Zimbabue

Etapas

28/02/2016 Marula – Bulawayo (88 Km).

29/02/2016 Bulawayo – Shangani (89 Km).

01/03/2016 Shangani – Gweru (80 Km).

02/03/2016 Gweru – Kadoma (118 Km).

03/03/2016 Kadoma – Selous (70 Km).

04/03/2016 Selous – Harare (90 Km).

05-07/03/2016 Descanso en Harare (18 Km).

08/03/2016 Harare – Mpinga (82 Km).

09/03/2016 Mpinga – Madadzi (127 Km).

10/03/2016 Madadzi – Makuti (103 Km).

11/03/2016 Makuti – Kariba (74 Km).

12/03/2016 Descanso Kariba.

13/03/2016 Kariba – Aldea Sikoongo´s Chief

Zimbabue: Conociendo lo desaconsejado

Entré en Zimbabue como una hoja en blanco, sin saber que encontraría. De hecho, en Botsuana me advirtieron que extremara las precauciones y que desconfiara de todo el mundo.

Después de pagar 30 dólares por el visado, solo me quedaban 4 en el bolsillo. Los invertí en pan de molde, mantequilla de cacahuete y varias sopas instantáneas de noodles. Al atardecer, llegué al pequeño pueblo de Marula, y preguntando por donde podría acampar de forma segura, todas las personas me indicaron que fuera a la escuelita.

Allí me recibió la directora y decenas de niños, que a pesar de ser fin de semana, viven en las instalaciones debido a que no pueden costearse el autobús desde sus casas hasta el colegio. La tormenta estaba cerca y me esperaba una noche pasada por agua. Pero me dejaron ocupar una de las clases y pude dormir más tranquilo.

Por la mañana preparé a Bucéfalo para hacer una pequeña exposición de mi viaje a los curiosos chavales. Les expliqué en que consistía mi aventura y cómo a pesar de tener pocos recursos, con trabajo duro, determinación e ilusión, podemos llegar muy lejos. Fue la experiencia más hermosa que viví desde que empecé el viaje por África. Parece ser que Zimbabue tiene una energía diferente de la que me habían comentado.

Diario Zimbabue 1

(En la escuela de Marula)

Continué el viaje pedaleando por un mar de colinas. Constantemente el cielo me decía que iba a gozar de una ducha natural, pero no cayó ni una gota en todo el día. En la carretera vi a un pequeño camaleón, estaba intentando cruzar al otro lado pero se dejó ayudar, se subió a mi mano y lo llevé a lugar seguro.

Diario Zimbabue 2

(Sosteniendo al camaleón)

Con la última hora de la tarde atravieso Bulawayo y busco campamento a las afueras. Pregunté en varios hoteles, gasolineras y en la comisarías de policía, pero no me ayudaron en ningún lugar. Así que hice uno de mis clásicos movimientos, llamar a la puerta de una casa. La respuesta fue totalmente diferente, solo pregunté por acampar en el jardín y al final dormí en cama, me invitaron a cenar y por la mañana a desayunar. Siempre que he pedido ayuda a lo largo del viaje ha habido alguien dispuesto a ofrecérmela, y Zimbabue no estaba siendo la excepción.

Gracias al puré de avena, los huevos fritos y los plátanos del desayuno, pedalee como un animal las primeras 3 horas de la mañana. Me detuve en un pequeño puente para descansar y prepararme un sándwich de la peor mantequilla de cacahuetes que he probado jamás.

A los pocos kilómetros fui a un restaurante para pedir agua, y un señor que al pasar con el coche me vio comer en el puente, me invitó a comer Sadza. Un plato constituido por un puré hecho de harina de maíz, acompañado de una porción de carne y una ración de verduras. Es un de las bases de la alimentación en la mayoría de los países africanos.

Con la noche encima llego a un pequeño pueblo, donde pregunto al trabajador de una gasolinera donde acampar. ¿Dormir con la tienda? Me dijo en ingles, duerme mejor en mi cuarto, esta a punto de llover y yo tengo turno de noche…era mi tercer día en Zimbabue y la tercera vez que me hospedaban.

Inocent, mi nuevo colega, vivía en unos barracones detrás de la estación de servicio. Tenía un cuarto con cama, luz y cocina eléctrica. Pude cenar una de las últimas sopas de noodles que me quedaban, mientras la lluvia golpeaba la plancha de metal que tenía como tejado.

Diario Zimbabue 3

(Junto a Inocent)

Me despido de Inocent y pedaleo duro hasta llegar a Gweru. Hago una breve parada para recargar agua, y antes de terminar un niño se me acerca pidiéndome dinero. No es la primera vez que me pasa en mi vuelta al mundo, de hecho me ha ocurrido cientos de veces. Mi respuesta siempre ha sido la misma: “Dinero no amigo, pero si tienes hambre te invito a comer”. Pero esta vez no tenía ni para comer yo. Solo le pude desear suerte, aunque se perfectamente como funciona esto, si el chaval consigue dinero jamás es para él, siempre hay alguien detrás que lo fuerza. Por eso, cuando puedo, les invito a comer algo rico.

Estando a pocos kilómetros de Gweru empieza a llover con fuerza, me detengo en un pequeño almacén de madera donde me dejan resguardarme. Tras una hora esperando junto a los empleados se hace tarde y se van a cenar. Me piden que les acompañe y comparten conmigo un plato enorme de Sadza.

Antes de que la oscuridad fuera total la tormenta me da una breve tregua, lo suficiente para avanzar 20 kilómetros hasta una gasolinera con una zona techada. Me dejan acampar, conectar el teléfono y tender toda mi ropa. Cené las dos últimas sopas que me quedaban, ya no tenía nada más de comida, ni siquiera la rancia mantequilla de cacahuete.

Con la salida del sol alcanzo el pueblo de Chegutu. Apenas pude pedalear 40 kilómetros estando en ayunas y tardé casi 4 horas. Estuve descansando en el suelo de la calle, feliz a pesar de todo. Por primera vez desde que entré en Zimbabue el sol brillaba, y por fin tenía toda la ropa seca.

Cualquiera pensaría que es una situación imposible de superar. Estar tirado en una calle en medio de África, hambriento y sin dinero, siendo un símbolo del dólar en este continente, un blanco europeo con una moderna bicicleta. Pero a los 20 minutos un señor se paró a hablar conmigo, me ofreció invitarme a un refresco pero yo le respondí que necesitaba algo de comer. Terminamos teniendo una larga conversación mientras devoraba unas pechugas de pollo con patatas.

Con el estomago lleno aproveché las ultimas horas de luz para llegar a Selous. Vi mucha gente bebiendo y pasándolo bien en el único hotel de la zona. Me saludaron mientras me decían que me acercara. Siempre he dicho que una buena sonrisa te abre muchas puertas, y esta vez funcionó mejor que nunca.

Conocí al dueño del Hotel, Forget. Me ofreció acampar en el jardín y pude darme una ducha fría. Cuando terminé de instalar mi campamento me invitó a cenar Sadza y a varias cervezas. Después fuimos a jugar al billar y todos querían retar al único blanco del bar, perdí la primera partida pero luego fui imbatible. Me dieron a probar la cerveza local, el “Skas”, preparada a partir del maíz fermentado. Es una bebida muy curiosa, me invitaron a beber hasta reventar y me gustó!

Me fui a dormir con una sonrisa de oreja a oreja, después de hablar con todo el mundo, de transmitir mi buen rollo y disfrutar bailando medio borracho.

Diario Zimbabue 4

(De fiesta en Zimbabue)

Empezando el día con la resaca mañanera y digiriéndola en la bicicleta, consigo alcanzar la capital zimbabuense al final de la jornada. Tras conectarme al wifi de una gasolinera, vi que un follower me había enviado 20€, fue como agua vendita. Después de cenar como una bestia, estuve pensando donde iba a dormir esa noche y decidí probar algo nuevo. En el mapa localicé un Club de Golf y me dije: Si hay no tienen césped de sobra para que pueda acampar, me jubilo!

Si estoy escribiendo esto desde Malawi, claro está que me dejaron dormir con la tienda. El guarda nocturno fue muy amable y por la mañana me pude dar una ducha caliente, la primera desde que crucé la frontera.

En Harare vive David Martin, ciclista profesional zimbabuense. El pasado octubre batió el récord mundial, al pedalear desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo en tan solo 38 días, 12 horas y 16 minutos. Me puse en contacto con él y me recibió en su casa donde pude descansar. Después de trabajar duro con el ordenador, conseguí recaudar dinero suficiente para llegar hasta la frontera con Zambia, y pagar los 50 dólares del visado. Recogí mi nuevo pasaporte en la embajada y repuse fuerzas siguiendo la alimentación de un ciclista de élite.

Diario Zimbabue 5

(Junto a David Martin en Harare)

Antes de retomar la marcha tuve que afrontar una pérdida incalculable. Mi querida GoPro, que me había seguido desde el inicio, dejo de funcionar. Hice todo lo posible por revivirla, pero tristemente, su descanso había llegado. De aquí en adelante solo me queda la cámara de fotos para grabar vídeos, efectiva pero insuficiente. Lo importante es continuar teniendo la oportunidad de seguir luchando para documentar mi viaje.

Dejé atrás Harare para poner rumbo a la frontera con Zambia. Durante 3 jornadas solo pedaleo subiendo o bajando colinas, no hay nada llano. El sol aprieta y mientras mis primeros días fueron pasados por agua, los últimos estaban siendo empapados en sudor. La carretera era muy estrecha y el transito de camiones elevado, pero respetan al ciclista. Reducían la velocidad y dejaban una distancia generosa para adelantarme, actitud que no he visto en muchos países.

En Makuti acampo en la comisaría y me despido de la carretera principal. Quería visitar el Lago Kariba pero para ello debía atravesar 70 kilómetros de un Parque Nacional, en el que entre otros animales, predominaban los leones. Debía empezar la jornada después de las 10:00 am, cuando el sol aprieta y la actividad de los depredadores disminuye.

Diario Zimbabue 6

(Atravesando el Parque Nacional para llegar a Kariba)

Los primeros instantes en la solitaria carretera tuve un subidón de adrenalina alucinante, aunque también estaba bastante asustado. Mi dos únicas armas eran mi cuchillo y un potente silbato de gas, que lanza un pitido muy fuerte y agudo. El día que lo compré en Sudáfrica pensé que si a mi casi me deja sordo, a un animal con un oído 10 veces más potente le debe causar pánico.

Me fui calmando poco a poco a medida que pedaleaba, hasta que me encontré con 20 operarios de carretera cortando la hierba de los bordes. Me paré a hablar con ellos, me volvieron a advertir de la presencia de leones, y me presentaron al cazador que les protegía en todo momento. No es normal verlos cerca de la carretera, me dijo, pero puede pasar. Son momentos en los que detesto ser un terco cabezón, aunque se perfectamente que no puedo remediarlo.

Seguí pedaleando y en 70 kilómetros solo me crucé con babuinos, de hecho a uno casi lo atropello. Se cruzó delante mío mientras bajaba una colina a gran velocidad, pero pude esquivarlo.

Finalmente llego a Kariba sin sufrir percance alguno y con la diosa fortuna lanzándome nuevamente un guiño. A los pocos minutos de llegar al pueblo conocí a Dick, un escoces afincado en Zimbabue desde hace un par de décadas. Me invitó a su propiedad situada en la orilla del lago, y pude ocupar su cuarto de invitados.

Mientras aun estaba organizando todo, un elefante pasó cerca de su jardín. Me quedé petrificado, aunque para Dick era el pan de cada día y nos acercamos hasta tenerlo cara a cara. Más tarde fuimos a la orilla donde pude ver hipopótamos, cocodrilos y más elefantes, dos de ellos estaban jugando y escuchaba los golpes que se daban, eran unos bestias.

Diario Zimbabue 7

(Elefantes del Lago Kariba)

Por la noche, mientras cenábamos, se cortó la luz durante 30 segundos. No le dimos mucha importancia y seguimos charlando. Me ofreció acompañarle por la mañana dentro del Parque Nacional, tenía que dejar a 3 guardas dentro de la reserva. Su misión, localizar y deshabilitar las trampas de los cazadores furtivos. La verdad es que no daba crédito a la suerte que estaba teniendo. En Botsuana me quedé con unas ganas bárbaras de hacer un safari, y ahora lo iba a hacer bajo invitación.

Salimos bien temprano y después de recoger a los guardas entramos dentro de la reserva, donde toda la vida salvaje amanecía junto a nosotros. Cocodrilos, cebras, búfalos, hipopótamos y elefantes, aunque ni rastro de los leones.

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(Dick sosteniendo una de las trampas. Lazos de alambre para apresar la pata de cualquier animal)

Al regresar encontramos la explicación al corte de luz de la noche anterior. Los tendidos eléctricos que transportan la electricidad producida en la Presa Kariba, están demasiado bajos en una zona cercana al pueblo. Un elefante los tocó por accidente al pasar en la oscuridad de la noche, y murió electrocutado. Un desafortunado final para el más grande de la sabana africana, y todo por una negligencia de la compañía eléctrica que no hace nada por remediarlo. Cada año mueren 6 elefantes en el mismo punto.

Antes de abandonar el lugar me hice una fotografía denunciando la situación, y la envié a todas las protectoras de animales. En ella pongo como referencia mi cuerpo para mostrar la altura del cable con respecto al suelo. Nada ha cambiado, porque ninguna protectora me ha confirmado que se puedan tomar medidas legales para solucionarlo.

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(Foto denuncia poniendo mi cuerpo como referencia a la altura del tendido eléctrico)

Cuando nos fuimos el elefante estaba de una sola pieza, pero la gente se estaba agolpando para esperar su ración de carne. Pasada una hora volví y había varios hombres despellejándolo, se estaban repartiendo los primeros trozos de carne mientras seguía llegando más personas. Jamás olvidare el olor del interior del elefante, se me ha quedado insertado en la memoria y nunca podré dejar de recordarlo. Admito que no estoy en contra de que se aprovechara la carne del animal, aunque me dio la sensación de que la gente esperaba cada semana a que cayera fulminado otro elefante más, para tener ese día carne gratis.

La siguiente vez que volví la imagen se me quedo grabada en la retina. Ya no había orden ni nadie que lo estableciera, todo era un caos. No se podía apreciar al elefante, todo el mundo estaba alrededor y dentro de él, peleando por llevarse el trozo más grande, limando los huesos y forcejando los unos con los otros. Ni me atreví a acercarme.

De regreso a casa de Dick, le doy cuidados a Bucéfalo y le hago una buena limpieza. Por la mañana me despido del Lago Kariba y cruzo la frontera con Zambia bastante pensativo.

Zimbabue había sido una experiencia reveladora. Es un país que tiene muy mala fama, difundida por personas que jamás han puesto un pie en el. Conseguí pedalear 600 kilómetros sin dinero porque toda la gente que conocí quiso ayudarme, y fueron felices ayudándome. En Harare descansé varios días en la casa de un ciclista de elite, porque a pesar de ser un novato a su lado, nos une el compañerismo. Pude disfrutar del lago durmiendo cerca de la orilla teniendo cama y baño privado, porque un señor se me acercó y me preguntó si sabia donde iba a dormir.

Si nos dejáramos llevar por las opiniones negativas, viviríamos encerrados en casa aterrados por salir a la calle, pero creerme cuando os digo que el ser humano es bueno por naturaleza. A pesar de que hay gente que se tuerce a lo largo del camino, las personas de buen corazón predominan en este mundo.

“Donde menos esperas encontrar, es donde más acabas recibiendo”

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