solo habíamos avanzado 47 kilómetros, caímos rendidos en el saco de dormir a las 20:00 pm y no nos movimos en 10 horas. Esa noche solo pude describir la sensación de luchar contra la nada, escribiendo en mi diario: Hoy el viento era tan fuerte que teníamos que pedalear hasta para ir cuesta abajo, en los llanos sentíamos que pedaleábamos cuesta arriba, y avanzar cuesta arriba, era el infierno.

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(Amaneciendo en mitad del desierto)

Para ahorrar dinero Colombia y yo bebíamos agua del grifo, lo cual nos provocaba ciertas incomodidades que hacia que nuestras necesidades matutinas llegaran puntualmente. A las 06:00 am me desperté para ir corriendo al desierto a echar una buena liberación de peso, cuando termine la tapé echándole arena con los pies, y Colombia cogió el relevo. Cuando regreso le pregunte: ¿Has tapado tu caca con arena como si fueras un gato? Si, me contesto.

Nuestras bromas mañaneras parece que también pusieron de buen humor al desierto y nos concedió una tregua. Con buenas energías pedaleamos hasta cumplir dos jornadas de 104 y 80 kilómetros. Colombia siempre iba delante mío y me sacaba buena distancia. Cuando el paraba compraba galletas y refrescos, se echaba a un lado de la carretera y esperaba a que llegara para que descansáramos juntos.

El ultimo día antes de llegar a Lima conocimos a un Veda que nos ofreció dormir bajo el techo de un devoto del Hare Krishna. Era una casa hecha de adobe y barro, sin agua corriente ni electricidad. Nos brindaron un cuarto para nosotros solos y nos enseñaron a usar un baño seco. Básicamente es un retrete que no funciona con agua y que tiene serrín en el fondo, haces tus necesidades, te limpias el trasero con agua y frotándote con la mano y al acabar echas mas serrín sobre tus desechos. Cuando este lleno el serrín con todo lo que viene se entierra y sirve como abono. Colombia estaba muy sorprendido y fue el primero en usarlo, pero nuestra puntual diarrea llamo a los dos a la vez. Mientras esperaba en la puerta oía a Colombia al otro lado decir lo extraño e inusitado que le parecía. A mi realmente me daba igual, en países musulmanes y en la India hice lo mismo solo que sin serrín, y en ese momento solo quería que Colombia terminara rápido.

Más aliviados fuimos con nuestro anfitrión a dar una paseo por la playa y practicar sandboard en las dunas. Después pasamos una buena noche matando mosquitos y madrugamos para por fin coronar Lima.

A 10 kilómetros de llegar a la capital peruana nos separamos, Colombia iba a la casa de una voluntaria de la ONG Techo con la que colaboraba desde hacia años, y yo iba directo a la casa de un español que me estaba esperando para recibirme, Andrés. Nos dimos tremendo abrazo para despedirnos y con la promesa de volver a coincidir. La dureza de las etapas nos habían unido como hermanos, y juntos fuimos mas fuertes.

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(Últimas pedaladas para llegar a Lima)

El trafico de la capital me hizo pasar instantes muy peligrosos y en un momento un camión casi me lleva por delante. El trafico era muy agresivo y no había lugar para una bicicleta. Llegar al centro fue duro he hice una parada para comer un ceviche en un puesto de la calle. La amable señora no me dejo pagar los 5 soles y me invito al almuerzo. Una vez cerca del barrio de Miraflores la situación se calmo y los carriles para bicicletas aparecieron.

Cuando llegué a la casa de Andrés sentí que las puertas del cielo se abrían. Disfruté de una larga ducha, la gloriosa cena, las cervecitas que nos tomamos riendo mientras compartíamos historias, para después envolverme en las suaves sábanas y dormir como un bebe. Me gustaría decir que tuve un agradable despertar, pero el ceviche que me tomé llegando al centro de Lima me produjo una de las mas terribles diarreas de todo el viaje, dejándome fuera de combate durante dos días.

Pasada la tormenta y los continuos viajes al baño, conocí el centro histórico de la ciudad, pasee por sus calles, visité una exposición de fotografías de la India y caminé por el malecón. Luche por crear una nueva relación con una revista peruana y solucionar mis problemas económicos, pero el barco no llego a ningún puerto. Durante una semana me alimente como un legionario devorando la despensa de Andrés, y repuestas las energías era momento de continuar.

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(Despidiéndome de Andrés en Lima)

Tan prolongado descanso dio sus frutos marcándome una etapa de 158 kilómetros, alimentándome solo a base de plátanos. Por el camino me encontré 5 soles y los invertí en unos paquetes de macarrones para completar el segundo día. El sol apretaba fuerte en mi avance hacia Nazca, pero las noches eran frías. Acampando en medio del desierto me dormí destapado y acalorado, el sueño fue tan profundo que no me di cuenta de la bajada de temperatura y me desperté de madrugada temblando de frío. Un error que pagaría muy pronto.

El tercer amanecer decidí poner en la parte trasera de la bicicleta un cartel en el que escribí ¨Sin Plata¨, con la esperanza de que alguien me brindara algo de comida. A media mañana me encontré una llave inglesa y un destornillador entre la arena del desierto, estaban en buen estado, así que los guarde y unos kilómetros mas adelante los cambie por algo de comer en un taller mecánico. Con la panza llena llegue a un peaje, donde mi cartel llamo la atención a los operarios y me regalaron una bolsa de comida, y un encanto de mujer me dio 10 soles. El día parecía que empezaba mal, pero la ayuda de los peruanos se hizo notar. Terminé acampando en una gasolinera de un pequeño pueblo llamado Santiago, cocine los espaguetis que pude comprar con el dinero que me dieron y antes de irme a dormir dos coches interrumpieron en la estación de servicio. Se había producido un robo en un hogar, los ladrones se dieron a la fuga pero los propietarios dispuestos a imponer su propia justicia habían salido a su captura, interceptándolos en la gasolinera donde estaba descansando. Lo único que impidió que se liaran a tiros fue la aparición casi instantánea de un coche de policía, poniendo nuevamente a los delincuentes en fuga.

Me aconsejaron que moviera todo mi campamento a otro lugar por si volvían, pero las fuerzas me abandonaron y la gélida noche anterior venia a cobrarse su factura. Entre temblores entré en mi tienda, me puse el termómetro y pasados unos minutos leí 38,5ºC. En ese momento lo único que me importaba era entrar en mi saco de dormir, tomarme el antibiótico y descansar.

Por la mañana la fiebre cedió terreno y el calor del sol hizo que sintiera de nuevo la fuerza de mis músculos. Cargue el potro de agua, desayune unas galletas y volví a internarme en el desierto. Cuanto mas calor hacia mejor me sentía, la temperatura subió hasta los 43ºC y avance a buen ritmo. Concentrado en mis pensamientos y en la carretera, no me percate de que dos ciclistas que estaban llevando a cabo su entrenamiento se acercaban por mi espalda. No me di cuenta hasta que se pusieron al lado mío y uno de ellos dijo: Colorado on the road!!!

Resulta que era un follower de mi proyecto, y después de compartir unas palabras quedamos en vernos en un restaurante próximo. Fue agradable hacer el descanso con dos compañeros. Me ofrecieron refrescos, comida y dado el descaro de mi cartel de ¨Sin Plata¨, me dieron 20 soles para continuar. Uno de ellos me pregunto que si estaba tan mal porque continuaba, mi respuesta no fue preparada, solo salió de mi: ¨Haga frío o calor, si nieva o llueve, tenga o no dinero, aun con 38,5 ºC de fiebre siempre seguiré adelante. Si paro me rindo, si avanzo sigo luchando, ese es mi concepto¨.

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(Pedaleando por el desierto con 38,5 ºC de fiebre)

Al final del día acampé cerca de Nazca y dormí con tan solo unas décimas, parecía como si el calor hubiera fundido la fiebre, pero aun no estaba al 100%. Antes de llegar a Nazca contemplé dos líneas desde un mirador, Las Manos y El Árbol. El encargado me dejo subir gratis, ahí no sabría diferenciar si por admiración a mi proyecto o por pena.

Nazca es una ciudad plagada de turistas que vienen de todas partes del mundo para sobrevolar las milenarias Líneas de Nazca. No tenia suficiente plata para darme ninguno de los lujos que me ofrecían, así que salí de la ciudad y acampe al inicio de la carretera que me llevarías a escalar las montañas andinas hasta llegar a Cuzco. Aproveche mi ultimo día de aire seco porque en cuanto comenzara el ascenso el clima comenzaría a castigarme de nuevo.

Tanto tiempo pedaleando por el desierto te anima a cambiar de paisaje y conocer algo nuevo, pero sabia que el reto que se me venia encima iba a ser duro. El inicio fue leve, hasta cómodo podría decir, muy poca pendiente y agradable, hasta que empecé a pedalear por la interminable serpiente asfaltada que reptaba por la ladera de Los Andes. Todo un día exprimiendo mis fuerzas para avanzar solo 40 kilómetros a lo largo, pero mas de 2000 metros a lo alto, un buen comienzo. En Villatambo me dispuse a dormir en la fría y húmeda montaña, y hablando con un camionero tuvo el gran gesto de invitarme a una cena calentita. Tenia mi vista puesta en Puquio pero 100 kilómetrazos que me lo iban a poner muy duro, en la cima de la montaña estaba la Pampa, una verde planicie donde las Llamas pastaban, y pasado el alto llegué a la bajada al valle donde la ciudad de Puquio me esperaba.

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(Subiendo Los Andes desde Nazca)

El desgaste del día anterior no me favoreció para escalar de nuevo y salir del valle, pero finalmente ascendí a 4000 msnm, donde me dejaron dormir en el suelo de un restaurante al cobijo de la lluvia y la niebla. No fue una buena noche, el frío me atravesaba el cuerpo pero aun así al salir el sol retome con motivación mi escalada. Las pedaladas eran largas y termine empujando un buen trecho hasta que alcance la Pampa, la auténtica Pampa a 4541 msnm. El oxigeno era escaso y cada poco tenia que parar a descansar para respirar por muy leve que fuera la subida. Las Llamas me ignoraban mientras se alimentaban en rebaños de cientos, pero las Vicuñas eran diferentes, mas desconfiadas siempre soltaban un grito desde la lejanía para advertir a sus amigas de mi presencia.

Estaba totalmente agotado y entumecido por el frío cuando llegue al casi deshabitado pueblo de Negro Mayo. Una tormenta dejó caer aguanieve justo cuando entraba en un restaurante, para comprar algo de comida y pedir si me dejaban un rincón para dormir. Muy amablemente me brindaron un cobertizo con un montón de gruesas mantas, era un millón de veces mejor que estar ahí afuera luchando con mi tienda de campaña contra la tormenta.

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(Pedaleando a 4541 msnm en la Pampa peruana)

A la una de la madrugada me despertó un intenso dolor de cabeza, la altura me estaba dando un aviso, el cual no pude dejar de escuchar hasta que salió el sol y me ofrecieron en la casa un té de hoja de coca. No fue un remedio milagroso, pero me alivio. Tenia claro que no quería pasar otra noche mas en la altura andina, así que decidido me subí a mi potro con las montañas nevadas de escaparate. En teoría decir Pampa se refiere a una planicie, pero esto no es exactamente así. Por muy fácil que parezca subir una colina al nivel del mar, a 4541 msnm es como escalar una montaña. Fue una jornada especialmente exigente y enigmática a la vez. El deseado descenso llegó rozando el ocaso y pude dormir a 3600 msnm, olvidando el desagradable dolor de cabeza.

Los días siguientes me deslice por la carretera que atraviesa el cañón formado por el caudaloso río Pachachaca. Fueron momentos tranquilos en los que el riesgo de desprendimiento no alteró mi calma, ni aun cuando la roca cubría la carretera y tenia que escalar los montículos para llegar al otro lado. La ciudad de Abancay estaba cada vez mas cerca y con ella la promesa de restar distancia hasta Cuzco.

Pero hubo algo que si perturbo mis tranquilos días, y que agitaría mis mas temidos miedos. Pedaleando con total normalidad y enfrascado en mis pensamientos, un bocinazo de un autobús que estaba a punto de rebasarme me despertó de mi parsimonia. Me aparte de su trayectoria arrimándome cuanto pude al borde del asfalto, entonces fue cuando un tranquilo perro negro decidió cruzar la carretera, inconsciente del peligro que se avecinaba. No se inmuto hasta que el conductor volvió a dar un nuevo aviso con la bocina, el canino desorientado empezó a correr hacia delante, yo comencé a frenar y el autobús me rebaso, pero el perro solo corría hacia delante. El pánico me hizo gritar con todas mis fuerzas, ¨¡Apártate!¨, pero el conductor no hizo ni siquiera un amago de frenar ni de girar, simplemente lo paso por encima a escasos metros de mi. Vi como lo destrozo, como se le salían las tripas, escuché el crujido de todos sus huesos rompiéndose y como lo descuartizaba entre las ruedas. Me detuve junto al pobre animal mientras estiraba la única pata que le quedaba en su sitio, retorció el cuello de dolor y murió.

Hacia mucho tiempo que no lloraba, la última vez fue en Washington cuando hablé con mi hermana después de que diera a luz. Pero esta vez no lloraba de alegría, lloraba de rabia mientras dejaba atrás el aun caliente cadáver del perro. No podía dejar de pensar en partirle la cara al conductor, me hervía la sangre y durante 30 minutos retumbo por todo el cañón un grito que no pude detener: HIJODEP***!!!!!

Conseguí dejar de gritar, conseguí calmarme, pero nunca conseguiré olvidar lo que vi. Me sentía identificado con el pobre perro, y reconozco que tengo miedo de sufrir el mismo final, pero ese miedo no podrá elegir como finalizará este viaje, porque yo ya lo he elegido, volver a casa sano y a salvo.

A medida que me acercaba a Abancay empecé a toparme con rocas en la carretera pero que no parecían haberse caído de la montaña, sino puestas por el hombre. En mi breve desconexión del mundo, parece que en Abancay y Andahuaylas se había desatado una batalla campal en contra de las excesivas facturas de electricidad. Las ciudades eran una zona de batalla.

Tarde poco tiempo en llegar a una barricada a 30 kilómetros de Abancay, donde la caravana de autobuses, coches y camiones permanecía inmóvil desde hacia 2 días. Miles de personas se agolpaban para conseguir algo de comida y la desesperación se apoderaba de todos. Numerosos vigías hacían guardia en lo alto de la montaña para lanzar piedras a cualquiera que se atreviera a transitar la carretera. No había mas opción que sentarse y esperar.

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(Izquierda: Barricada entrando a Abancay. Derecha: Vigías en la montaña)

Junto a la barricada conocí a dos hermanos turcos que viajaban en una furgoneta hacia Cuzco, con la ilusión de montar un puesto de Kebabs. Nos hicimos amigos muy rápidamente y les conté un sin fin de anécdotas que viví en su país, eran buena gente.

Por fortuna el problema de las revueltas fue expuesto en el parlamento y llegaron a un acuerdo, dando así por finalizado el asedio de la ciudad. Levantaron la barricada y dejaron que los vehículos avanzaran. Mis nuevos amigos turcos me ofrecieron llevarme hasta Abancay, y no lo dude ni un solo instante, tenia que alejarme lo antes posible de ahí. Cuando llegamos a la ciudad, nuevamente los protestantes impidieron el paso quemando neumáticos para cortar la carretera. Esto aun no había terminado.

Durante una hora esperamos a que la revuelta finalizara, y por fortuna así fue. Los turcos y yo acampamos en una gasolinera, y rematamos la faena bebiéndonos unos tragos de ron que tenían escondido en la furgoneta. A fin de cuentas teníamos razones para celebrar.

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(En Abancay junto a mis amigos turcos)

Por la mañana nos despertó el sonido de la lluvia y la incertidumbre de que las revueltas volvieran a comenzar, así que cuando mis nuevos amigos me ofrecieron llevarme hasta Cuzco no lo dude, cargue todo el equipo y a mirar hacia delante. Mientras iba en la parte trasera de la Volkswagen no dejaba de pensar que estaba cometiendo un error, pero en situaciones difíciles hay que tomar decisiones difíciles.

Todo apuntaba a que seria un trayecto tranquilo, pero en una curva traicionera una de las ruedas delanteras estalló. Mis amigos turcos habían comprado el coche en Perú, y hasta que la rueda falló no se dieron cuenta de que la furgoneta no contaba con rueda de repuesto, ni gato, ni herramientas. Echados a un lado de la carretera y analizando el problema, me di cuenta de que había una cámara en el interior del neumático. Es la misma idea que en mi bicicleta, pero a mayor escala. Solo pude decirme una cosa a mi mismo, acepto el reto.

Primero detuve a un coche para pedirle prestado el gato, elevé la furgoneta y la sostuve con varias rocas. No pudimos sacar la rueda entera porque las herramientas del coche no eran de la misma medida. Con mucha paciencia conseguí sacar la cámara por el pequeño espacio que quedaba entre la llanta y el neumático. Una vez la tuve en mi mano fui haciendo autostop hasta un pueblo con uno de los turcos, mientras el otro se quedaba vigilando. Ya frente al taller fue sencillo encontrar un repuesto de las mismas medidas, y volver de nuevo hasta la furgoneta haciendo autostop. Ahora venia lo complicado. Introduje la nueva cámara ayudándome de unas herramientas de mi bicicleta, para ir empujándola pacientemente hasta su posición. Una vez instalada comencé a inflarla con el hinchador de mi potro, y 30 minutos después quedo lo suficientemente bien como para llegar a la próxima gasolinera y terminar de hincharla. Justo cuando me dispuse a parar nuevamente a un coche para utilizar su gato y volver a bajar la furgoneta, una grúa se detuvo y nos ayudo a terminar la faena sin coste alguno.

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(Hinchando la rueda con el inflador de mi bicicleta)

Terminamos llegando de noche a Cuzco, pero llegamos!!!. Una amiga me estaba esperando para recibirme, y también invitó a mis nuevos colegas a pasar la noche en casa. Al día siguiente nos despedimos y fueron a visitar a un amigo en el centro de la ciudad. Colombia había llegado un día después que yo y fue una grata sorpresa poder abrazar de nuevo a mi compañero.

Pero tenia que dejar de lado todas las complicaciones que supere para llegar a Cuzco desde Lima, era momento de concentrarse en el presente objetivo, ir al Machu Picchu. Con timidez accedí en mi cuenta bancaria desde el ordenador, para comprobar si me había llegado el pago de la Editorial Santillana, pero en vez de eso encontré un regalo de mis primas para que continuara luchando por este gran sueño. El regalo fue suficiente para cubrir los gastos del transporte, la entrada y la alimentación hasta el Machu Picchu.

Ir en bicicleta hasta el santuario histórico era un reto que no ofrecía viabilidad, no estaba en mi ruta y tenía la complicación de que en vez de ahorrar dinero, la excursión me iba a salir mas cara. La mejor opción era dejar la bicicleta en Cuzco y hacer la ruta como un mochilero, y así dar un buen descanso a Bucéfalo.

Contrate por 80 soles los servicios de una agencia, que me llevaría en autobús hasta la hidroeléctrica y me traería de vuelta. Desde la hidroeléctrica haría una caminata de 14 kilómetros hasta el pueblo de Aguascalientes, situado en la base de la montaña donde se encuentra el Machu Picchu.

Con mi macuto ya preparado me subí en un minibús a las 08:00 am para dejarme llevar durante 7 horas. El viaje fue mucho mas ameno de lo que pensaba gracias a la compañía de una vieja colombiana llamada Andrea, y también porque las dos últimas horas las hicimos cruzando ríos y bordeando precipicios por caminos de tierra. En cuanto mis botas tocaron de nuevo la tierra, me puse en marcha junto a otros viajeros para caminar hasta Aguascalientes.

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(Llegando a la Hidroeléctrica bordeando los acantilados)

El camino consiste en seguir unas vías de tren paralelas al río Vilcanota, evitando así pagar 12 dólares por el pasaje. La mayoría de los guías dicen que es solo un paseo, y lo comparto, a fin de cuentas tengo 28 años y unas piernas de acero. Pero el camino es mas difícil de lo que parece.

Mientras caminábamos serpenteando el cañón, maravillados por la fuerza del río, abrigados del sol por las montañas y la naturaleza, nos topamos con una señora que viajaba junto a su hija, y que estaba teniendo dificultades por la fatiga. Un grupo de israelís llego antes que nosotros y la transportaban en brazos. La señora no podía respirar bien, le costaba andar y tenia la tensión muy baja. Avanzamos unos metros más pero necesitábamos asistencia para transportar a la señora en un vehículo a cualquier centro de salud cercano. Conseguimos llevarla hasta una estación de tren, donde los israelís la dejaron en el suelo para descansar. Aguascalientes estaba a 2 kilómetros, la presté mi sudadera y les pedí que me esperaran, iría corriendo a Aguascalientes a buscar un coche. Fue una buena trotada que me llevo a las puertas del pueblo donde me tope con una patrulla de policía nada mas llegar, antes de que terminara de explicar la situación ellos me dijeron que ya lo sabían. Mientras yo corría un peruano que pasaba por la zona consiguió contactar con la comisaría y pedir ayuda. Pasé unos minutos esperando hasta que los trajeron a todos, busqué un hostal por 20 soles, compré la entrada por 45 dólares y me fui pronto a dormir para reponer fuerzas, las iba a necesitar.

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(Iniciando el camino a Aguascalientes junto a Andrea, viajera colombiana)

Había que hacer el esfuerzo de subir hasta el Machu Picchu, desde Aguas Calientes hay un sin fin de escaleras para llegar a la entrada, y no estaba por la labor de pagar 12 dólares por el autobús. Me levanté a las 03:45 am y a las 04:30 am ya estaba saliendo del hostal bajo la lluvia y rodeado por la niebla. Llendo hacia el primer control de acceso me crucé con dos chilenos con los que terminaría compartiendo la escalada. Llevaba todo el peso del macuto a la espalda ya que al finalizar la visita volvería directamente a la hidroeléctrica para volver a Cuzco. Los primeros pasos fueron fáciles y emocionantes, pero a los 30 minutos el cansancio apareció. Varios fueron los que intentaron parar algún autobús, arrepentidos de no haberse subido desde un primer momento, pero todos iban completamente llenos. Poco a poco, escalón a escalón, fuimos subiendo lentamente. En cuanto salió el sol, la lluvia se calmo y la niebla era cada vez menos densa. Cuando estábamos a escasos metros de coronar me di la vuelta y le dije a uno de los chilenos, ¨Esto es de nivel militar¨. Fue un gran momento finalizar la escalada de mas de 1000 metros en vertical.

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(En la cima, después de subir todas las escaleras hasta la entrada)

Ya en la cima dejamos los macutos en unas taquillas, entramos con ansia por ver la maravilla del mundo, pero la niebla no nos permitió tener la primera impresión que buscábamos. Decidimos subir a un mirador situado a mayor altitud. La mejor opción es subir la montaña de Huayna Picchu, pero la entrada es más cara. Después de una hora llegamos al mirador situado junto a un templo, la niebla aun estaba presente pero unos minutos mas de espera y por fin llegó la claridad. Fue una sensación única, parecía que brillaba el Santuario Histórico de Machu Picchu. Son momentos en los que valoras todo el esfuerzo de haber llegado hasta ese momento. Nuestra siguiente decisión fue bajar para recorrer sus calles y conocerlo más de cerca. Situado a una altitud media de 2500 msnm, el Santuario fue construido en el año 1450 bajo el gobierno del Inka Pachacuti, para que fuera el centro religioso, político y administrativo de la región. Caminar entre sus centenarias rocas fue como darse un baño de historia.

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(Colorado On The Road en el Santuario histórico de Machu Picchu)

Pero el reloj no perdona y la agencia de transportes nos habían dejado un margen muy pequeño. Teníamos que regresar a la Hidroeléctrica antes de las 14:00 pm para regresar a Cuzco. Por delante teníamos 1 hora bajando las resbaladizas escaleras, 14 kilómetros de caminata y 7 horas de minibús. Mientras regresaba valoré toda la experiencia que había vivido, y sin duda alguna lo que mas me gustó, fue la aventura de llegar hasta la cima.

De vuelta a Cuzco no hubo nadie que pudiera moverme de la cama durante todo un día, tenia que descansar. Volví a encontrarme con Colombia, comimos juntos y quedamos de vernos en La Paz. Repare la suela de mis botas, organice todo mi equipo, actualice mi web y cuando volví a consultar el saldo de mi cuenta me llevé la alegría de haber recibido ya el pago de Santillana. Con dinero suficiente para vivir dos meses mas de pedaleo, me dispuse a continuar y poner rumbo a la frontera con Bolivia.

Bucéfalo y yo volvíamos al ruedo, solo que esta fue una de las extrañas ocasiones que pedaleaba con agujetas. Las jornadas fueron agradables, tranquilas y sobre todo sentía la profunda tranquilidad de tener algo de dinero en la cuenta. Un día apure las pedaladas hasta altas horas de la noche, la carretera estaba poco transitada y mi potro cuenta con muchas luces de posición. Un camión me quería adelantar, así que me eche a un lado, me detuve y me rebaso con mucha seguridad. Hubiera sido algo monótono e incluso rutinario, pero nada mas me adelantó vi como un motorista ebrio avanzaba en dirección contraria. El camionero intento esquivarle mientras frenaba al mismo tiempo, pero el motero se estampo de lleno contra el.

Me quede inmóvil, no quería pasar por ahí, no quería verlo, pero tenia que hacerlo. Me aproxime y vi al hombre tirado en el suelo con las dos piernas destrozadas, fui a dejar la bicicleta para ayudar en lo que pudiera, pero un coche de policía llegó en ese momento y decidí dejar el lugar.

Avance lento, afectado por lo que había vivido, avanzaba como un espectro. Mas adelante me cruce con una manada de perros que andaban por la carretera, yo estaba tranquilo y ellos también, parecían buenos chicos. Nos cruzamos la mirada y cada uno siguió su rumbo, todos menos uno. A los 30 segundos paso un coche que no le dio valor a sus vidas y atropello a uno de ellos. Joder estaba ya hasta los huevos.

Termine mis últimos días en Perú escalando hasta el paso de Abra la Raya (4338 msnm) y entrando en el Altiplano de Los Andes Centrales. Mi última comida antes de cruzar la frontera fue una trucha del lago Titicaca. Era momento de empezar un nuevo reto, perseguir nuevos objetivos, conocer mi país numero 30 y continuar mi camino hacia el Sur.

¨La felicidad reside en la libertad,

y la libertad se alcanza con el coraje¨.

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Vídeo Nacho Dean:

Desierto de Sechura:

Desde Nazca hasta Cuzco:

Machu Picchu:

Video para Santillana:

Colombia

Etapas:

04/12/2014 Llegada a Cartagena de Indias (Entrada en Colombia) (7 km).

05/12/2014 Cartagena – Barranquilla (130 Km).

06 -11/12/2014 Descanso en Barranquilla.

12/12/2014 Descanso en Barranquilla (37 km).

13/12/2014 Descanso en Cartagena.

14/12/2014 Descanso en Cartagena.

15/12/2014 Descanso en Barranquilla.

16/12/2014 Descanso en Barranquilla.

17/12/2014 Descanso en Barranquilla.

18/12/2014 Barranquilla – Calamar (100 km).

19/12/2014 Calamar – Oveja (96 km).

20/12/2014 Oveja – Sahagún (93 km).

21/12/2014 Sahagún – La Apartada (123 km).

22/12/2014 La Apartada – Puerto Valdivia (118 km).

23/12/2014 Puerto Valdivia – Ventanas (36 km).

24/12/2014 Ventanas – Piedras Blancas (36 km).

25/12/2014 Piedras Blancas – Medellín (107 km).

26/12/2014 Descanso en Medellín.

27/12/2014 Descanso en Medellín.

28/12/2014 Medellín – La Garrucha (115 km).

29/12/2014 La Garrucha – Santa Rosa de Cabal (81 km).

30/12/2014 Santa Rosa de Cabal – Tuluá (135 km).

31/12/2014 Tuluá – Cali (95 km).

01/01/2015 Descanso en Cali.

02/01/2015 Descanso en Cali.

03/01/2015 Cali – Piendamo (102 km).

04/01/2015 Piendamo – Piedrasentada (94 km).

05/01/2015 Piedrasentada – Pueblo Remolino (103 km).

06/01/2015 Pueblo Remolino – Chachagsí (50 km).

07/01/2015 Chachagsí – Pasto (41 km).

08/01/2015 Pasto – Ipiales (81 km).

09/01/2015 Descanso Ipiales.

10/01/2015 Descanso Ipiales.

Colombia

Cuando planifique mi vuelta al mundo en bicicleta, tenia mis serias dudas de si el FerryXpress que conecta Panamá con Colombia iba a ser una realidad a mi llegada a Centroamérica. Por fortuna llegué dos semanas después de su inauguración, evitándome así el estrés de embarcar en un avión a mi fiel potro.

Partiendo de Colón, hice tierra en la histórica ciudad colombiana de Cartagena de Indias. Me despedí de Oscar, el viajero argentino que llevó a bucéfalo y todo mi equipo en el interior de su furgoneta durante el trayecto en Ferry, evitándome así pagar las tasas de transporte. Llamé a Juan Pablo, un amigo colombiano de mi cuñado para que me ayudara hospedándome esa noche, y dormir mi primer día en Sudamérica bajo techo.

Mi llegada a Colombia significaba que ya había alcanzado mi media vuelta al mundo en bicicleta. Pero me había marcado la ciudad costera de Barranquilla como kilómetro cero en Sudamérica. La primera etapa pedalee 130 kilómetros a través de llanuras y pequeñas colinas, bajo un sol abrasador y unas elevadísimas condiciones de humedad. Al atardecer corone mi objetivo y experimente el único fenómeno que interrumpe a lo largo del año el intenso calor barranquillero, la lluvia. El cielo se abrió y dejó caer una tromba de agua inundando las calles, y formando fuertes ríos colina abajo atravesando la ciudad para desembocar en el río Magdalena. Nunca antes había pedaleado atravesando la corriente.

En barranquilla estaba el hotel Estelar, donde la empresa de Lucho, mi cuñado, tenia un apartamento alquilado en el que me habían autorizado a dormir hasta su llegada.

Con mi ropa sucia y desgastada, totalmente calado y lleno de barro, entre en la diáfana e inmensa recepción del lujoso hotel bajo la atenta mirada de los botones, mientras dejaba una estela a mi paso de agua y suciedad con cada pisada. Al llegar al mostrador dije el nombre de mi cuñado, me dieron la llave de la habitación y sentí que se me abrían las puertas del cielo.

Durante el fin de semana pase una horrible espera a que mi familiar volara desde Madrid hasta Colombia. Sufriendo con el buffet libre de los desayunos, dándome largas duchas de agua caliente, durmiendo en una esponjosa nube envuelto por el aire acondicionado y acostado en la cama eligiendo entre 150 canales de televisión. De vez en cuando no viene mal desconectar del salvaje viaje.

El domingo por la noche fui al aeropuerto para recibir a Lucho, era el primer familiar que veía desde que deje atrás España. Fue un momento que espere con ansia durante varios meses. A lo largo de la semana siempre encontraba un hueco en el trabajo para que comiéramos juntos y compartir todo el tiempo posible. Aunque yo tampoco estaba desatareado.

Un colombiano llamado Jorge de la Hoz me había conseguido entrevistas en los principales periódicos del país, en programas de radio y en tres programas de televisión en los que entraría en directo. Realice una marcha con mas de 300 ciclistas por todo Barranquilla junto al grupo Biela Quilla y deje a Bucéfalo en la tienda de ciclismo El Almacén Triciclo, donde me lo devolvieron completamente saneado y listo para rodar 30.000 kilómetros más.

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(Colorado On The Road en diferentes medios de comunicación en Barranquilla)

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(Colorado On The Road junto al grupo de ciclismo Biela Quilla)

Para el fin de semana mi cuñado decidió que tenia que pasar unos días en Cartagena de Indias a cuerpo de rey, a lo que no me opuse ni segundo. Pero aun quedaban mas sorpresas. Mis colegas madrileños Michael y Marta pudieron escaparse de su trabajo en Bogotá y volar hasta la costa para reencontrarnos esos días, así que el equipo ya estaba formado para quemar la noche del viernes: Juan Pablo, Lucho, Michael, Marta y yo.

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(Michael, Colorado On The Road, Marta y Lucho en Cartagena de Indias)

El sábado por la mañana nos alejamos de la historia colonial española de Cartagena, para visitar en la lancha de Juan Pablo las caribeñas islas del Rosario. Un paraíso en la tierra bebiendo cocos con ginebra, comiendo marisco en las playas de arena blanca, tomando cervezas y saltando las olas a ritmo de ACDC.

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(Visitando las Islas del Rosario)

En un momento dado mientras íbamos a toda velocidad con la lancha vimos saltar un delfín, entusiasmados nos acercamos mas para intentar apreciarlo mejor. La música estaba a todo volumen así que Michael le sugirió a Juan Pablo que la bajara, a lo que contesto: “Que va, a ellos les gusta el rock”. No hace falta decir que no volvimos a ver al delfín.

Pasamos las últimas horas del domingo conociendo la historia de Cartagena para finalmente dar por concluido un fin de semana perfecto, y volver cada uno a su vida normal. Antes de ponerme en marcha y salir de Barranquilla tenia que seguir el antiguo ritual de pasar varios días anclado al ordenador, para continuar documentando el viaje.

Después de un largo descanso, despedirme de Lucho con un eterno abrazo y devastar por ultima vez el buffet libre del hotel, emprendí mi ruta por Sudamérica. Mi siguiente objetivo seria pedalear 700 kilómetros, para superar 5000 metros de desnivel positivo y alcanzar Medellín. Los primeros 550 kilómetros supuso atravesar un océano de colinas subiendo y bajando pequeñas pendientes sin cesar, con un clima cálido por el día y agradable por las noches. Durante las primeras 5 etapas encontré descanso acampando en gasolineras 24 horas que contaban con seguridad privada, la idea de hacer acampada libre estaba totalmente descartada. Aunque el pueblo colombiano es gentil y cercano, el peligro de los robos y asaltos es una realidad. Siempre que no encontraba un lugar seguro para pasar la noche con mi fiel tienda de campaña, la mejor opción era invertir en un hospedaje y dormir tranquilo.

A la hora de reponer fuerzas la gastronomía colombiana ofrece una gran variedad, el plato por excelencia es la Bandeja. Un combinado de arroz, frijoles, ensalada, aguacate, huevo y carne a elegir (pollo, cerdo o res), acompañado de un zumo o un jugo de panela con limón, una bebida cargada de azúcar para reponer fuerzas.

Culminar mi quinta etapa desde Barranquilla supuso mi llegada a Puerto Valdivia, y con ello el inicio de la escalada por los Andes hasta llegar a Medellín. Era momento de comprender el termino “escalar como un escarabajo”, y recordar a las leyendas colombianas Lucho Herrera y Fabio Parra.

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(Escalando el primer puerto de montaña en Sudamérica)

Las estaciones en Colombia están marcadas por la altura, y durante la ascensión experimente el cambio de clima. Alcanzar los 2700 msnm supuso toparme con la niebla, el descenso de las temperaturas y la humedad. Sin darme cuenta el día 24 de Diciembre llego antes de que coronara Medellín. Sin saber donde pasaría la Navidad seguí pedaleando sin mas, hasta que en un caserío me invitaron a pasar las fiestas con la gente local.

Por la noche toda las personas de los hogares cercanos se reunieron en el caserío para repartir regalos entre los niños, comer natillas con buñuelos, beber unos tragos y bailar salsa hasta altas horas de la madrugada. Recibí tanto cariño y aprecio que durante unas horas olvide por completo extrañar a la familia, y  me deje llevar por ese momento único en la vida.

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(Pasando las navidades en un Caserío en las montañas Colombianas, presentando a los niños a Bucéfalo)

Después de 3 días afrontando las pendientes y desniveles a lo largo de 180 kilómetros, la recompensa a tan duro esfuerzo fue alcanzar Medallo donde me esperaba Luis, un colombiano que me invito a su casa para conocer la ciudad y su familia.

Medellín es una ciudad que engancha por su buen clima, el cual le ha valido el nombre de la ciudad de la eterna primavera, donde se puede disfrutar de una cultura ciclista insuperable, contemplar la ciudad desde las alturas gracias al metro cable, recargar fuerzas con una típica Bandeja Paisa y por que no decirlo, conocer a las mujeres mas hermosas de Colombia.

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(Junto a  Luis en lo alto del metro cable de Medellín)

Para salir del valle de Aburrá y dejar atrás Medallo, subí el puerto de montaña hacia la ciudad de Caldas, una vía totalmente tomada por los ciclistas. Una vez superada, ascendí por la carretera principal los últimos kilómetros hasta alcanzar los 2400 msnm, y me prepararé para una bajada impresionante con los Andes por escaparate.

La presencia militar es elevada en las carreteras del interior de Colombia. A pesar de que el país esta saliendo de una época de extrema violencia, la guerrilla aun mantiene el conflicto con el Estado. Apostados en la carretera, los militares levantan el dedo pulgar a los conductores representando el gesto “OK”, dando a entender que la carretera es segura y que están protegidos por las fuerzas del orden. La respuesta de los conductores, es hacer sonar levemente el claxon en muestra de agradecimiento.

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(Junto a un militar colombiano en un puesto de carretera)

Hasta Santa Rosa De Cabal es una ascensión progresiva por el eje cafetero colombiano. Una vez alcanzada nuevamente la cima fue hora de recibir al Valle del Cauca, atravesando colina abajo la ciudad de Pereira. El final de los 430 kilómetros que separan Medellín de Cali, fueron 200 kilómetros de llanura pedaleando bajo el sol con un clima inmejorable.

Esta vez si pude seguir fielmente mi itinerario y llegar a la ciudad de Cali el 31 de Diciembre por la tarde, y poder llegar a tiempo para aceptar la invitación de Luz de despedir el año junto a su familia. Estaba viviendo las segundas navidades del viaje, pero realmente eran las primeras ya que hacia justo un año estaba en Irán, donde no hay navidad.

Después de una buena ducha y de ponerme mi ropa mas “elegante”, disfruté de una deliciosa cena junto a una gran familia colombiana, me comí las 12 uvas pero sin mis campanadas de la Puerta del Sol y descubrí una tradición que me encanto, el año viejo. Una vez pasa la media noche y comenzado el nuevo año, prendieron fuego a un muñeco vestido con ropa, relleno de paja y pólvora, simbolizando al año viejo que se marcha.

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(Colorado y Luz en la cena de año viejo)

A la mañana siguiente nos acercamos por la tarde a visitar a mas familiares de Luz a una zona mas humilde de la ciudad. En Colombia se han marcado los estatus sociales  según los ingresos mensuales de cada persona, agrupados en 7 estratos. Los estratos 1 y 2 son las personas mas humildes, del 3 al 5 son las personas de clase media y por último los estratos 6 y 7 son las clases altas.

El 1 de Enero Luz me llevo a conocer a sus abuelos quienes vivían en un barrio de estrato 2,  donde estaban en plena fiesta. El agua volaba de lado a lado de la calle, la gente se lanzaba espuma y una boca de incendios abierta proyectaba un enorme chorro de agua a presión. Después de conocer a los encantadores abuelos de Luz y de tomarme un Sancocho, una sopa típica colombiana, me lancé de lleno a la fiesta del agua y a luchar contra la fuerza del agua de la boca de incendios. Estaba recibiendo el año en pleno verano, jugando como un niño pequeño y arropado por las personas mas humildes y felices de un barrio de Cali.

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(Fiesta del agua en las calles de Cali el 1 de Enero)

Antes de partir recibí un mensaje de Manuel Sarmiento, distribuidor oficial en Colombia de la firma Kenda y Venzo. Manuel se ofreció a darme un tour por toda la ciudad y a llevarme a conocer el Cristo Rey situado en lo alto de un mirador, el cual, es una replica a escala del Cristo Redentor de Rio de Janeiro. Después de un largo día de turismo Manuel remato la faena con unas gafas Venzo nuevas para sustituir las rayadas lentes que utilice hasta el momento, y un par de cubiertas Kenda para olvidarme durante varios meses del mantenimiento de las ruedas, además de varios obsequios como cámaras, parches y camisetas. Todo un impulso para continuar el proyecto. La mañana que deje atrás Cali fui acompañado por el grupo de ciclistas Piernas Locas Team hasta 20 kilómetros a las afueras para despedirme.

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(Colorado On The Road junto al Cristo Rey de Cali)

Es difícil muchas veces seguir avanzando sin mirar atrás, pero todo el apoyo que recibo por el camino me tiene que dar fuerzas para mirar al frente con mas energías. Por delante tenia el tramo mas complicado para finalizar mi tour por Colombia, en apenas 470 kilómetros superé 8200 metros de desnivel positivo. Mi llegada a la fría ciudad de Pasto significó encarar el último esfuerzo para llegar a la ciudad fronteriza de Ipiales. Mi última etapa transcurrió en las alturas contemplando los mas impresionantes cañones de Colombia, atravesando caídas de agua de mas de 20 metros y observando los ríos descendiendo entre las montañas.

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(Pedaleando en los Andes Colombianos)

En Ipiales me esperaba Luis, amante de la bicicleta y gran follower del proyecto Colorado On The Road. Esta vez la parada fue mas breve, pero igual de crucial para reponer fuerzas. Ya estaba con la frontera de Ecuador a menos de 2 kilómetros y era momento de prepararse para enfrentar los nuevos retos de mi segundo país en Sudamérica, pero el país numero 28 del viaje.

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(Colorado On The Road junto a Luis y su hijo en Ipiales)

En apenas un mes experimente cuatro estaciones, el verano en Cartagena y Barranquilla, la primavera en Medellín y Cali, el otoño en Pasto y el invierno en Ipiales. Desperté el “escarabajo” que llevo dentro escalando 13.050 metros de desnivel positivo a lo largo de 1725 kilómetros. Colombia es un país en el que viví la bondad y alegría de su gente, el cual me pareció mas seguro de lo que dicen las malas lenguas, siempre y cuando respetes la regla mas importante:

“No des papaya”

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(No des papaya papito)

Vídeo Islas del Rosario:

Vídeo de las etapas desde Barranquilla hasta Medellín:

Vídeo de las etapas desde Medellín hasta Cali:

Prensa Colombiana, El Heraldo:

Prensa Colombiana, La Tribuna (1° Parte):

Prensa Colombiana, La Tribuna (2° Parte):

Prensa Colombiana, Collage:

CANADÁ

Etapas:

07/05/2014 Bangkok – Aeropuerto de Bangkok (37 Km).

08/05/2014 Aeropuerto de Bangkok.

09/05/2014 Vuelo de Bangkok – Seúl (Entrada a la República de Corea)

09/05/2014 Seúl – Vancouver (Isla Victoria) (20 Km).

10/05/2014 Descanso en Isla Victoria.

11/05/2014 Isla Victoria – Vancouver (Downtown) ( 46 Km).

12/05/2014 Descanso en Vancouver.

13/05/2014 Descanso en Vancouver (46 Km).

14/05/2014 Vancouver – Bellingham (101 Km) (Entrada en Estados Unidos).

Canadá

Preparada y lista la bicicleta, salí del Guest House de Bangkok a las 03:00 am para pedalear mis últimos kilómetros en Asia hasta el aeropuerto, y llegar a tiempo para embalar a mi potro y coger el avión a las 08:00 am con destino al continente americano.

A las 06:00 am ya estaba en la ventanilla para facturar todo el equipaje, pero algo no marchaba bien. Un problema con la venta del billete me había dejado sin asiento en el avión, y una estúpida política de la aerolínea me impedía comprar uno nuevo en ese momento. Al parecer, no podían venderme un billete de avión sin tener una carta de invitación por parte de la embajada Canadiense, menuda ridiculez, lo único que necesita un ciudadano español para conseguir el visado de turista en Canadá es tener el pasaporte en regla y nada mas, pero a pesar de mis insistencias el avión despego sin mi.

Durante toda la mañana pateé el aeropuerto buscando un nuevo pasaje de avión con otra compañía diferente, y finalmente lo conseguí y al mismo precio que el original, pero la hora de salida me llevaba a pasar encerrado en el aeropuerto un total de 42 horas desde mi temprana llegada.

Sin mas cosas en la que pensar mas que en descansar, busqué un banco en la terminal y dormí 12 horas, interrumpido constantemente por los continuos ruidos del ajetreado vaivén de viajeros.

Imagen(Colorado On The Road en el aeropuerto de Bangkok con todo el equipaje embalado)

Sin prisa pero sin pausa, fui recopilando cajas de cartón en todos los comercios para posteriormente desmontar y embalar a mi poderosa Orbea. Una vez facturado el equipaje, fui uno de los primeros en subir al avión, abrocharme el cinturón de seguridad y esperar impaciente mirando por la ventana a que el pájaro se despegara del suelo y poder ahora si, volar con la imaginación y pensar en todas las nuevas aventuras que me depararía en esta segunda gran etapa del viaje.

Después de una escala de 11 horas en Seúl (República de Corea), volé de nuevo 10 horas, hice tierra en Vancouver (Canadá), estampé sin problemas el nuevo visado en mi pasaporte, monté de nuevo la bicicleta y me dirigí como un rayo al ferry que me llevaba a Isla Victoria, donde me esperaba la invitación de un follower para conocer ese gran paraje natural, Darren.

Darren y su amigo Emil, vinieron en sus bicicletas a recogerme al puerto y pedaleamos juntos hasta la casa de Darren, donde saboreé la primera cerveza del nuevo continente mientras compartíamos anécdotas, pero el momento de descansar y hacerme a la nueva franja horaria llegó temprano, ya que nos esperaba un día muy intenso.

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(Colorado On The Road junto a Darren y Emil)

Nos despertamos a las 06:30 am, nos metimos entre pecho y espalda un desayuno de legionarios para cargar el cuerpo con energía, y a las 08:00 am ya estábamos en la playa preparados para una excursión marina, yo a bordo de un Kayak y Darren de una tabla de Paddle Surf.

Minutos antes de lanzarnos al agua, Darren y yo mantuvimos una conversación en español en la que me explicó las normas de seguridad del Kayak, y me comentó las posibilidades de avistar focas, ballenas, águilas e incluso de observar a un lobo que vive solitario en una pequeña isla.

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(Colorado On The Road junto a Darren antes de la excursión en Kayak)

El momento de remar no se hizo esperar y una calmada corriente favorecía nuestro avance. Las águilas nos sobrevolaban, la brisa marina era tranquila y cálida a la vez, era un momento ideal para disfrutar de una mañana soleada haciendo deporte y cargar los pulmones de aire fresco. Las curiosas focas no se hicieron de rogar, y nos acompañaron en todo momento guardando una pequeña distancia, la sufriente para poder observarnos con toda claridad.

Tanto remar dio su fruto e hicimos tierra en la pequeña isla en la que habitaba un lobo solitario, el cual había llegado nadando hacia unos años y se había convertido en la mayor curiosidad de todos lo canadienses, ya que pocos eran quienes le habían visto.

Antes de adentrarnos en la isla, Darren me dio una serie de instrucciones sobre el comportamiento que debíamos tener en el caso de toparnos con el rey de la isla.

«Háblale alto, con voz grave, con seguridad, intenta aparentar ser mas grande de lo que eres, abre los brazos, retrocede lentamente pero nunca intentes huir corriendo y pase lo que pase, no pierdas el contacto visual y mírale siempre a los ojos, de lo contrario, una mirada baja le daría a entender que te sientes vencido y el ataque seria inminente», me decía Darren. «Si esto no daba resultado, no quedaba otra opción que sacar el cuchillo y luchar por tu vida». Esta lección me valdría también para el caso de cruzarnos con un oso, pero en ese momento solo podía pensar en el lobo.

Empezamos a adentrarnos en la pequeña isla, a contemplar la intacta naturaleza del lugar hasta que llegamos a una zona de acampada, donde la entidad de conservación canadiense había dejado unas cajas metálicas para que los campistas guardasen toda la comida, los productos de higiene personal o cualquier cosa que pueda tener un olor interesante para un animal salvaje, y evitar así que este se aproxime a tu tienda mientras duermes.

De nuevo nos hicimos a la mar y por fortuna no tuvimos ningún desagradable encontronazo con un animal, pero una fortuna mayor estaba a punto de llegar. Bordeando la isla y sin previo aviso apareció sobre lo alto de una inmensa roca. Mostrando su brillante pelaje grisáceo y blanquecino nos miro, se sentó sobre su patas traseras como si de un corriente canino se tratara, ladeo la cabeza y acto seguido se tumbó sin dejar de mirarnos fijamente. A los pocos segundos se levantó y se adentró nuevamente en el bosque. No dábamos crédito, habíamos visto al escurridizo lobo, tan difícil de ver que muchos creían que era una mera leyenda, y lo mejor de todo es que lo había grabado con mi cámara.

El tiempo se nos hecho encima y una fuerte corriente nos hizo luchar cada palada para restar metros y llegar a la playa. Por suerte unos pescadores nos recogieron y nos llevaron a aguas mas calmadas. De nuevo en tierra firme, recogimos a Emil y fuimos a la ciudad a recargar energías con un buen almuerzo y una cerveza.

La ciudad era tranquila, con poco tráfico, sin ruidos agobiantes, edificios bajos, calles limpias y aire puro proveniente del denso bosque que la rodeaba. Disfrutando del sol de la tarde y saboreando una cerveza en una terraza, Emil, de orígenes dominicanos mantuvo una conversación en español con Darren, a quien le contó el interesante video que había visto recientemente en la red sobre unas ballenas persiguiendo unas focas. Rápidamente pregunte, ¿Ballenas?¿Persiguiendo focas?¿Para que?, para comérselas me contesto Darren, ¿Pero si las ballenas no comen focas? Pregunte de nuevo. Emil saco su teléfono y me mostró el impresionante video sobre unas orcas… espera un momento, eso son orcas asesinas no ballenas, ¿No me digas que lo que íbamos a ver hoy con el kayak eran orcas asesinas?, le pregunte a Darren, pues si me contesto él.

El momento nos valió para reír durante varios minutos, pero he de reconocer que de haber visto la tremenda aleta dorsal de una orca asesina asomando por la superficie del agua, como mínimo me hubiera caída del Kayak del susto.

Después de la larga y provechosa jornada, volvimos a casa para descansar y despertarnos temprano a la mañana siguiente. Antes de irse a trabajar, Darren me había organizado una mañana de naturaleza y aire puro. Primero subimos a pie la cima de una pequeña montaña atravesando un bosque de inmensos árboles, era la primera vez que contemplaba un paraje natural tan impresionante. El respeto y el cuidado que los canadienses depositan en sus medios naturales me estaba dejando sin palabras.

Imagen(Colorado On The Road junto a Darren en la cima de la montaña)

Antes de dejarme en el ferry y despedirnos, visitamos dos de sus playas favoritas. Cada vez que Darren compartía cualquier aspecto de su mentalidad conmigo, no dejaba de asombrarme y de identificarme con él, una mentalidad que era una declaración de amor a la vida misma. Acuéstate pronto y despiértate bien temprano todos los días me decía, en un mismo día puedes ir a trabajar, estar con la mujer, con los amigos, disfrutar de la bicicleta y hacer deporte al aire libre, lo único que necesitas es madrugar, organizarte y cargar el cuerpo con comida sana.

Desde luego, el inicio de mi segunda gran etapa del viaje estaba siendo totalmente reveladora, por no decir del cambio de contraste de pasar de un continente a otro.

Después de un gran abrazo y de darle mi mas sincero agradecimiento a Darren por haberme brindado la oportunidad de conocer Isla Victoria, me embarqué de nuevo en el ferry de vuelta a Vancouver, para subirme de nuevo a la bicicleta y pedalear hasta Downtown, donde me esperaba la invitación de un follower español, Jorge.

Ya en el portal del edificio y antes de tocar al telefonillo, Jorge salió por la ventana y me gritó: “Espera macho que ahora bajo”. Para una persona como yo que lleva tanto tiempo viajando, escuchar esas palabras de parte de otro madrileño me hicieron sentir como en casa.

Después de la ayudita para subir la bicicleta por el ascensor, Jorge me presentó a Marta, su novia y compañera de piso. Esta pareja de arquitectos madrileños, vino hace un mes a Vancouver en busca de una oportunidad laboral y poder abrirse camino en su vida profesional.

Al parecer Jorge y yo manteníamos mas cosas en común que la pasión por la bicicleta. Él también hizo un Erasmus en Italia y el mismo año que yo, y además su compañero de universidad era un gran amigo mío del Catering en el que trabajé para pagar mis estudios y este gran viaje, el Señor Cuesta.

Esa misma noche salimos a cenar una buena hamburguesa a Granville, y lo que mas me llamó la atención en ese momento era el gran número de personas sin hogar que había en esa calle. Jorge me explicó, que el clima de Vancouver era el más suave de todo Canadá, y las personas que no tenían donde vivir venían a esta ciudad para poder superar los duros inviernos.

A la mañana siguiente, me mire al espejo y me di cuenta de la horrible pinta que tenía con esa larga y descuidada barba y la alborotada melena, era hora de invertir algo de dinero en cuidar un poco la imagen y pagar una peluquería.

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(Antes y después de Colorado On The Road al pasar por la peluquería en Vancouver)

Por la tarde quedé con Thor, un amigo de mi hermana mayor el cual vino hace un mes, casualmente en el mismo avión que Jorge y Marta, y a quien mi hermana le había metido en la maleta una serie de regalos para mí, entre otras cosas un nuevo ordenador para poder trabajar mejor.

En mi último día en Vancouver, Marta, Jorge y yo, salimos a dar un paseo por Stanley Park en bicicleta. A media mañana ellos volvieron a casa para seguir mandando curriculums, y yo continué mi visita llendo hasta el Lynn Canyon Park, para atravesar un enorme puente colgante y pedalear por las pistas de tierra del bosque.

Bangkok_Canadá_Vuelta al mundo_Bicicleta_Colorado On The Road_Vancouver_Isla Victoria (6)(Colorado On The Road junto a Marta y Jorge en Stanley Park)

En tan solo 40 minutos estaba rodeado de naturaleza y de aire puro, puede que parezca una exageración, pero después de haber atravesado la India, Tailandia, Laos, Vietnam y Camboya, de haber aguantado el calor húmedo de la selva, de haber saturado mis pulmones con la contaminación mas densa que jamás haya visto y de soportar el cúmulo de basura, la experiencia de conocer un paraje natural tan impresionante y cuidado como el Canadiense, me estaba dejando maravillado.

Bangkok_Canadá_Vuelta al mundo_Bicicleta_Colorado On The Road_Vancouver_Isla Victoria (7)(Colorado On The Road en Lynn Canyon Park)

Esa misma tarde aprovechamos para jugar un partido de Volleyball en la playa, y así despedirme de esta ciudad y de mis nuevas amistades con una puesta de sol perfecta.

Bangkok_Canadá_Vuelta al mundo_Bicicleta_Colorado On The Road_Vancouver_Isla Victoria (8)(Puesta de sol en la playa de Vancouver mientras jugábamos un partido de Volleyball)

A la mañana siguiente, los abrazos y las palabras no fueron suficientes para agradecer, ya no solo la hospitalidad de esta pareja de madrileños, sino por lo que me hicieron sentir al estar de nuevo junto a españoles.

Pedaleando hacia la frontera estadounidense, la valoración de mis primeras experiencias en el nuevo continente eran claras. Elegir vivir en Vancouver era eligir vivir en una ciudad que incita a la vida sana, al deporte, donde una bicicleta no es una hormiga en la carretera sino un vehículo mas, donde la mezcla de nacionalidades te hace descubrir mundo sin tener que moverte de un mismo punto, donde a 40 minutos de la ciudad puedes encontrar parques naturales donde poder desconectar, y si eso no es suficiente, en un ferry de una hora estas en Isla Victoria. No hace falta que reconozca lo cautivado que me dejo Vancouver.

En la frontera con Estados Unidos di gracias por haber arreglado mi descuidada imagen ante la infinidad de preguntas que tuve que contestar. Por primera vez en una frontera registraron mi bicicleta, pero antes de ello les advertí de los dos cuchillos que llevaba en mis alforjas, y de una mandarina que guardaba en la alforja del manillar. Los cuchillos no parecieron importarles, pero la mandarina me fue confiscada y mi merienda esta vez se había quedado sin Vitamina C, pero no me importó, mi visado ya estaba estampado en mi pasaporte y por delante tenía tres meses para conocer toda la costa oeste… Estados Unidos! Here we go!!!

Bangkok_Canadá_Vuelta al mundo_Bicicleta_Colorado On The Road_Vancouver_Isla Victoria (9)(Bienvenido a Estados Unidos)

Desde que conocí a Darren he pensado mucho sobre el paso del tiempo, sobre como el aprovecha el suyo al máximo, sobre cuantas veces me he quejado y he escuchado quejarse a la gente de lo rápido que avanza el tiempo. Solo hay una cosa que pueda decir sobre mi cambio de mentalidad:

“Si el tiempo avanza deprisa, avanza tu mas rápido que él”

Bangkok_Canadá_Vuelta al mundo_Bicicleta_Colorado On The Road_Vancouver_Isla Victoria (10)(Colorado On The Road junto a Darren en una playa de Isla Victoria)

 Trayecto Bangkok – Vancouver:

Canadá: 1ª Parte.

Canadá: 2ª Parte.